• 30/09/2015 02:01

Un minuto de silencio

Para un historiador, un biógrafo o un corresponsal de guerra debe ser más fácil escribir respecto de acontecimientos bélicos, masacres, asesinatos

Para un historiador, un biógrafo o un corresponsal de guerra debe ser más fácil escribir respecto de acontecimientos bélicos, masacres, asesinatos, asonadas, batallas o guerras que para una periodista que, como yo, ha escrito sobre salud, arte, ciencia o problemas sociales, así que tocaré el tema de los ‘alzados del 3 de octubre' con el mayor respeto posible, por ellos, sus familias, descendientes y por sus compañeros de armas.

No estaba en Panamá cuando supe de la muerte del mayor Moisés Giroldi Vera, a quien conocí, siempre caballeroso y sonriente, posteriormente supe los nombres de otros diez militares ultimados por compañeros de armas, quienes, supongo, recibieron instrucciones y actuaron por obediencia debida. Y aquí especulo, porque no estuve allí y como periodista no puedo aseverar respecto de algo que no puedo constatar.

Como ser humano me estremeció saber lo ocurrido y más por haber conocido el brío e hidalguía de jóvenes militares como los capitanes Juan Arza Aguilera y León Tejada González, a quienes les enorgullecía vestir el uniforme y sostener las caponas del rango que portaban luego de regresar al suelo patrio, procedentes de sus academias.

Ellos, al igual que sus homólogos Nicasio Lorenzo Tuñón, Erick Murillo Echevers, Edgardo Sandoval Alba, el teniente Jorge Bonilla Arboleda, los subtenientes Francisco Concepción e Ismael Ortega Caraballo y los sargentos primero Deoclides Julio y Feliciano Muñoz Vega, recibieron el frío de los proyectiles que salieron desde las armas que empuñaron los que vistieron el mismo uniforme, por el delito de ‘insubordinarse'.

Y al parecer, la consigna militar del que se subordina así se interpreta como ‘traición' y debe eliminarse a toda costa; pero, analizando el hecho, pienso en esos compañeros de armas que apretaron el gatillo, luego de que la sangre se les enfrió y pasó el furor. Ellos, al igual que los muertos, también tienen familia, unas llorando y recordando día a día sus muertos; y los otros, llorando y recordando a los que los mataron y que no pueden transitar con libertad las calles de Panamá.

¡Qué dolor y qué pena! Y pensar que toda esa lucha empezó fuera del Cuartel con el detonante de la muerte de Hugo Spadafora, la confesión de Díaz pasó por la Cruzada Civilista, la sangre de Guerra, el seguridad de la USIS, y la foto ensangrentada de Billy Ford, los carros y llantas incendiadas, el pito, paila y pañuelo y el Movimiento 16 de Marzo dentro del Cuartel, fueron entre otras algunas de las tantas acciones que hizo un equipo de gente, con el respaldo del pueblo, para sacar a Noriega, esa era la consigna.

El ‘modus operandi' el mismo, al final la gente se embarcó, no llegó el ‘anhelado respaldo', surgió el Movimiento Albrook, se concretó la pedida invasión.

Las calles de El Chorrillo histórico se llenaron de muertos, antorchas humanas, o bolsas negras con cadáveres, se bombardeó el Cuartel Central, una institución castrense a la que muchos hidalgos hoy fueron a pedir favores ayer, a proponer negocios o a lambonear, que es lo que bien saben hacer en todas las épocas.

Manuel Antonio Noriega, luego de un juicio efectuado en los Estados Unidos, donde se juzga a todo el mundo y a ellos no, determinaron que sería detenido en el Coloso del Norte, luego salió hacia Francia y ahora, en las áreas revertidas, sigue siendo prisionero.

Y su familia, al igual que los otros, no tienen contacto con sus seres queridos permanentemente, los unos por estar muertos, otros prófugos y él detenido.

Y las preguntas que me hago son: ¿tanta lucha, forcejeo, muerte, odios, rencores derramamiento de sangre valieron la pena?, ¿imperó la soberbia, el poder, la ambición, la complicidad para seguir manteniendo el poderío?

¿Qué ha pasado con la democracia? Será algo así como una campaña publicitaria que, cuando logra aumentar las ventas, se desecha; pero, la ausencia de esos hombres seguirá hasta el último día, en la vida de esas madres, esposas, hijos y amigos ‘garras' de verdad.

Al cumplirse 26 años de la muerte de 11 panameños que se alzaron para poner un alto en el Panamá de mis amores, lo menos que podemos hacer es dedicarles un minuto de silencio, rezar por ellos y sus familias y pedirle a Dios paz a sus almas y fortaleza a sus deudos.

PERIODISTA

==========

‘Al cumplirse 26 años de la muerte de 11 panameños..., lo menos que podemos hacer es dedicarles un minuto de silencio, rezar por ellos y sus familias...'

Lo Nuevo
comments powered by Disqus