• 06/04/2018 02:03

Resiliencia

‘Cuando una vida tan cerca se apaga sin una razón que lo justifique, se convierte en algo inexplicable, aún sin desconocer que la existencia es finita'

Seguramente la vida es un propósito definido que se extiende durante un tiempo determinado, que oscila entre cada ser y que el destino nos administra por separado. Nadie ha podido determinar nada contrario a esta incertidumbre sobre la existencia sucinta. Nos ocupamos en combatir a las enfermedades y de atajar la vejez, pero escoger el momento de partir no es asunto que se puede disponer, como para cambiar o intercambiar los tiempos o los momentos.

Podemos decir que ha transcurrido un año y siete meses luego de oír sin escuchar, la noticia de aquella repentina partida promovida por la cadena de actos de maldad tejidos en este embrollo y motivados por las mentes aberradas, en ese fatuo deseo de dañar al semejante; sin embargo, y a pesar de estar postrado ante este intenso dolor lacerante, hemos pedido en reitero al hado estoico, que tenga clemencia para que no les repita a ellos este padecimiento que hoy exteriorizo y no hablamos del perdón para disculpar la afrenta, es por la simple humanidad, porque nada ni nadie podrán compensar esta pérdida. Nos queda el resto del tiempo en vigilia, en la espera de las incontestadas preguntas.

El duelo es una experiencia que se convierte en un largo proceso envuelto en una multiplicidad de factores que influyen a favor o en contra, como la propia familia, el entorno caldeado de presagios, la situación tajante que redunda el ambiente del afectado, junto al resto del contexto, en el que se siente el engaño extendido, porque hay asuntos que no tienen remedio, a pesar de que exista un rosario de conjeturas o tardos pronósticos, para explicar el transcurso del alma descarnada. Han sido largas jornadas de exposición innecesaria que hay que resistir, pues de otro modo dicen que el afectado no maneja la resiliencia.

Los primeros siete meses fueron de constantes preguntas veladas en torno al silencio sobre cera caliente y ante la proscrita orden de partida, mientras circuló la solapada rueda del tiempo, paciente he inadvertida, sobre este abrojo de los 19 meses de matrícula y asistencia a esta escuela de congoja en la que cada noche se repite la clonada estampa del cuerpo mustio y vestido de abogado, interpuesto inerme en la antesala del incinerador, junto al coro de lágrimas y lejanos sollozos arrendados a pésames de los allegados que ya olvidaron y de preguntas sin las respuestas, con lo que las mentiras piadosas han condimentado esta ensalada del engaño para extender este suplicio.

Han opinado sabios en ramalazo y expertos en tristeza, al tratar de medir las conmociones que debe padecer un padre que pierde a su hijo con la pena diluida entre la tristeza o condolencia, que los peritos idóneo dicen conocer al medir los actos emocionales o anímicos del doliente, que han denominado como resiliencia, una capacidad del afligido para enfrentar y resistir una realidad adversa como esta, con la propensión de readaptar esa capacidad de sobreponerse a una situación como la explicada, además de salir fortalecido de la experiencia. Claro que el resiliente debe ser realista y capaz de detectar la causa del problema, pero además, saber manejar las emociones y mantener la calma ante las presiones. Eso no es tan fácil de decir con palabras huérfanas del alma o carentes del espíritu.

Cuando una vida tan cerca se apaga sin una razón que lo justifique, se convierte en algo inexplicable, aún sin desconocer que la existencia es finita. Este golpe tajante y en seco, corta de repente una relación continuada que persiste en los recuerdos y que nos cuesta idealizar. Con el duelo viene un largo proceso en el que se conjugan los factores aleatorios para el reacomodo emocional con el que debemos familiarizarnos, mientras tratamos de sobrellevar a los que con mentiras piadosas tratan de alguna manera de ayudar. Nos dicen y repiten, que los que se mueren descansan y otro montón de dislates. Estamos lejos de contar con ese apoyo emocional que nos dé ese abrigo sobre el inclemente desasosiego.

ABOGADO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus