• 02/12/2015 01:01

Acción de Gracias

Una de las fiestas que más me gusta de otro país, es la de Acción de Gracias de USA  

Una de las fiestas que más me gusta de otro país, es la de Acción de Gracias de USA. No importa lo que cada cual crea, en un Ser Supremo (DIOS), como yo y todos los cristianos y católicos, así como hebreos, musulmanes e islámicos; en el destino, como algunos ateos; o bien en la conocida ley del rebote, donde todos estamos en un cosmos y nuestras obras buenas y malas salen disparadas al cosmos y chocan contra el fin del mismo, para rebotarte en buenas acciones o simplemente castigos proporcionales a tu maldad.

No importa, sea destino, sea Dios en su divino designio o sea el cosmos, tenemos que ser agradecidos. Durante el año recibimos toda clase de bendiciones: salud, hijos, esposa, trabajo, felicidades y alegrías. Claro que también recibimos tristezas y dolor, frustraciones e injusticias, pero en la balanza, siempre, aunque no lo creas, siempre serán más las bendiciones. Eso, quieras o no, se agradece.

Quizá a nosotros nos es más fácil porque le hemos dado un sentido casi humano al Dios que le oramos, le hablamos como si fuera como nosotros. A fin de cuentas, en nuestra creencia ‘creo al hombre a su imagen y semejanza '. Por eso podemos comunicarnos mejor con Él que ‘con el destino ' o ‘con el cosmos '. Los colonos de USA agradecían la cosecha, finalmente buena, que habían tenido, y compartieron con los nativos. Nosotros quizá no vemos lo que hemos cosechado en el año ni hemos cuantificado nuestras bendiciones, pero difícil no entender que hay que agradecer lo que se tiene, o deja de tener.

La fiesta es a un mes y una semana de terminar el año. Normalmente muchos de nosotros hacemos algo parecido, no igual, al inicio del nuevo año. Nos proponemos cosas, nos prometemos mejoras, hacer lo que nunca logramos cumplir, etc. Pero es viendo hacia delante, no reconociendo hacia atrás. También sé que muchos sienten que su Dios, destino, cosmos, les ha fallado. Una nueva enfermedad, un despido, una muerte, tantas cosas que... si Dios hubiese querido no se habrían dado. ¿O sí?

Dios, en fin, no es quién para que todos vivamos sin problemas ni situaciones difíciles, Él nos enseñó el camino a través de su hijo Jesús hecho hombre, pero, ¿lo seguimos? Para el ateo, el destino no puede variarse y lo que le toca estaba dispuesto en ‘el destino ', por lo que se resigna a aceptarlo. Mientras que el que cree en el cosmos tiene que buscar en su pasado qué hizo que le han rebotado tantos males.

Científicos y filósofos han buscado por siglos la explicación de la vida, con un Dios y sin un Dios. Pero al final es sencillo, nuestra diferencia con animales y plantas es, sin duda, algo, llámala alma, y colócala en un sitio diferente al del cuerpo humano. No la puedes extraer, no la puedes extirpar, simplemente se separa con la muerte. Según muchos, pesa gramos, lo que cambia en peso de vivo a muerto. Claro, al final de la vida terrenal, si crees en ella, puedes entonces aceptar los dogmas de la Iglesia, y creerás que serás juzgado y pasarás la eternidad donde decida el Señor. Pero, ¿si no? ¿El destino te llevará a otra latitud, a otra dimensión? ¿O en un rebote final del cosmos irás a parar a la tierra del nunca jamás?

Pero vuelvo al inicio. Independientemente, debemos ser agradecidos. Hoy, ¿cuánto tiempo dedicas a orar? Si solo cumples con ir a misa, los católicos, irás una hora cada 168 de la semana, un miserable 0.006 % del tiempo para Dios. Ahora bien, muchos lo compensan, creen ellos, con donaciones a la Iglesia. No, Dios no quiere dinero, quiere tu amor, tu cariño, tu entrega. Es más ni el destino quiere donaciones ni el cosmos. Al final, hay que agradecer, pero creyendo. Sea el cosmos en rebote, sea el destino, o haya sido obra de Dios, agradece tu cosecha, agradece y comparte tus bienes, agradece y comparte tus alegrías.

Ese día, cuéntale todo: tus alegrías, tus frustraciones, tus dolores, los amigos, al final de cuentas, son para eso, y ¿qué mejor amigo que quien te dio la vida? Y tú dirás, pero si Él lo sabe todo. Sí, yo sé que mis hijos me aman, sé que mis nietos me quieren, pero quiero que me lo digan; así como yo no me canso de decir a mis hijos, a mis padres que los quiero. Entonces, ¿por qué no le gustaría a Dios oír que lo amo?

ANALISTA POLÍTICO.

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