• 20/09/2020 00:00

El PIB es un indicador limitado del bienestar

A través de las noticias hemos visto hambrunas en África matando a millones de personas. También hemos visto el agujero cada vez mayor en la capa de ozono y otros problemas ambientales.

A través de las noticias hemos visto hambrunas en África matando a millones de personas. También hemos visto el agujero cada vez mayor en la capa de ozono y otros problemas ambientales. Y, por supuesto, vemos ahora el ensanchamiento de la brecha social y la inequidad económica que existe en muchos países del mundo. Y yo que una vez pensé que la economía sería la asignatura perfecta que podía ayudar a resolver estos problemas.

Tuve la dicha de estudiar economía en Ripon con el Dr. John Livingston, discípulo de John Maynard Keynes. Aprendí todo el conocimiento fundamental que había que aprender; memoricé todos los diagramas que había que memorizar; tenía buen control de las teorías básicas como la oferta y la demanda, los factores de producción y la teoría de precios. Y, aunque después obtuve un MBA y ocupé cargos que resultaron ser verdaderas experiencias en estructura organizacional, libre competencia y regulaciones económicas, en el fondo estaba frustrado porque nada de lo que había aprendido ayudaba a resolver el principal problema del mundo: la desigualdad social a pesar del crecimiento económico.

Con el tiempo, volvimos a dibujar esos diagramas que habíamos memorizado y en lugar de líneas dentadas y curvas inclinadas, comenzamos a pensar en círculos concéntricos, donde el centro, literalmente en el hoyo, la gente vive sin comida, sin agua, sin salud, sin vivienda y sin educación. Más hacia afuera del centro, en las áreas entre los círculos, la gente vive, trabaja, consume y realiza actividades. Y más allá del círculo exterior, la gente contamina el planeta, causa cambio climático, acidifica los océanos y crea un agujero en la capa de ozono.

En 2017, Kate Raworth publicó un libro llamado “Doughnut Economics”, muy leído por académicos, especialmente en lugares que prestan atención a la economía tradicional y que sienten que se ha quedado corta. Y luego, en 2020, llega la pandemia mundial de COVID-19, una crisis de salud y una catástrofe económica que nuevamente resalta las desigualdades en ingresos, educación, trabajo y acceso a la atención médica. Es decir, demasiada gente empujada hacia el hoyo del donut.

Igualmente, la teoría del pensamiento económico del siglo XX no habla de las limitaciones de un planeta vivo delicadamente equilibrado. Cualquier degradación del aire o contaminación del agua son consideradas externalidades ambientales y la fórmula para alcanzar el progreso siempre es a través y por medio de un crecimiento sin fin. Nadie pensaba entonces sobre la capacidad limitada de la Tierra de regenerar sus recursos y absorber nuestros desechos. En lo único que se pensaba era en crecer. Y tanto así, que el Banco Mundial como el FMI, el BID y un chorro de consultores reflejan sus indicadores en torno al PIB, en abierto reconocimiento de que tenemos que centrar nuestros objetivos alrededor del crecimiento económico.

Pero hemos llegado a pensar que el PIB es un indicador defectuoso del bienestar. Si no entonces, ¿por qué Panamá y muchos otros países que han crecido en los últimos años, no han podido resolver sus problemas fundamentales? Los defensores del PIB dicen simplemente que es importante para mejorar el bienestar humano, pero el PIB no está correlacionado con la esperanza de vida, ni los índices de felicidad o con el acceso gratuito a atención médica. Claramente, no existe una relación cardinal entre PIB y bienestar humano.

En estos momentos, nuestro planeta está llegando a sus límites. Si todos consumiéramos al ritmo de una persona promedio en los países de altos ingresos, ya habríamos excedido el punto de no retorno, lo cual claramente no es una estrategia de desarrollo viable. La clave aquí es reconocer que “no crecer” es una estrategia de sostenibilidad y supervivencia, y eso implica reducir el uso de los recursos naturales.

“No crecer” tampoco es sinónimo de austeridad. De hecho, es todo lo contrario. La austeridad es una política que se organiza en torno a recortar los servicios públicos y recortar los salarios para reactivar el crecimiento. “No crecer”, sin embargo, exige inversiones en servicios públicos y una distribución justa de los ingresos existentes. Y no es que el crecimiento del PIB per se sea peligroso. Lo que es peligroso es que tenemos un sistema económico que depende estructuralmente de un crecimiento sin fin.

Definitivamente hay muchos países que necesitan crecer, países con economías de bajos ingresos, donde la gente está en el hoyo del donut y no puede satisfacer sus necesidades básicas. Y a medida que crecen, ese crecimiento debe reflejarse en satisfacer necesidades fundamentales. Pero igualmente las economías necesitan sincronizar sus economías con los límites planetarios, abogando por economías que sean más regenerativas, distributivas, equitativas y que funcionen dentro de los ciclos de nuestro planeta vivo. De lo contrario, como especie animal y raza humana, tenemos los días contados y la cuenta regresiva ya empezó.

Empresario
Lo Nuevo
comments powered by Disqus