• 08/04/2017 02:03

Justicia, contrato social y derechos humanos

Los delincuentes se han tomado el país y aparte de ello interpretan las leyes para quedar impunes.

El más antiguo Código de Leyes que la historia ha recogido es el Código de Hammurabi, confeccionado en Mesopotamia; el gobernante de ese reino ordenó que en cada plaza de las ciudades bajo su dominio se colocara una estela o talla en piedra de las leyes.

Como sabemos tal código fue escrito por el año de 1760 antes de nuestra era, y el fin de la misma, al colocarla en las plazas, era que el pueblo conociera las leyes y la coerción inmediata al no cumplirlas y además que tuviesen una referencia palpable de la justicia. De ahí que la ley se ha considerado de forzoso cumplimento porque está ‘escrita en piedra' a la vista de todos.

En la época actual, en el siglo XVIII, se escribe una obra titulada el ‘Contrato Social', en ella el filósofo Jean Rousseau nos manifiesta que ‘para vivir en sociedad, los hombres acuerdan un contrato social en el cual se otorgan ciertos derechos a cambio de abandonar el estado de la naturaleza... y en el cual a mayor cantidad de derechos mayor cantidad de deberes...'. Por ejemplo: nadie puede tomar venganza por sus propias manos, por ello existen la ley y las instituciones que la hacen cumplir.

Los seres humanos necesitan vivir en básica armonía y con los mínimos éticos, y la ley es la norma jurídica para establecer la conducta apropiada de los individuos en la sociedad, e invoca un precepto de Justicia, que establece la autoridad competente para sancionar a quienes violen estos preceptos.

Nuestra Constitución Política, en su artículo 17, dice: ‘... las autoridades están para proteger en su vida, honra y bienes a los nacionales y extranjeros...'; continua en el artículo 21, ‘... el delincuente sorprendido infraganti puede ser aprehendido por cualquier persona y debe ser entregado inmediatamente a la autoridad...', infraganti proviene del latín flagrante , en el acto.

Esto no se está cumpliendo en Panamá. Los delincuentes se han tomado el país y aparte de ello interpretan las leyes para quedar impunes.

Las normas jurídicas nacen en el mundo contemporáneo para defender a los gobernados de los excesos de la política del absolutismo. Pero en el mundo antiguo nacen para administrar una justicia expedita y sin titubeos a quien cometa un daño a otro. Es decir, hay dos momentos en la creación de las leyes: el primero es normar la conducta del individuo y sus relaciones con el resto de la sociedad, si no me creen, lean Derecho Romano.

El otro momento en la creación de las leyes es la convivencia con el Estado, de ahí la separación de poderes y las otras teorías políticas.

Al parecer y es mi opinión, hay una enorme confusión en cuanto a la ‘finalidad' del proceso de la justicia a través de la interpretación no solo de nuestro Código Penal sino que no deben olvidar la Constitución Política; una sui géneris interpretación de fiscales y abogados, está divorciada de la Constitución Política, de las leyes básicas, los mínimos éticos, y de la justicia.

Se quiere comparar a cada infractor con una versión de la novela de Víctor Hugo, ‘Los Miserables', que trata sobre un hombre que el régimen envía a la cárcel por hurtarse un pedazo de pan. Estos delitos no son una novela.

Por otra parte no queremos respetar los derechos civiles y humanos de las víctimas, a quienes el contrato social y la Constitución Política se deben. Así están en flagrante peligro la vida, honra y bienes de aquellas personas que producen, trabajan, estudian, administran empresas, crean empleos, tratan de superarse y ayudan a crear entendimiento y solidaridad; estas personas están siendo echadas a un lado cada vez que la parte muy mínima de la población que tomó la decisión de abandonar una escuela, de tomar un arma, de abrazar un vicio y, sobre todo, de no respetar la vida, honra y bienes de los demás integrantes de la sociedad, decide una tarde ir a delinquir, como si fuese ir a un mall .

Los últimos casos en donde niños, ancianos y mujeres indefensos y el resto de personas que van a trabajar que son víctimas de delincuentes armados es aberrante, tiene un denominador común: la inmisericordia y la impiedad y que está protagonizada por individuos con excelente salud física que no la utilizan para trabajar o ayudar al progreso del país, sino que utilizan su juventud para delinquir, ello arrastra a nuestro país hacia un ‘mene tekel'.

No se puede por parte de las autoridades seguir equivocándose a la hora de plantear una exposición de los elementos de convicción, porque entonces el propio Estado viola por incapacidad o por negligencia o por poco esfuerzo, su propia norma constitucional: proteger vida, honra y bienes.

No puede permitirse que el mal campee sobre nuestro país. Y ahí está el detalle. ¡Salud compatriotas!

ESTUDIANTE DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS.

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