• 09/12/2018 01:01

El estadista que Panamá necesita

‘La parodia es que Roux, Cortizo y Blandón carecen de las dotes del estadista, son los mismos políticos de siempre'

Cervantes diseña dialécticamente su magna obra. Alonso Quijano y Sancho son el contrapunto de una acción narrativa que sorprende por el humor irónico, dramas inéditos y metáforas que critican, sutilmente, los abusos del poder y la corrupción de la elite.

Alonso es el hidalgo empobrecido, la lectura lo apasiona y su elán lo lleva a encarnarse en un caballero medieval que lucha por el honor de las mujeres, la libertad y la justicia social.

Sancho es el rústico, el analfabeta con el sentido común de los que sufren mucho, es el contrapelo ideal del Caballero de la Locura.

El Quijote oscila en la interacción de los dos personajes, uno no puede existir sin el otro. El eje ontológico de la trama cervantina está en el antagonismo de un loco cuerdo y un ilustrado analfabeta.

El legado filosófico y cultural del ayer, Cervantes lo actualiza, dramáticamente, con la universalidad de un devenir humano de luces, derrotas, virtudes y prejuicios.

El hombre de Argamasilla aplica el ying y el yang que Heráclito poetiza en la expresión magistral: el ser humano nunca puede bañarse dos veces en el mismo río, pues todo fluye y cambia al instante. Los humanos somos seres cinéticos.

Sancho es un contestatario sin coordenadas de tiempos y latitudes. El marginado, que lucha por sobrevivir a las adversidades e infortunios y a la opresión de las clases dominantes.

El Sancho universal se encarna en Victoriano Lorenzo. El cholo letrado levanta la bandera por una sociedad más justa, equitativa y que respete a una población maltratada. Victoriano empuña la proclama cervantina de la Edad Dorada.

Sancho, en la ínsula Barataria, ejecuta el ideal caballeresco de Cervantes. El labrador gobierna con equidad, la justicia la aplica sin la ley del encaje, es honesto, sin dinero llegué y sin él salgo, desnudo me voy, sin nada de coimas ni negociados millonarios como lo hacen hoy los corruptos que nos gobiernan.

Sancho renuncia a los halagos y prebendas que anhelan los mandatarios, prefiere la sencillez campesina: Sé de arar, cavar y podar las viñas.

Sancho siempre es Sancho, nunca olvida los orígenes y lealtades, su pathos es servir con decoro y justicia a todos. Se adelanta a su época, aplica la ley del salario mínimo, la ley de control de precios, crea el alguacil de pobres, es decir, el defensor del pueblo de hoy. Censura la vulgaridad y temas lascivos en las canciones, el reggae.

Sancho limpia la ínsula de la inmundicia, vagabundos y holgazanes, elimina las casas de juegos, los casinos institucionalizados en nuestro país. La ley la aplica con fallos que en nada se parecen a las sentencias de los jueces, fiscales y magistrados de un poder judicial carcomido por la corrupción como ocurre en PANAMÁ.

Sancho es el ingenio secreto y punzante del pueblo, que se concreta en los diez días de Gobierno que Barataria reconoce como la acción de un estadista inolvidable.

Cervantes más que el Quijote es Sancho. Sancho es el pueblo, la sabiduría popular, el sentido común. Sancho es el verdadero héroe cervantino, al final cuando Alonso Quijano se derrumba, Sancho lo incita a cabalgar y seguir quijoteando. Sancho es el Quijote que nunca se rinde. Sancho es Cervantes.

Cervantes es el hombre de las dificultades, para él nada es fácil, es perseguido por la inquisición, está varios años cautivo por los otomanos. Los ilustrados del Siglo de Oro lo menosprecian. Vive a contracorriente, sobrevive a todos los naufragios existenciales.

La parodia es que Roux, Cortizo y Blandón carecen de las dotes del estadista, son los mismos políticos de siempre. Ellos guardan silencio cómplice ante la corrupción de sus membresías, representan a la plutocracia.

Recomiendo la lectura de La magia del Quijote de Ricardo Arturo Ríos Torres e Isolda de León Becerra.

Dedicado a Avinash Kumar, estudiante hindú que estudia en Panamá la magistral obra de Cervantes.

HISTORIADOR, ESCRITOR Y DOCENTE.

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