• 23/11/2021 00:00

Ratolandia: alto grado de colonialismo mental

“¿Y el pueblo?, descalificando a sus propios vicarios/as y favoreciendo a las élites económicas en demostración de poseer un alto grado de colonialismo mental”

Tomas Douglas, un pastor bautista de origen escocés, quien condujo el primer Gobierno socialista de Canadá e introdujo, a inicios de la década de 1960, el sistema de salud público universal en ese poderoso país norteamericano, contó una vez a los miembros del Parlamento una fábula que ha pasado a ser una pieza de gran enseñanza histórica social y política, que les comparto a mis estudiantes desde hace algunos años.

La fábula habla de un país de ratones (que eran mayoría) que escogían siempre a gatos (que eran minoría) para que los gobernaran, con las consecuentes aplicaciones de normas y leyes que solo beneficiaban a los gatos y perjudicaban a los ratones. Cuando los ratones se cansaban del mal Gobierno de los gatos de un color, escogían en la siguiente contienda electoral a los de otro color, y así sucesivamente. Cuando a un ratoncito se le ocurrió sugerir dejar de votar por gatos y llevar al Gobierno a un ratón, los propios ratones encerraron a este advenedizo ocurrente, acusándolo de “ratón comunista”. Al final, Douglas deja un mensaje de esperanza, similar al de Emerson (“el que construye sobre ideas construye para la eternidad”) que está grabado en la entrada de nuestro Nido de águilas, en el sentido de que podrán haber encerrado al ratoncito ocurrente, pero no a su idea y voluntad.

La fábula de este pastor y político canadiense viene a radiografiar a los protagonistas de nuestra ratolandia. Es esta nuestra realidad, la que en cada período electoral se escoge entre “gatos” pardos, blancos o hasta de varios colores; pero siempre, gatos. Es decir, siempre se escoge entre miembros directos o subalternos de alguno de los tres o cuatro bloques de poder en los que están agrupadas las élites económicas que se han hecho dueñas del país desde el nacimiento de la República y que solo son adversarios para acceder al control del Gobierno que les dé mayores ventajas en sus grandes negocios, después de allí, se “arropan con la misma manta”, como decían mi madre y mi abuela.

Acaso no es esta figura del arropamiento, la de los acuerdos no escritos entre presidentes que no llevan a los anteriores a procesos no viciados de los mandatarios/as que los anteceden. Salvo en el período del expresidente Varela, por razones que escaparon a su propio control, se promovió un enjuiciamiento de funcionarios de alto perfil del Gobierno de Martinelli que lo antecedió. ¿Quiénes han sido condenados ejemplarmente? Solo algunos “ratones” que hacían la tarea de enriquecer a los de arriba a cambio de ciertas regalías. ¿O de verdad creen que el señor Guardia del programa PAN se embolsilló todos los millones que se le adjudicaron? Algo parecido a lo que se anuncia ocurrirá con el tema de la corrupción en la Lotería.

Es más difícil lograr condenar a los miembros de los bloques de poder económico en tragicomedias como la de los “pinchazos”, por razones que salieron a relucir en el juicio del señor Martinelli y algunos otros que han pasado por el Órgano Judicial, que por los atracos multimillonarios en los que han incurrido estos señores desde la mal llamada vuelta de la “democracia” posterior a la muerte del general Torrijos.

Los proyectos multimillonarios, como el de la Línea 1 del Metro, fueron hechos con costos que sobrepasaron con creces sus valoraciones reales. Las estimaciones de la construcción de un monorriel rondaban los 25 millones de dólares el kilómetro construido ¿Por qué no se seleccionó este proyecto? El costo de un metro (“subway”) inicialmente era de aproximadamente 60 millones; con los aumentos de precios de algunos insumos, bien pudieron dispararse a unos 80 u 85 millones de dólares la construcción por cada kilómetro. Sin embargo, este terminó costando alrededor de ¡134.3 millones de dólares! Con un examen crítico en la Contraloría y en los tribunales, ¿acaso quedaría algún “gato” de las élites implicadas fuera de la cárcel? La pregunta es ¿Por qué de un Gobierno a otro se saltan esta clase de búsqueda de justicia frente a actos que esquilman el tesoro público de los panameños/as que afectan a mucha más gente que la entretención de los pinchazos? La respuesta, la de mi madre y mi abuela: se arropan con la misma manta. ¿Y el pueblo?, descalificando a sus propios vicarios/as y favoreciendo a las élites económicas en demostración de poseer un alto grado de colonialismo mental.

Sociólogo y docente de la UP.
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