• 25/10/2020 00:00

El primer paso es reconocer el problema

Hace veinte años, en julio de 2000, una portada de la revista Newsweek mostró a un niño obeso agarrando un cono gigante de helados que se derretía entre sus dedos.

Hace veinte años, en julio de 2000, una portada de la revista Newsweek mostró a un niño obeso agarrando un cono gigante de helados que se derretía entre sus dedos. “¿Gordo de por vida?”, leía el titular. La portada de Newsweek fue sorprendente, aunque no fue sino hasta diez años después que otras publicaciones se sumaron a la preocupación y comenzaron a presentar en sus portadas temas relacionados con la obesidad. La gente tenía sus dudas sobre el exceso de peso, pero no había conciencia pública todavía sobre el problema.

Algo cambió a principios de la década de 2010 que la gente comenzó a ver la obesidad como una crisis de salud en lugar de un problema personal. La obesidad no solo se convirtió en un problema de salud mundial, sino también cultural y económico. El consumo diario de calorías había escalado de forma espantosa desde los años 80 y cada año se registraban nuevos máximos. Detener la ingesta de calorías y aplanar la tasa de obesidad comenzó a ser prioridad en todos los países, y los investigadores y funcionarios de salud se convirtieron en agentes de cambio para modificar la forma en que las personas consumían alimentos y pensaban sobre ellos.

Los cambios se iniciaron con el reconocimiento científico de que la obesidad y el exceso de peso estaban relacionados con problemas de salud como diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas y cáncer. Y aunque ese reconocimiento no se produjo de la noche a la mañana, cada año cambiaban las actitudes de la población con respecto a los menús de restaurantes, alternativas saludables de comida, prohibición de grasas trans, reducción de sal en los productos enlatados, regulación de comida chatarra en quioscos escolares y creación de medidas impositivas a bebidas azucaradas. Hoy día, nueve de cada diez encuestados creen que es importante prevenir la obesidad. Sin embargo, el 35 % de los panameños adultos es obeso y casi el 66 % tiene problema de exceso de peso.

Definitivamente, no existe una línea recta entre el mensaje de salud pública y el comportamiento humano. Muchos sostienen que un mayor conocimiento sobre los riesgos de la obesidad y una discusión más amplia de la evidencia pueden ayudar a dar forma al debate público sobre el problema. El Ministerio de Salud empezó a hablar de obesidad en 2013, lenguaje que evocaba cierto grado de urgencia. Los funcionarios se dieron cuenta de la explosión de casos por diabetes tipo 2 y otras enfermedades no transmisibles, cuando se publicaron los hallazgos encontrados en el Censo de Salud de 2016, y desde entonces están preocupados. Las menciones de la palabra “obesidad” en los diarios, publicaciones y revistas ha subido exponencialmente y la frase “epidemia de obesidad” fue utilizada varias veces por el ministro Miguel Mayo en innumerables foros y entrevistas. La connotación de ser “gordo” ya no es un tema despectivo, al contrario, la conversación se ha tornado más humana y es un tema ahora del día a día.

Pero el reconocimiento de que la obesidad es una enfermedad y que puede propagarse rápidamente entre los niños es lo que ayudó a cambiar las actitudes del público más que cualquier otra cosa. Los niños rara vez son responsables de sus propias dietas y la evidencia sugiere que es más fácil prevenir la obesidad en los niños que revertirla. La creciente prevalencia de la obesidad infantil y todas esas portadas de revistas de jóvenes con sobrepeso han ayudado también a que la gente preste mayor atención al problema y que se dé cuenta de que la obesidad está más extendida de lo que originalmente se suponía.

Por supuesto que ya existen algunas fundaciones sin fines comerciales que han salido al paso y han comprometido miles de millones de dólares para invertir en investigaciones para la lucha contra la obesidad. Y reconocer que la obesidad es una enfermedad compleja que tiene serias consecuencias en la salud, y no solo un problema estético o un signo de falta de fuerza de voluntad, ha ayudado a que cada día haya más gente interesada en su tratamiento. Es decir, ha llegado el momento en que la atención está centrada en el aspecto fundamental de la salud y no tanto en lo cosmético, lo cual va a contribuir a que ahora fluyan más recursos y acciones en la dirección correcta para atacar de frente el problema.

Empresario, consultor de nutrición y asesor de salud pública.
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