• 07/04/2019 03:01

Encuestas, monitoreos y hallazgos

Solo hasta hace poco tiempo las encuestas comenzaron a prestar atención a temas de raza y género

Las encuestas de opinión pública son necesarias para la democracia. Permiten que el público hable y sea escuchado. Y cada opinión tiene un peso igual. Este sentir se ha mantenido durante mucho tiempo en la industria de las encuestas, desde los primeros días de George Gallup, quien calificó las encuestas como ‘el pulso de la democracia'. Pero las encuestas ayudan a entender a la sociedad en la medida en que estemos conscientes de sus limitaciones. Por ejemplo, uno de cada cuatro panameños afirma que el matrimonio se ha vuelto obsoleto, pero es difícil creer que tantas personas llamen al matrimonio obsoleto antes de que un encuestador introduzca la palabra.

Muchos de los hallazgos que arrojan las encuestas dan luz de hacia dónde se mueve el mundo. Informan que el apoyo para legalizar la marihuana ha aumentado del 10 % en 1980 al 52 % en 2017, que solamente el 35 % de los panameños en 1975 sentía que podían administrar el Canal de Panamá, y que la credibilidad del Tribunal Electoral descendió del 82 % en 1998 a menos del 35 % en 2018. Quedaría por ver ahora cómo se combina en la opinión pública la obsolescencia del matrimonio con la libertad de consumir sustancias psicodélicas, la desconfianza en nuestro recurso humano y la suspicacia en nuestro aparato electoral.

Desde que se crearon las encuestas, se han planteado preguntas y muchos de sus descubrimientos se han documentado. En ‘Social Trends in American Life', más de un millón de adultos en Estados Unidos han sido muestreados desde 1972 sobre valores, productos y comportamientos, además de su relación con la sociedad y el bienestar individual. De allí sabemos, por ejemplo, que el ‘liberalismo' hacia la homosexualidad ha aumentado en un 73 % desde 1974, mientras que el apoyo al aborto ha disminuido en un 6 %. Igualmente, el número de votantes que se identifican como independientes ha aumentado de 27 % a 47 %, pero sospechamos que esto se debe más a una cuestión de autoimagen que de preferencia política.

Solo hasta hace poco tiempo las encuestas comenzaron a prestar atención a temas de raza y género. Una pregunta en 1982 encontró que solamente el 12 % de los encuestados apoyaba la contratación y promoción de negros en el lugar de trabajo. Al mismo tiempo, en un lapso de dieciocho años (de 1990 a 2008), el número de blancos dispuestos a decir que su propia raza es la más inteligente disminuyó del 56 % al 24 %. Desde 1973, la confianza en la medicina bajó del 54 % al 31 % y el apoyo a la industria bancaria se desplomó de 42 % en 1994 a 11 % en 2010. Una encuesta en 2006 preguntó a más de cinco mil personas cuán felices se consideraban a sí mismas (‘muy', ‘algo', ‘nada') y las proporciones de hombres y mujeres que dijeron ‘algo' son casi idénticas, un 30 %. Sin embargo, el estado civil hizo la diferencia, con 55 % de los casados ‘muy' feliz y solamente el 15 % respondieron ‘nada'.

De acuerdo a nuestra experiencia, las encuestas son mejores cuando revelan información nueva, incluso inesperada. Con este fin, en 2003 cuando dirigíamos el diario La Prensa, pedimos a Ditcher & Neira la recopilación de respuestas en torno a cinco temas: seguridad, economía, justicia, corrupción y política, pero con un giro. Queríamos saber cómo pensaban las personas sobre cada uno de los temas, pero cruzados con respecto a los demás. Combinaciones como estas no se habían realizado anteriormente y descubrimos entonces que, por ejemplo, tres de cada cuatro panameños sentían que Panamá es un lugar seguro donde no existe cultura de ahorro, la justicia está en mora con la sociedad y los políticos son los principales responsables del derroche de dinero de las arcas del Estado.

Sería interesante que un medio de comunicación serio se animara a encomendar a una encuestadora preguntas sobre la correlación entre la Ley Antitabaco, la medida del control de precios, el rechazo a la reelección y la iniciativa de reformas a la Constitución. Porque en Panamá, al igual que otros lugares, las encuestas proporcionan precisión, incluso con márgenes de error, pero deben ser planificadas con responsabilidad y realizadas científicamente, para que produzcan resultados numéricos que revelen hallazgos que luego se puedan evaluar, interpretar y repensar. Pero de allí a montar repentinamente un monitoreo telefónico, como lo ha encargado recientemente un diario de la localidad, precisamente en este mes previo a las elecciones, más bien lo que revelan son otros propósitos muy distintos a los que debieran tener estos menesteres.

Porque solo cuando las encuestas se hacen bien, pueden revelar una amplia gama de puntos de vista y al mismo tiempo animar nuestra democracia.

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