• 11/05/2020 00:00

Sobre comunicación: con o sin pandemia

En el año 2006 (o sea, hace catorce años) publiqué “Estrategias de comunicación para el desarrollo”. En ese entonces gobernaba el presidente Martín Torrijos en Panamá, George W.

En el año 2006 (o sea, hace catorce años) publiqué “Estrategias de comunicación para el desarrollo”. En ese entonces gobernaba el presidente Martín Torrijos en Panamá, George W. Bush en los Estados Unidos, Vicente Fox en México, Hugo Chávez en Venezuela y Álvaro Uribe en Colombia, solo por mencionar algunos de los cercanos. Los retos eran otros muy distintos a los que vivimos ahora, pero igualmente, cada uno de estos personajes presidenciales se valía de un proceso de comunicación social y político para dar dirección a sus naciones y seguidores. Bush para perpetuar un imaginario ficticio sobre “armamentos de destrucción masiva” en Iraq, y Chávez, con un respaldo popular oficializado en las urnas, para avanzar una causa político-social que hoy aún discutimos.

Sobre nuestros países en desarrollo, en el ensayo decía que: “En las últimas décadas, en un afán desmesurado de adquirir estatus de país de primer mundo, muchas naciones subdesarrolladas, en particular algunos de nuestros países latinoamericanos, han optado por ejecutar dictámenes y políticas que provienen de las fábricas de conceptos e ideas que delinean y ponen en circulación los centros de pensamiento teórico de los países del primer mundo. Es decir, ejecutan programas económicos, políticos, ambientales, culturales y sociales, etc., basados en modelos diseñados por entes externos a las realidades de sus naciones”.

Pero catorce años después de ese escrito, el entorno sociocultural y político, no ha avanzado lo suficiente para detener las amenazas que nos acechan. Me referí entonces a Erving Goffman (1974 Frame Analysis), en donde describió el entorno, o sea, el “marco social” como “el patrón básico organizativo que la gente usa para ordenar lo que percibe y que, en última instancia, define y le da forma a esa percepción”.

Es innegable que los procesos de comunicación entre el individuo y el resto de su entorno social están metódica e indudablemente condicionados por los medios de comunicación que tienen a su disposición, muchas veces sin que él o ella lo perciban o reconozcan. Eso incluye desde los conceptos primarios en que se basa para la toma de decisiones, hasta las más complicadas ecuaciones mentales e intelectuales que formula en la búsqueda –desde su muy particular punto de vista– de lo que él considera un mejor contexto en el cual convivir, eso que definió Goffman como “marco social”. Y entonces apareció Twitter.

Todas y cada una de las estrategias de comunicación hoy consideran el marco que provee las redes sociales, un espacio en que los mensajes y sus intenciones tienen comienzo, pero no tienen fin, mucho menos el fin que desea el emisor. No es en sí el medio (redes sociales), sino el marco social desde sus incontables tentáculos de influencia. Cada tentáculo con sus motivaciones: nobles o perversas que hacen del proceso comunicativo un mundo incontrolable, por lo que “… las conclusiones a las que llega el individuo se hacen más complejas aún, reflejo del condicionamiento inacabable que sobre él ejerce el sistema en su totalidad”.

Dentro de ese sistema también están los líderes (léase también gobernantes). El New York times reportó el viernes que: “El Gobierno mexicano no informa sobre cientos, posiblemente miles, de muertes por el coronavirus en la Ciudad de México, contradiciendo a ansiosos funcionarios que han contado tres veces más muertes en la capital de lo que el Gobierno reconoce públicamente”. Estas sospechas ocurren luego de que el presidente López Obrador (primer vocero de su Gobierno) le dijo a sus ciudadanos que “Salgan a comer, sigan con su vida normal”, minimizando las amenazas de la pandemia que hoy los afecta. Donald Trump en Estados Unidos, hace lo mismo.

No es la tecnología, es el marco social que paulatinamente ha empeorado, envenenado por la influencia negativa que ella misma trasmite a través de las redes sociales y en muchos casos, por líderes fallidos.

La comunicación con la Nación es un reto mayor que debe ser visionaria, con o sin pandemia. El proceso de comunicación que sale de Palacio debe ser prístino y estructurado sobre la verdad. Debe sostenerse sobre los objetivos puntuales de construir un mejor sentido de futuro. Y ya que estamos experimentando nuevas prácticas sobre la utilidad de la tecnología, debe también, a través de la educación, redefinir su influencia en la construcción de un marco social más alentador, más humano y más positivo.

Comunicador social.
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