• 10/09/2019 02:00

Cuando un político roba

‘¿Cómo explicarle lo contrario a un hijo, a un estudiante, a un joven en riesgo en nuestras calles?; pues, ven en los políticos una forma de vida cómoda [...]'

Quizás a nadie se le ha ocurrido ver seriamente la magnitud del daño directo e indirecto de la corrupción, máxime en el caso de una ‘corrupción institucionalizada', que día a día nos toca vivir y padecer en Panamá.

Vivimos en una sociedad donde ser corrupto es la regla y No la excepción, donde se roba impunemente, donde la probidad en el funcionario no existe y hasta ya permea en nuestro Sistema Judicial.

Cada vez que un político atenta contra la cosa pública (roba) agudiza la desigualdad, condena a la pobreza a grandes núcleos humanos, afecta el desarrollo nacional y, sobre todo, vulnera más la pobre base axiológica del ciudadano común, al enviar mensaje de que ‘robar paga', ‘ser mentiroso paga', ‘engañar paga', ‘venderse paga'.

¿Cómo explicarle lo contrario a un hijo, a un estudiante, a un joven en riesgo en nuestras calles?; pues, ven en los políticos una forma de vida cómoda, una forma de ociosidad productiva, una forma de pelechar de las arcas del Estado y ser felices, vivir bien, tener a sus hijos en el mejor colegio, alimentarlos bien, vestirlos a la última moda y ofrecerles toda la comodidad que ‘el dinero mal habido puede ofrecer'.

No hay cuestionamiento que valga, no hay ‘mordiscos de consciencia' que lo saque de esa avaricia descontrolada, de ese ‘haberle perdido el respeto al dinero', que los lleva a estar en la condición de que ninguna cantidad los sacia.

Asimismo, los funcionarios de alto vuelo, al saber que nadie los juzgará, que No existe la certeza del castigo, que nuestras leyes ‘nunca los alcanzarán', siguen en sus andanzas, resquebrajando y descomponiendo nuestra infraestructura social.

Duele decirlo, pero tenemos que empezar a sufrir nuestro país, esto implica No permitir concertaciones políticas desde el Ejecutivo so pretexto de que, por ejemplo, se controle la Asamblea Nacional o ceder espacios a partidos políticos, que tanto daño han hecho a nuestra convivencia pacífica.

Que el Ejecutivo deje de administrar el Estado en función partidista y en uso permanente de ‘comodines', que consolidan la inequidad y repercuten directamente en nuestra democracia. Que el presidente de turno entienda que nuestro país No es una finca privada, que él fue elegido para administrar con decencia y rodearse de hombres y mujeres profesionales que verdaderamente hagan justicia, y lleven a la población panameña a hacer uso de su indeleble derecho a la felicidad y a mejores días.

Dios salve a Panamá.

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