• 23/01/2017 01:00

¿Hacia dónde encaminamos a Panamá?

¿cuál es el Panamá que le queremos legar a las presentes y futuras generaciones?.

Por primera vez en más de 20 años trato de tomar en serio unas vacaciones laborales desvinculándome de la atención y seguimiento de los principales problemas socioeconómicos y políticos que afectan a la mayoría de los panameños.

Sin embargo, el caso Odebrecht, la lista Clinton, el matraqueo político de los diputados para elegir a un nuevo magistrado del Tribunal Electoral, el Proyecto de Ley 245 sobre acuerdos de penas y la espectacular fuga de Ventura Ceballos, al mejor estilo del ‘Chapo' Guzmán, entre otras cosas, son situaciones que saltan a la vista y no pueden pasar desapercibidas por la población.

Ante este panorama, nada alentador, surgen en mi mente algunas preguntas: Qué clase de país estamos construyendo?, ¿hacia dónde vamos los panameños?, ¿será que nos queremos autodestruir?, ¿cuál es el Panamá que le queremos legar a las presentes y futuras generaciones?.

Interrogantes que a cada momento se incrustan como dardos en mis pensamientos sin poder encontrar una respuesta esperanzadora y es, entonces, que me sumerjo en el mundo oscuro de la frustración y de la impotencia al ver que no despertamos ante tantos desaciertos en la conducción del país.

Panamá, país bello y encantador, poblado por gente trabajadora y noble, no merece ser estremecida todos los días por una multiplicidad de escándalos que socaban los cimientos de la Nación.

Observo con asombro que estamos perdiendo valores fundamentales en toda sociedad como la transparencia, la honestidad, la solidaridad y sobre todo la dignidad. La justicia y la certeza del castigo no funcionan en mi país. Cada día se abren más ventanas a la impunidad. Criticamos a los jóvenes, pero ¿qué tipo de ejemplos le estamos dando los adultos?.

El detrimento de la educación pública y los servicios de salud; sumado los problemas de seguridad, el alto costo de la vida, el desempleo, la inequidad y la galopante corrupción que se ha enquistado en el quehacer público, son fenómenos sociales que repercuten negativamente en el desarrollo nacional.

Cada cinco años elegimos nuevos gobernantes con la esperanza de que sean mejores que los anteriores; sin embargo, resultan peores.

Es necesario enderezar nuestro rumbo como Nación; deponer intereses personales y trabajar por el país que queremos tener.

Por ejemplo, de nada sirve que seamos unos de los países de mayor crecimiento económico en América Latina, pero el décimo en desigualdad a nivel mundial.

Cierro estas reflexiones con las atinadas palabras de Nelson Mandela y que reflejan la realidad de lo que estamos viviendo en Panamá: ‘Si no hay comida cuando tienes hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia no es más que una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan parlamento'.

PERIODISTA Y PROFESOR UNIVERSITARIO

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