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- 27/08/2021 00:00
Afganistán: viejas lecciones y cambio de estrategia
No creo que Estados Unidos haya decidido y defendido su retirada de Afganistán sin considerar los cambios geopolíticos que implicaría. Me atrevo a señalar que tampoco lo ha hecho sin tener en cuenta las copiosas críticas de sus detractores y hasta las de sus aliados. Los análisis para esos escenarios no funcionan así, sobre todo para una potencia con tanta experiencia en estos avatares.
Contrario a algunos analistas que ven en esta decisión un doloroso paso para la política exterior norteamericana, no creo que haya revisión alguna y menos reconsideración en las formulaciones hechas por Zbignew Brzezinski a finales del siglo XX, como tareas a cumplir en la presente centuria. Más bien observo una medida estratégica, la admisión de una necesidad consistente en salir de una zona, y de un problema, donde la inversión de recursos humanos y militares ha resultado asimétrica con los frutos generados. Por distintas razones, pero asimétrica al fin. Veinte años han sido suficientes como para comprender que no se le puede pedir “peras al olmo”.
Cuando Brzezinski elaboró sus famosas tesis, la desarticulación de la URSS era un factor geopolítico de tal magnitud en el balance mundial de fuerzas, que hasta la OTAN se sintió con las manos libres para desmembrar Yugoslavia y llevar adelante la sanguinaria guerra de los Balcanes.
Entonces el brillante estratega estadounidense de origen polaco reforzaba un hecho innegable en ese momento: EE. UU. era la única potencia con una perspectiva real de dominio global, y allí encuentra sus cimientos el intento de construir un poder unipolar. El problema de Washington hoy es que los escenarios han cambiado y busca recomponer sus posiciones, sin renunciar a la empresa que le señalara Brzezinski para Eurasia.
La consolidación de EE. UU. como potencia global única pasaba por la conquista de esa parte del planeta, se lee en aquellas tesis. Allí se inscribía, entre otras estrategias puestas en marcha en las primeras dos décadas del siglo XXI, la primavera árabe.
Tampoco se trata de la política del actual Gobierno. De hecho, hay un elemento que algunos parecen olvidar y es que la retirada de Afganistán fue pactada por el presidente Donald Trump, lo que lleva a la pregunta de… ¿qué diferencia hay en la retirada que pacta Trump y que ahora ejecuta el presidente Joe Biden?
Con seguridad irá apareciendo en el futuro cercano, pero no creo que haya variantes sustanciales en el propósito: colocar a ese país en una mejor posición para sustentar su condición de potencia global única. No sería extraño que en los próximos meses otras fuerzas desempeñen el papel que hasta ahora realizaban las tropas estadounidenses en el ahora Afganistán controlado por los talibanes. O que, contrario al fortalecimiento de un bloque antinorteamericano en esa región, otras fuerzas entren a jugar un rol que mantenga en esas áreas, fracciones político-militares que choquen entre sí con claros objetivos hacia algún enemigo puntual.
¿Qué pactó Trump con los talibanes que le ha permitido a Biden decir que se siente orgulloso de esa retirada? Claro que son políticas clasificadas sobre cuyas informaciones la primera democracia del mundo mantiene una dura restricción, pero que permiten visualizar cambios de estrategias en lugar de la publicitada “derrota después de 20 años”, o la “humillante retirada que recuerda Vietnam”.
Que EE. UU. pueda poner en práctica o no esa nueva estrategia, es harina de otro costal. Las cosas han cambiado y me parece que, por el momento, Washington tiene problemas de mayor envergadura que podrían influir negativamente en su nueva estrategia; una ascendente inflación intramuros, un creciente desempleo, una polarización interna que se expresó de manera contundente en las elecciones de noviembre pasado; un incremento ascendente en el tema racial, el abrumador problema de la migración… cierto, la posibilidad de un enemigo externo podría aliviar un poco esos problemas.
Bajo ese prisma, no debería dejar de considerarse la retirada de Afganistán, sin derrota militar, como una recomposición de la estrategia estadounidense para ganar tiempo mientras resuelve sus conflictos internos. En el arsenal siempre hay hipótesis para todos los escenarios.
Hay otro elemento, sin embargo, que los estrategas norteamericanos no deberían dejar de considerar: cambiar su visión del mundo. Las tesis aquellas de James Monroe, de llevar civilización a los pueblos atrasados del planeta, perdieron vigencia. Veinte años en Afganistán así lo demuestran, el mundo es otro y como tal exige una interpretación más cónsona. (JBV)