• 14/12/2016 01:00

Arte tras las rejas

El Centro de Cumplimiento es una cantera que convierte a jóvenes inadaptados en futuros hombres útiles

Se detuvo frente al cuadro con un pincel en la mano; pensó un instante y empezó a darle otra tonalidad al detalle del paisaje que se ofrecía en el lienzo. Sus manos jóvenes lograban manejar el equipo con destreza y la policromía le entusiasmaba. Casi terminaba y la sonrisa reflejaba el estado de satisfacción con esa tranquilidad de la naturaleza que había logrado reproducir en ese trabajo.

Tenía edad juvenil y al mirar atrás, solo encontraba desasosiego, producto de un ambiente violento por acciones en que él era el actor de hechos que le habían llevado a ese lugar diferente. Ahora, sus dedos daban fuerza al instrumento que humedecía con hebras de color el tapiz y no un arma para teñir la calle con la sangre de otros o para sustraer objetos de valor, que luego cambiados o vendidos le traerían algo de dinero.

Confesaba que aprendió a pintar allí en el Centro de Cumplimiento. Se había interesado en ese tipo de expresiones artísticas y se acercó a un profesor quien le acogió y le mostró las particularidades de la creación pictórica. Poseía aptitudes con las manos y rápidamente pudo entrar en un mundo que nunca había conocido y que le permitió tener experiencias que quedaban plasmadas en las telas.

Había dejado afuera las actividades delictivas y ahora estaba junto a otros jóvenes en ese lugar. Allí existía un programa de rehabilitación que impulsa el Ministerio de Gobierno con el apoyo de la Unión Europea, que ha invertido junto el Estado en esta iniciativa, cuyo propósito es brindar nuevas oportunidades a los jóvenes en conflicto con la ley. El programa de capacitación se ofrece a través del Instituto de Estudios Interdisciplinarios.

‘Me enseñaron a pintar, también valores y a compartir con los compañeros que están aquí', dijo cuando le preguntaron sobre su situación y por qué se había involucrado en esa formación relacionada con enseñanzas que no conocía. Supo lo que era la abstracción y jugó con las manchas; luego reprodujo rostros, cuerpos, frutas, naturaleza muerta, así como árboles y paisajes y se adentró en una nueva forma de representación.

Los jóvenes que están en el centro tienen la oportunidad de participar en cualquier tipo de instrucción. Un grupo se dedica a la pintura y exhibe a los visitantes las obras ya terminadas. Un plato con frutas de matices brillantes; un rostro femenino con el cabello lacio que cae y le tapa un pómulo; una pareja que camina; árboles retorcidos y ramos de flores, son algunos de los temas que se muestran en esta pequeña exposición.

En otro local, un grupo de chicos ofrece con entusiasmo una colección de pasteles, tartaletas, rollos rellenos con jaleas de frutas, diferentes tipos de panes, bolitas confeccionadas con harina integral, copitas con muestras de bocados de la reina cubiertos con yogur y también escultóricas bandejas de trenzas hechas con pan ‘muerto' para exponer la pastelería.

Además, se enseñan oficios y funcionan talleres para preparar serigrafías, informática, plomería y construcción. El lugar brinda una segunda oportunidad a los menores que se han visto envueltos en ambientes de violencia y que quizá no conocen el afecto, la calidez de hogares en el contexto de sentimientos familiares que les sirvan de fortaleza y en consecuencia se vuelven vulnerables al delito.

Asombra escuchar a estos adolescentes cuando explican sobre sus nuevos conocimientos y cómo se logra cambiar pinturas, telas, camisetas, harina, azúcar y otra materia prima por nuevas creaciones que exhiben, utilizan o se comen, producto del ingenio, la imaginación y una capacidad que antes no había tenido la ocasión de encaminarse por senderos diferentes.

El Centro de Cumplimiento es una cantera que convierte a jóvenes inadaptados en futuros hombres útiles.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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