• 03/05/2021 00:00

'Izquierdicismo'… o la negación del sujeto histórico

“Hoy, los grupos imbuidos en esta ética, se dan el lujo de descalificar y de aislar […], a organizaciones y movimientos sociales, por el hecho de que no coinciden en criterios de métodos de lucha […]”

En general, en nuestra visión científica social, hablar de sujeto histórico es aludir al colectivo que convierte en voluntad la necesidad de transformación cualitativa de la sociedad en la que le toca vivir en un momento dado. Como regla general, este colectivo es construido con agrupaciones humanas, provenientes de la parte perjudicada, sometida, de las relaciones sociales establecidas en un territorio o en una sociedad determinada. Hoy, se trataría de los grupos humanos -clases y otras categorías sociales en las que estos se manifiestan- sometidos a la voracidad de los poderes del gran capital global; en términos de la Economía política crítica, están incluidas las clases que están bajo la subordinación formal del capital (explotados por este, sean o no obreros) y no solo bajo la subordinación real (la clase obrera empleada).

No obstante, en la realidad concreta, este colectivo no es ni inmediata ni diáfanamente identificado por todos los que deberían ser partes integrantes de este, lo que lleva a que su constitución y desarrollo reciba “fuego amigo”, impidiendo su desarrollo; a la postre, retrasando el momento de transformación de la sociedad que requiere ser cambiada o que se alcancen metas que allanen el camino en el sentido de transformación total. Esto fue el caso del gran paso de la superación de nuestra condición de semicolonia en el siglo XX. Quienes encabezaron la última etapa de este proceso, eran parte de una categoría social institucional tradicionalmente empoderada de la función de proteger con su capacidad represiva, a quienes ejercían el dominio en favor de la semicolonia y en contra del pueblo. Tal categoría institucional era, la Policía Nacional, luego devenida en Guardia Nacional.

Quienes no entendieron que se trataba del surgimiento de agentes de una nueva corriente social que se distanciaba de esa función, junto a otros que sí mantenían esa vocación proelitista, no dieron su brazo de apoyo para fortalecer políticamente a esa nueva corriente; situación lamentable, en el caso de grupos que se planteaban objetivos de lucha anticolonial y socialmente emancipadores. Así, quienes no entendieron el movimiento dialéctico que se daba a lo interno de la institución tradicionalmente al servicio de las élites del poder, se quedaron en el análisis formal, en la teoría, deteniendo en su imaginario la historia, lo que en la práctica los ponía del lado del polo procolonialista, que decían cuestionar.

La teoría que sugería oponerse a todo “militar” en tanto parte de una institución hasta ese momento -y luego desde la muerte del general Torrijos- protectora de las élites colonialistas, fue demolida, al alcanzarse un objetivo trascendente en el proceso descolonizador, tal fue la firma de los Tratados Torrijos-Carter. A tal punto que hasta las élites que rechazaron dichos acuerdos, están en la primera fila de los beneficiados con lo generado por los bienes revertidos al país. No obstante, a pesar de la lección histórica dada en la práctica donde un sujeto histórico de amplia composición social alcanzó tan caro objetivo nacional, aún hay grupos de “derecha” e “izquierda” que se mantienen en ese comportamiento negacionista de lo logrado, en función de sus teorías generadoras de estereotipos, en este caso, “antimilitaristas”. He aquí que, la incapacidad -cuando se trata de grupos de “izquierda”, de no reconocer a quién respaldar y a quién oponerse en un momento dado- los convierte en auténticos representantes no tanto del izquierdismo, sino del “izquierdicismo”.

Hoy, los grupos imbuidos en esta ética, se dan el lujo de descalificar y de aislar de las iniciativas del necesario proceso de construcción del nuevo sujeto histórico, a organizaciones y movimientos sociales, por el hecho de que no coinciden en criterios de métodos de lucha, que consideran los adecuados o también, por el hecho de que algunos grupos de corte popular se activan en partidos políticos cuyos dueños son parte de las élites de poder. Con lo cual, repiten, una vez más, su negación de las leyes históricas de la dialéctica, como la de la primacía de la práctica transformadora de la teoría -sobre todo cuando crea estereotipos- o la de la aceptación de la diversidad en la unidad.

Si los movimientos -no partidos políticos- que buscan promover una sociedad que vele por el bien común, reproducen esta actitud antidialéctica -“izquierdicismo”-, entonces le harán el favor a los mismos sectores dominantes que denuncian, al impedir la construcción del sujeto histórico que produciría la urgente transformación social.

Sociólogo y docente de la UP.
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