• 09/07/2017 02:02

Primer paso para reducir la inequidad

Los panameños más ricos ahora viven entre 10 y 15 años más que los más pobres.

Panamá es uno de los países de mayor crecimiento del mundo, con una envidiable capacidad para generar divisas y con una masa crítica importante de familias adineradas, pero tristemente con una población donde el 25 % aún vive en situación de pobreza y 15 % está desnutrida.

Durante los últimos 20 años, hemos visto una transferencia masiva de riqueza de la clase media y los pobres a la parte superior del 1 % de la población. A pesar de los avances en tecnología y productividad, miles de panameños trabajan más horas con salarios que no les alcanza para cubrir sus necesidades básicas. Desde 1995, el ingreso mediano real de los hogares en Panamá disminuyó en casi $110. Según un informe del Banco Mundial, el patrimonio neto de la clase media cayó un 15 % entre 1995 y 2010. Pero no todos están sufriendo: solo en el último lustro, las familias más ricas del país han visto aumentar su riqueza en más de 2 mil millones de dólares.

Esta inequidad sigue siendo uno de los mayores problemas morales y económicos de nuestro tiempo. También es un problema de salud enorme. Como el papa Francisco nos ha recordado, para seguir el mandamiento ‘no matarás', debemos también decir ‘no a una economía de exclusión y desigualdad. Esa economía mata'. Las últimas publicaciones y estudios sobre la inequidad en Panamá proporcionan una abundancia de evidencia que confirma la opinión del papa Francisco. La esperanza de vida en Panamá es relativa, en gran medida debido a la creciente brecha de salud entre los que tienen y los que no tienen. Los panameños más ricos ahora viven entre 10 y 15 años más que los más pobres.

A pesar de las considerables cifras de crecimiento económico en los últimos veinte años, más de medio millón de panameños que trabaja no tiene todavía seguro social y decenas de miles más no pueden costear los servicios que ofrecen las compañías privadas de seguros. Hoy, el sistema de seguridad social nacional es un desastre, por no decir empobrecido y rumbo a la bancarrota.

En la Caja del Seguro Social (CSS), médicos y enfermeras han comentado de pacientes que han muerto innecesariamente porque les suspendieron sus citas o postergaron sus intervenciones quirúrgicas hasta que era demasiado tarde. Estas eran personas que no podían pagar los precios de un hospital privado y que tuvieron que hacer las interminables filas que padecen diariamente los impotentes asegurados.

Desafortunadamente, el Gobierno no ha tenido la capacidad administrativa y tampoco ha querido gastar su cuota política en el intento por hacer una reingeniería de la institución. La inequidad en Panamá podría eliminarse, si construimos las estructuras para crear un programa de ‘salud igual para todos'. El cuidado de la salud no es una mercancía, es un derecho humano. Y aquí tenemos una de las grandes inequidades del sistema.

A pesar de gastar más de mil millones de dólares del Presupuesto General del Estado en programas de salud costosos, burocráticos, derrochadores e ineficaces, seguimos teniendo un país enfermo. Igualmente, las encuestas de opinión demuestran que para las autoridades esto no es una prioridad en estos momentos. Actualmente, la corrupción, la inseguridad y el desempleo ocupan la atención de los gobernantes, al tiempo que el país requiere de una reforma integral para reducir la inequidad.

En un momento en que más del 25 % de la población aún no goza de servicios sanitarios en sus hogares, la inequidad es un tema que debe ser abordado estratégicamente. No hacerlo sería sentenciar de por vida a las nuevas generaciones de panameños.

En una economía global competitiva, necesitamos mano de obra educada y capacitada. Eso significa asegurar que cada panameño tiene acceso a buenas escuelas y universidades, independientemente de los ingresos. Eso significa que, en un momento de enorme riqueza y desigualdad de ingresos, los panameños más ricos y las corporaciones más rentables deberían pagar su parte justa en este proceso.

Asegurarse de que cada panameño tiene el derecho a una alimentación infantil saludable, a una atención digna de la salud, a una educación superior y universitaria de calidad, y a una jubilación segura no es una idea radical. Es tan panameña como la carimañola y el sancocho de gallina. Idea que sin duda nos permitirá realizar uno de los ideales de la República: ‘el progreso acaricia tus lares, al compás de sublime canción'.

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