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- 23/11/2020 00:00
Tecnocracia paramétrica o cuando vivir más no significa vivir mejor
Hace unos días atrás, se realizó un “webinar” coordinado por un colectivo de dirigentes populares denominado “Poder ciudadano”. El mismo, contó con una serie de invitados pertenecientes a una heterogénea organicidad social local. Al parecer, se buscaba fomentar la coincidencia de posicionamientos frente a la propuesta misógena y clasista que se viene abanicando por parte de los beneficiarios del modelo transitista y rentista de las últimas décadas, sobre el régimen de pensiones de vejez de la CSS.
Las argumentaciones hilvanadas por el Dr. Julio Osorio -dirigente de la Comenenal- y de la profesora Juana Camargo, representativa de las mujeres panameñas, estuvieron caracterizadas por una madura criticidad acerca de la seguridad social y la atención de salud. Esto, a pesar del brevísimo tiempo que les fue concedido para plantear sus puntos de vista y alineamiento con las consignas referidas a respaldar una CSS solidaria, pública, integral y universal.
En el caso particular de la colega Camargo, fue tajante la visibilización de una realidad comúnmente soslayada, incluso por las propias organizaciones de base popular. La respuesta, cosa que no pudo dedicarle mayor tiempo a su explicación, está en el predominio de cultura y estructuras patriarcales, además de clasistas; cultura que, por lo común, hace ver como natural lo que no lo es.
La reproducción de la fuerza de trabajo familiar, acotó la licenciada Camargo, es parte del trabajo impago del modelo de producción capitalista. Aquí -esto no le alcanzó explicarlo- se mira hacia otro lado, cuando se trata del reconocimiento material a dicha labor del mundo doméstico. Es decir, si se tuviera que pagar a una persona fuera del hogar para efectuar los llamados servicios domésticos, se tendría que incluir en los gastos propios de la canasta básica familiar, el pago por tales servicios. Al no hacerlo, porque en la perspectiva patriarcal esto es “trabajo propio de la mujer”, no se incluye en el cálculo de los costos de la canasta familiar y, por tanto, el monto monetizado del salario que debe pagar un empleador, resulta menor.
La licenciada Juana, también hizo una advertencia, al respecto del uso antojadizo de los índices de esperanza de vida. Dijo en este aspecto que, “Esperamos que a ningún defensor de esas políticas de la muerte se le ocurra hacer referencia a nuestra esperanza de vida”. Esta admonición, de por sí expresa una realidad de desigualdad social que conspira contra las mujeres, asalariadas o no, pero de clases laborales. Aquí, se trata de develar el hecho de que, por el evento de que las mujeres viven más -tienen mayor expectativa de vida que los hombres- los tecnócratas paramétricos rápida y acríticamente llegan a la conclusión de que el parámetro edad -período de vida- es mayor en las mujeres y, por tanto, debería moverse su edad de pensionamiento por encima de la de los hombres que mueren antes.
Aunque lo que digamos aquí no cambia el criterio de la tecnocracia, las mujeres no mueren más rápido que los hombres, pero pasan más que estos, una parte mayor de sus vidas, sufriendo de las enfermedades crónicas no transmisibles. La tasa de hipertensión arterial en los hombres era de 2032.1, por cada 100 mil habitantes, mientras la misma era de 3770.5 en las mujeres. La de diabetes era de 617 por cada 100 mil habitantes, cuando esta era de 1248.5 por cada 100 mil habitantes. La misma realidad se constata en los últimos años con respecto al resto de enfermedades crónicas no transmisibles (Minsa, 2018).
La tecnocracia debería saber que vivir más años no necesariamente significa vivir mejor, razón por la cual cabe ser objeto de castigo con más años para alcanzar la edad de retiro laboral. Las medidas que introducen la variable edad en esa ecuación paramétrica, están vacías de otros atributos que el razonamiento cuantitativista actuarial no comprende. Menos comprende, que se desprotege a la fuerza de trabajo familiar, al diezmar a sus cuidadoras.
La tragedia de esta desigualdad resulta esclavizante del consumo de largo plazo de medicamentos ofertados por los mercaderes de la salud; sus medicamentos no curan estas morbilidades, únicamente las alivian. Por ende, los costos en las mujeres son tales, que invalidan esa premisa perversa de que, vivir más es sinónimo de vivir mejor y, por tanto, puede exigírseles a las mujeres contar con edad similar o superior a la de los hombres, para obtener una pensión de vejez.