• 30/01/2019 01:00

La historia, un poder controlado

La historia es ciencia, un grano de levadura a la conciencia crítica y colectiva, a la identidad, pero sobre todo una valiosa herramienta de conocimiento

La historia, ¿qué cosa es? Entenderla no es cosa de apresuramientos, pues podríamos tergiversar su esencia. Apunta Josep Fontana (2006): ‘El franquismo daba una gran importancia a la historia y la manipulaba a su conveniencia para legitimar su condena de la democracia' (pág. 2). Por el contrario, la democracia condena la historia, toda vez que riñe contra el statu quo de los sectores dominantes. De ahí el interés estatal por esclavizar el relato histórico a sus intereses.

En nuestra andadura universitaria como potencial bisoño de historiador, he de concebirla toda una institución que desempeña una labor científica, social, cultural y política frente a los hechos. La historia es ciencia, un grano de levadura a la conciencia crítica y colectiva, a la identidad, pero sobre todo una valiosa herramienta de conocimiento. Por tanto, acallar su voz y apagar su luz, resulta un gesto tendencioso de los Gobiernos en turno.

La crisis en la enseñanza de la historia, a todos los niveles, en nuestro país, no es ajena a esta realidad planteada. Conscientes de la misma, el poder político y económico desde siempre, se han preocupado por controlar y maniatar semejante poder social. ‘Porque eso de la historia, como dijeron en su momento la señora Thatcher y Nikita Jrushchov… es demasiado importante, como para dejarlo sin vigilancia en manos de quienes se dedican a enseñar'. (Fontana J. 2006, Pág. 5).

Sin dudas, la educación ha sido ese vehículo de control. Los nombres de calles, avenidas, monumentos y celebraciones, también han tenido un sutil rol pedagógico en el lavado de cerebro respecto a la cosa histórica. La crisis en la enseñanza de la historia es una problemática real que los historiadores deben indagar, examinar, explicar y difundir para formar o robustecer la conciencia colectiva.

Siendo ‘la interpretación el elemento constituyente del dato histórico' (Carr, E. H. 1983), nos permite advertir que un adoctrinamiento histórico, por parte del Estado, se constituye en un atentado a la conciencia individual con un lesivo trasvase a la colectiva. Una conciencia colectiva, escribió Marc Bloch (1993) está formada por ‘una multitud de conciencias individuales que se influyen incesantemente entre sí'.

Nada tiene de pasiva la crisis en la enseñanza de la historia en nuestro país. El panorama socioeconómico y político convulsionado que amenaza nuestros derechos sociales, no encuentra conductas colectivas reivindicatorias, pues al maniatar y controlar los grupos de poder, la historia oficial, repelen el germen de la revolución social. Cabe destacar que, en esta crisis inducida, no todos los que enseñamos historia tenemos manos impolutas.

En suma, la historia es un contundente instrumento de conocimiento, un Poder que fertiliza la conciencia colectiva, y que para los grupos dominantes no puede estar en manos de los sectores populares. Su enseñanza debe tener una utilidad social efectiva, más allá de memorizar. Debe enseñar al estudiante a investigar con rigurosidad científica, a pensar, ser crítico, a tener sentido común y criterio propio. En fin, a introducir ese grano de levadura que fermente la conciencia crítica y colectiva en nuestros estudiantes.

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