• 14/12/2017 01:00

Navidad en el campo

A mis amigas les había prometido un paseo a pie, por uno de los senderos más hermosos de la provincia coclesana: está en el corregimiento de El Potrero

No vamos ni por la mitad de diciembre y esta vez nos invadió acá, en Piedras Blancas de La Pintada, un grupo de señoras de mi pueblo capireño que juran haber obtenido con honores el título de hacedoras de tamales con las especificaciones de mi difunda madre, Felicia Mendieta, nacida y criada en Pedasí.

Nietos y sobrinos nuevos de ellas, por todas partes, gente limpiando en lo que estaba limpio y cada una opinando a grandes voces cómo hacer las cosas en medio de una alegría mágica, que creo me quedará en mis recuerdos y agradecimientos, por todo el año que viene.

La primera exclamación que rompió todos los decibeles fue de la que se dispuso a lavar, pues cuando levantó unos manteles en la lavandería pegó un grito de horror: ‘Un ratón... Un ratón'. Como si en la capital panameña de donde vinieron no hubiese tranques por las ratas de los hemiciclos gubernamentales, sobre todo en San Felipe y por la 5 de Mayo. Cuando corrí, armado con mi martillo especial para las culebras, hecho de teca de tres metros, de una sola pieza y con una cabeza mortífera por lo pesada, estrujé al animalito contra la pared. En los setenta años que tengo, uno de mis sueños era el de ver a un mocangué, y por culpa de esos gritos noveleros de mis amigas, vengo y lo mato. ‘¡Uta!' un Proechimys semispinosus (Tomes), ante mi humilde presencia algo casi imposible y vengo y lo mato. Por gusto tengo de cabecera al libro del Dr. Eustorgio Méndez: Los roedores de Panamá.

A mis amigas les había prometido un paseo a pie, por uno de los senderos más hermosos de la provincia coclesana: está en el corregimiento de El Potrero, en un camino de tierra que va desde el vado peor construido en la historia del Ing. Mac Adams (caminos macadam), hasta las cuestas del Guacamaya. Son parajes entre propiedades de familias ancestrales como: los Herrera, Hernández, Cáceres, Pérez. En este camino de más de tres kilómetros aparecieron cosas hermosas como: una gama con dos venaditos, palos de jobo retorcidos por el tiempo con sus cascarones de corcho, pájaros de plumaje brillante como el ‘Pus, pus' y, desde las seis y media de la tarde, un cielo cuajado en estrellas de todos los tamaños, que ningún municipio de China, Japón, EE.UU. o Panamá jamás podrán alumbrar con tanta belleza y arquitectura. Solo DS.

ESCRITOR COSTUMBRISTA.

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