• 13/06/2018 02:00

El cáncer institucional en el Estado panameño

Con el retorno del expresidente Martinelli, sus consecuencias inmediatas y las que de seguro muy pronto se nos vendrán encima como el estruendo

Con el retorno del expresidente Martinelli, sus consecuencias inmediatas y las que de seguro muy pronto se nos vendrán encima como el estruendo de un volcán, capaz de dejarnos vecinitos de Haití o de Burundi y como no puedo hacer otra cosa, he decidido refugiarme leyendo sobre temas de la institucionalidad del Estado, con la esperanza de que ustedes que saben más que yo reflexionen y pidan a gritos una nueva constitución sustentada con valores en donde se establezca que un presidente de la República es solo eso: Un excelentísimo mandatario dispuesto a respetar los poderes del Estado.

Hace falta una carta magna libre de la soberbia que nos hace estériles, con plena libertad de expresión, exenta de tizones apocalípticos como la paridad de género (a propósito, ¿no sé por qué hay tantos homosexuales, si ellos no procrean?). Necesitamos que los gobernantes con su autoridad conduzcan al país hacia el bien común, sin totalitarismo, abusos con el resto de los humanos ni dictaduras y menos influenciados por la fracasada izquierda que obliga al pueblo a adquirir sistemas políticos para atornillar en el poder y para siempre a familias ateas como los Castro, los Chávez y los Ortega.

Panamá necesita de un nuevo ordenamiento. No puede ser que después de las bases que nos dieran Victoriano Lorenzo, Arnulfo Arias y Omar Torrijos lancemos todo ese tesoro al estercolero por las ansias del poder, del dinero y la ‘jauja'. Necesitamos de una contextura nacional, de una carta que proteja como una caja fuerte la Identidad nacional: ‘La pelea es peleando', ‘Panamá para los panameños' y ‘no quiero entrar a la historia, quiero entrar al canal', todas esas bases que debiesen escribirse en el mármol del cerro Ancón las han cambiado los políticos emergentes desde que nos entregaron el canal ahora es ‘La pelea es robando, ‘Panamá para los diputados' y ‘la plata de la zona es mía'.

Desde el campo donde orgullosamente vivo (El Potrero de La Pintada), anhelo para la gente humilde de corazón una nueva hechura, que los presidentes, funcionarios y legisladores no roben ni acepten por sus posiciones acciones al portador en los megaproyectos como mineras, concesiones y empresas. Pueda que el cáncer que está matando a nuestra sociedad, se extirpe con una apropiada complexión con una constitución nueva, de no ser así, pueda que el odio visceral que noté en las caras de los acusadores y defensores de Martinelli se salga de la estrecha ronda que nos protege del fuego infernal, que por ahí anda.

ESCRITOR COSTUMBRISTA.

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