• 05/04/2017 02:03

Las traiciones de Judas y de Pedro

¿Qué hay en común entre aquellas deserciones y el comportamiento actual de nuestros políticos criollos? Mucho.

El beso de Judas Iscariote y la negación de Simón Pedro nos recuerdan esta semana los actos más despreciables de que haya sido capaz el ser humano. Ha habido mentes enfermas, como Hitler, Stalin y Nerón; pero el golpe moral de una traición resulta aún más doloroso que el padecimiento físico porque significa destrozar una fe y confianza mediante el rechazo de la palabra empeñada. Ninguna sociedad es viable bajo esas circunstancias y peores fueron las traiciones de Judas y Pedro porque su víctima fue el propio Jesús.

¿Qué hay en común entre aquellas deserciones y el comportamiento actual de nuestros políticos criollos? Mucho.

Según nos relata Mateo, aquella noche en Getsemaní, rodeado por sus discípulos y presintiendo la entrega, Jesús ve cómo se le acerca Judas, quien ya había negociado por treinta monedas de plata su captura, y le saluda: ‘Dios te guarde, Maestro, y le besó'. Jesús es apresado por el tropel de gentes enviadas por los príncipes y sacerdotes, armadas con espadas y palos, y los discípulos huyen. Hoy aquí, parecido saludo cordial y respetuoso de Judas ¿no es intercambiado entre nuestros políticos con iguales muestras efímeras de cariño y respeto?

Por su lado, según Marcos, cuando apresan a Jesús, Pedro, en un acto de valiente rebeldía ante la arbitrariedad, desenvaina una espada y le corta la oreja a uno de la turba que pretendía apresar a Jesús; pero más tarde esa misma noche, en el atrio del palacio de Caifás, opera un radical cambio de actitud que se explica solo por el temor a ser castigado: Pedro tres veces niega ser discípulo de Jesús, llegando a ‘echarse maldiciones y a asegurar con juramento' que no conocía a ‘ese hombre'. Hoy aquí, parecido temor a un inminente castigo ¿no lo hemos visto con frecuencia en nuestra fauna política para propiciar deslealtades?

Todos los evangelistas reseñan que, luego de negar a Jesús y oír el canto del gallo como se lo había vaticinado, Pedro cayó en cuenta de su momentánea actitud cobarde y ‘lloró amargamente'. Mateo, por su lado, relata que Judas, tomando conciencia de lo hecho y arrepentido de su traición, arroja las treinta monedas en el templo, ‘se fue y echándose un lazo, desesperado, se ahorcó'.

Así, mientras un discípulo, después de reaccionar cobardemente, se arrepiente, es perdonado, dedica el resto de su vida a dar testimonio de su fe y muere como mártir por mantenerse fiel a esa fe; en cambio, el otro discípulo abatido acaba con su vida, suicidándose. Uno había traicionado por temor irreflexivo al castigo; el otro obró consciente y maliciosamente por ambición, codicia y amor a un dinero que llegó a quemarle la conciencia.

Si trasladamos esos eventos a las percepciones que hoy se tienen de los políticos criollos, tenemos que aceptar el hecho de que las traiciones en cuestiones políticas se dan por dinero, provecho material, por temor a represalias o sanciones, sean merecidas o no. Son los llamados tránsfugas, tan de moda, que un día solicitan y obtienen el voto bajo una bandera, pero al día siguiente reniegan de su partido político, de esa bandera y de su palabra, aduciendo toda clase de justificaciones risibles. Pero trágicas para la democracia.

En esta Semana Mayor, tiempo de recogimiento y meditación, invito a reflexionar especialmente sobre la codicia y la cobardía momentánea que, respectivamente, movió a Judas y a Pedro. Fueron verdaderos tránsfugas, que desertaron para desconocer la lealtad que un día juraron. Con tristeza hoy observamos ejemplos nacidos de la escasez de valores morales y de la abundancia de ambiciones desmedidas.

EXDIPUTADA

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