• 08/11/2020 00:00

La madre que desconocemos

Hoy, tres de noviembre, veo a Panamá bajo la arquetípica figura de aquella madre envejecida, arrugada, sabia y pequeña. Esa dulce madre, que, además de llenarnos de amor, nos cuidó de todo (desde siempre, porque aquí nacimos), a veces hasta de nosotros mismos (sus hijos).

Hoy, tres de noviembre, veo a Panamá bajo la arquetípica figura de aquella madre envejecida, arrugada, sabia y pequeña. Esa dulce madre, que, además de llenarnos de amor, nos cuidó de todo (desde siempre, porque aquí nacimos), a veces hasta de nosotros mismos (sus hijos). La grandeza de Panamá está, precisamente, en ser pequeña. Porque así nos protegió de huracanes, tornados, terremotos, tsunamis. Y así también, por su estrechez, nos bendijo con la riqueza de su posición geográfica, haciéndonos pocos, pero muy privilegiados en las Américas. Una madre que ha querido a todo el mundo, aunque algunos solo vengan a saquearla, sin el más mínimo sentido patrio. Pero ella no les cierra las puertas, ni les niega sus bondades, a nadie que le quiera bien. Ni siquiera a quien le quiere mal, como ocurre con algunos de sus hijos, que habiendo nacido en ella solo buscan enriquecerse parasitándola. Su amor es puro, acostumbrado a dar, no a pedir ni a quitar. Por eso siempre nos da cosas buenas, que salen de su buena naturaleza, de su interior. Ahora bien, otro asunto muy distinto, podría ser lo que hagamos con sus dotes, con su herencia.

Hoy, vemos con tristeza cómo, paradójicamente, se le redujo aún más por querer agrandarla a la fuerza. El efecto que se obtuvo de rebote fue su empobrecimiento y el de la mayoría de sus hijos, a cambio de que algunos pocos enriquecieran desmesuradamente. Por darle una dosis de "progreso", la envenenaron de crecimiento dispar, desbalanceado e injusto. Crearon una fantasía insostenible, y ahora muchos vivimos añorando lo que fuimos cuando Panamá era pequeña. La modernizaron a la fuerza, privatizaron sus servicios, le pusieron un maquillaje gris e inflaron sus bancos para entonces empezar a venderla por partes. Dijeron que sus hijos eran malos, y llenaron la casa de vecinos. Sí, modernizaron a Panamá, a la fuerza. La polarizaron, la enfermaron desde antes de la pandemia (dicho sea de paso) ahora por eso, vivimos en un país bipolar. Una nación de tercer mundo que le entallan ropas y perfumes caros, desconociendo que mejor le queda lo simple y universalmente sabio. Han querido matarle su naturaleza, su humildad, entristeciéndola a ella y a sus hijos. Ahora nos hacen vivir en un país que tiene una parte bonita y cómoda, rodeada de mucha pobreza, injusticia social e inequidad.

La halaron de los cabellos al "progreso" para hacerla más apetecible a las IFIS, sin entender que gran parte del bienestar de toda buena madre se basa en el bienestar de su hogar y de sus hijos. Nos empobrecieron reduciendo nuestro nivel adquisitivo, intercambiándonos calidad de vida por seudocomodidad individualista. Así fue como olvidamos aquella pequeña palabra, que casi ni se oye en este país: Solidaridad. Porque en Panamá cada cual anda resolviéndose por su lado; los médicos por uno, los obreros por otro, los políticos en "lo suyo", etc. Es decir, cada uno de nosotros, se ha acostumbrado a "amarla" no por lo que es, la madre patria, sino solo en función de lo que podemos aprovecharle. No lloremos entonces porque este año no hubo desfiles, sino más bien por ella: la madre que desconocemos.

Ingeniero en sistemas.
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