• 18/01/2021 00:00

Sobre el cientificismo (que no es ciencia) en salud

“[…] la idea de que un médico solo es médico cuando recomienda pastillas […] de un laboratorio suizo, y es “chamán” cuando recomienda remedios ancestrales, es una idea cientificista, no científica”

Los nativos mesoamericanos preparaban las tortillas de maíz mezclándolas con cal. Cuando llegaron los españoles, vieron eso y lo consideraron primitivo. Los nativos decían que ese proceso, llamado nixtamalización, era ordenado por los dioses. Los españoles, más civilizados y modernos, decidieron que esas ideas primitivas no tenían cabida con ellos. Así que cuando comenzaron a preparar en Europa -porque el maíz les gustó- cosas a partir de maíz, se saltaban el paso de la nixtamalización. «¡Qué iban a saber esos primitivos indios! Mira que hay que ser primitivo para mezclar comida con cal y otras cosas, y encima, con pensamiento mágico, afirman que eso le da propiedades divinas al maíz, ¡qué clase de tradición barbárica, inculta, primitiva! Qué bueno que nosotros, los europeos modernos, sabemos mejor que ellos». ¿Sabe cómo termina la historia? Con alta prevalencia de pelagra durante siglos en Europa y en el sur de los Estados Unidos, por dieta deficiente en niacina. ¿Sabe por qué a los nativos mesoamericanos, que tenían alimentación a base de maíz, no les daba pelagra? Porque ellos nixtamalizaban sus tortillas de maíz. Y resulta, sabemos ahora, que ese proceso de nixtamalización hace biodisponible la niacina en el maíz. Es decir, los nativos habían observado a lo largo de generaciones, que ese proceso de nixtamalización les ayudaba a prevenir enfermedad. El hombre blanco, creyéndose superior, moderno, no podía permitirse adoptar costumbres primitivas, impregnadas de pensamiento mágico, de modo que omitió la nixtamalización, y como resultado causó daño innecesario durante siglos. Todo por creer que todo lo que no entiende, no sirve.

El cientificismo es la idea de que únicamente es válido el conocimiento adquirido mediante proceso científico. Así, el cientificista desprecia el conocimiento tradicional cultural, transmitido de generación en generación, pues dicho conocimiento no fue adquirido mediante un proceso “científico”. Así, se desprecian los remedios de las abuelas con adjetivos como “pócimas”, “brebajes”, y otros calificativos que señalan aquellos remedios como algo primitivo, barbárico, propio de gente ignorante.

La colchicina, extraída de plantas del género Colchicum, fue empleada con éxito en Europa como remedio para tratar el dolor en ataques de gota, desde al menos el Siglo V. Pero desapareció de los libros de Medicina después del Siglo XIII y no reaparece hasta fines del Siglo XVIII. ¿Por qué desapareció de los libros médicos por más de 400 años? El abandono de la colchicina “coincidió con el Renacimiento […] el Renacimiento trajo un regreso de las enseñanzas médicas de Hipócrates y Galeno, quienes veían toda enfermedad como resultado de un desbalance de los constituyentes corporales. Mientras para la mente medieval […] tenía sentido que hubiese curas específicas para dolencias específicas, tales conceptos eran repugnantes para los ilustrados clasicistas del Renacimiento” [JAMA. 1984;251(18):2387-2390]. Es decir, para los médicos del Renacimiento, la colchicina no podía servir, porque no había un mecanismo de acción teórico de su supuesta eficacia en el tratamiento del dolor e inflamación generadas por crisis severas de gota. Continúa el artículo citado: “Las compañías farmacéuticas han girado crecientemente hacia argumentos teóricos, por sobre los prácticos, para usar sus fármacos. Así, se nos pide usar un nuevo fármaco para la artritis porque impide que los monocitos avancen a través de un filtro, un nuevo antidepresivo porque bloquea la recaptación de serotonina… y (un) nuevo antihipertensivo porque bloquea la generación de angiotensina… lo que se pierde en tales discusiones son las únicas tres cuestiones que importan al elegir una terapia: ¿Ayuda? ¿Qué tan tóxica es? ¿Cuánto cuesta? En esta atmósfera nos arriesgamos a rechazar una terapia segura, barata y efectiva a favor de otro tratamiento quizás menos eficaz y más tóxico, pero que resulta más interesante en términos de nuestra más actualizada visión de la patogénesis de la enfermedad” [JAMA. 1984;251(18):2387-2390]. Aquí aplica la frase de Nassim Nicholas Taleb: “Para las personas del mundo real, si algo funciona en teoría, pero no en la práctica, no funciona. Para un académico, si algo funciona en la práctica, pero no en teoría, no existe”.

La idea de que los remedios efectivos se inventaron apenas en el Siglo XX con el ensayo clínico aleatorizado (ECA), es tan absurda como difundida. El ECA es una gran herramienta para someter una hipótesis a testeo empírico. Pero es miope la pretensión de que el ECA sea la única herramienta útil del conocimiento sanitario. Lo anterior no quiere decir que todo remedio ancestral sea efectivo, ni que todo empirismo conduzca siempre al éxito al primer intento, en lograr una solución para un problema, ni que esté exento de causar daño. Pero la idea de que un médico solo es médico cuando recomienda pastillas que vienen con un sello de un laboratorio suizo, y es “chamán” cuando recomienda remedios ancestrales, es una idea cientificista, no científica. El médico, además, debe poder hacer recomendaciones con base en evaluación probabilística de riesgo/beneficio. Ante bajísimo riesgo, muchas veces lo mejor será no hacer nada y esperar el curso natural de la enfermedad. Ante riesgo “a priori” elevado, la estrategia correcta puede ser una de intervención más agresiva. Para eso está el juicio clínico del médico, informado sobre las particularidades de cada paciente.

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