• 04/07/2016 02:00

África en América: migración y violencia

El cierre de fronteras no resuelve el problema humanitario ni atiende las razones y causas por las cuales salen de sus lugares de origen

Las acciones de los Gobiernos de Panamá y Costa Rica de los últimos meses que enfatizan y apuntalan el control fronterizo y las políticas de seguridad no solo no han dado una solución a las causas de la migración de los africanos hacia EE.UU., sino que de facto han acentuado la criminalización de los migrantes, contribuyendo, tanto al detrimento de los derechos humanos de los africanos en tránsito, como a un aumento notorio de la vulnerabilidad físico-emocional y socioeconómica a la que ya estaban expuestos.

El cierre de fronteras no resuelve el problema humanitario ni atiende las razones y causas por las cuales salen de sus lugares de origen. Por el contrario, estas medidas solo contribuyen a postergar una solución de fondo y coadyuvan a la invisibilización de los migrantes. Lo último es reafirmado por los medios de comunicación masivos. De este modo, estos ciudadanos africanos, más que ser vistos y atendidos como sujetos que padecen situaciones de precariedad material y violencia estructural, son tratados como criminales por las autoridades ticas-panameñas.

A semejanza de lo que ocurre con otros grupos sociales excluidos en África, y en la propia América Central, los africanos en tránsito, en tanto no les son respetados sus derechos humanos en su país de origen ni en Panamá y en el resto de Centroamérica, padecen en carne propia un ejercicio selectivo, parcial y discrecional de ley por parte de los Gobiernos centroamericanos; en lugar de ser tratados como refugiados que en la búsqueda de otras opciones de vida huyen de múltiples y complejos contextos de adversidad —en donde está en juego su vida e integridad física y un proyecto de futuro digno—, son etiquetados como infractores de la ley y delincuentes.

A esto, además, habría que añadir que, en la medida en que los Gobiernos de Panamá y Costa Rica no hacen valer la ley para que se castiguen los delitos contra los migrantes, propicia entornos de impunidad y violencia que permiten que el crimen organizado, funcionarios y miembros de los aparatos represivos (fuerza pública) lucren con los migrantes y se aprovechen de su indefensión; de facto, se posibilita y alienta la violación de los derechos humanos de estos africanos.

Para este nuevo fenómeno migratorio a través del istmo panameño las instituciones no gubernamentales que ‘velan ' por los derechos humanos en Panamá no han dado las respuestas correspondientes al hecho. Por otra parte, las instituciones eclesiásticas atienden el fenómeno migratorio con caridad, ignorando el problema de fondo.

Dentro de todo este fenómeno no faltan las aristas de racismo. Ser negro y ser emigrante duplica los esfuerzos que deben llevar a cabo estos grupos humanos para que puedan ser tratados como sujetos de derechos. En ese mismo sentido, el Mes de la Etnia Negra —celebrado en Panamá— se limitó al baile, la música y la gastronomía que heredamos de los secuestrados africanos que llegaron al continente en condición de esclavos, olvidándose del presente inmediato que da muestra de la hipocresía, el racismo y la ineptitud de nuestros gobernantes actuales.

Adaptado de Migrantes centroamericanos: excluidos entre los marginados , del Profesor Guillermo Castillo Ramírez.

*ESTUDIANTE DE LA ESCUELA DE SOCIOLOGÍA, UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.

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