• 16/11/2021 00:00

El futuro de Panamá a sus 200 años

“¿Tendrán los gobernantes la capacidad y la voluntad de enrumbar el país por los senderos del cambio que urgimos, importándoles poco si con ello pisan callos a sus amigos, copartidarios y familiares?”

Hago mías palabras de dos distinguidos panameños: el ilustre geógrafo y diplomático Omar Jaén Suárez, en foro del 4 de octubre sobre el Bicentenario, patrocinado por La Estrella de Panamá y del reconocido periodista y catedrático Rafael Candanedo, de su columna en El Siglo del 30 de septiembre. Es obligante que reflexionemos, antes de que sea tarde, sobre el porvenir de Panamá.

El futuro del país debe ser igual para todos. Como señala Jaén Suárez, según estudios genéticos de la Universidad de Panamá, el panameño tiene en su composición 40 % indígena, 37 % africano y 27 % europeo. O sea que compartimos tres orígenes raciales y, por ende, culturales. Y ese país, que es para todos, según comenta Candanedo, no es compartido por la población en igualdad de oportunidades ante la excesiva marginalidad y segregación social que existe.

Algunos datos. Unos 138 000 hogares, conformados por 800 000 compatriotas, de los cuales 60 % son menores de edad, viven en calamidad multidimensional. Carecen de recursos para comida, vivienda adecuada, sin soporte sanitario ni ambiental. Nos recuerda Candanedo que, en áreas como Bocas del Toro, esa pobreza multidimensional alcanza el 44.6 % y en Darién el 40 %.

En ocasiones queremos vender la idea de que somos un país casi de primer mundo. Nos llenamos la boca diciendo que tenemos el Canal de Panamá, de las obras de ingeniería más grandes de la historia. Que, junto con Chicago y Nueva York, la capital nuestra es de las ciudades con más rascacielos. Es cierto. Pero no podemos olvidar la bomba de tiempo existente, porque es peligroso, no poner atención correctamente, de dónde venimos ni cómo estamos formados, como apunta Jaén Suárez, ni la dimensión del problema patrio a 200 años de su independencia, como describe Candanedo.

Pareciera que a algunos solo les preocupa cómo se hacen más ricos y poderosos, tapándose convenientemente los ojos, para desconocer el país donde desarrollamos nuestras vidas. Como otrora nos decía el economista Guillermo Chapman. Vivimos en una isla de bonanza dentro de un mar de necesidades.

Según Jaén Suárez, la imagen del panameño en el exterior es muy negativa: “Un paraíso del desorden, la trampa, la extrema desigualdad, la corrupción, la injustica y la impunidad, de educación de muy baja calidad”. Esa imagen negativa aumenta cuando vivimos en un país donde la seguridad jurídica es inexistente, donde no todos los panameños (y extranjeros) son iguales ante la Ley. Donde el juegavivo, en todos los niveles y estratos, se ha vuelto el medio de vivir para escalar posiciones y acumular riquezas. Si no actúas con eso en mente, simplemente no “estás en la onda”; eres un perfecto pendejo. La corrupción prolifera como el monte, tanto en lo público como en lo privado. Se agrava con los tantos que matan casi a diario producto del sicariato, donde hay políticos de por medio.

Urge hacer un alto. No es problema de quién esté en el Gobierno o en la oposición. Son las ramas del árbol, en este caso la Patria, con sus raíces roídas, lo cual le atrofia su normal desarrollo y saludable crecimiento. Es un problema, como bien apunta Candanedo, donde a muchos panameños ni siquiera saben ni les interesa dónde queda Costa del Este o Santa María. Hasta mueren, sin saber en qué país nacieron, añadiría, viviendo sus existencias sin siquiera ser sujeto del Estado, porque nunca fueron inscritos en el Registro Público.

Por eso es por lo que debemos actuar todos juntos, antes de que esas raíces terminen de pudrirse y nos llegue un iluso jardinero con promesas de arreglarlo todo, como sucedió en Venezuela cuando emergió Hugo Chávez como gran salvador de su país.

Pensar que desde el Gobierno lograremos hacer cambiar las cosas es una falacia. El intento del presidente Nito Cortizo, a través del Diálogo del Bicentenario, podrá aportar las propuestas de cambios para que avancemos, que los panameños sugieren se han hecho en diferentes materias de la vida nacional. ¿Tendrán los gobernantes la capacidad y la voluntad de enrumbar el país por los senderos del cambio que urgimos, importándoles poco si con ello pisan callos a sus amigos, copartidarios y familiares?

En términos médicos, estamos frente al caso de un paciente muy grave, moribundo, pero que, desafortunadamente, tiene familiares que piensan que no tiene nada y que se curará sin someterlo al urgente tratamiento que requiere. Eso es lo que nos depara nuestro cumpleaños 200.

Analista político.
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