• 26/11/2021 00:00

El camino a la República: independencia de España

“Hoy, más que nunca, tenemos el deber sagrado como panameños de rescatar y dignificar nuestras gestas patrióticas, unificar a la Patria […]”

La conmemoración del Bicentenario de la Independencia de España abre el espacio para profundizar en el estudio y el debate sobre los acontecimientos previos a noviembre de 1821, y que de muy poco se habla en los centros educativos, hasta la conformación de la República, el 3 de Noviembre de 1903.

Son dos periodos de nuestra historia, la etapa colonial y la etapa del Panamá colombiano, con los intentos separatistas, la atracción de las grandes potencias interesadas en controlar el cruce del Pacífico al Atlántico, a través del Istmo.

Hoy, debemos asumir el reto lanzado hace un siglo atrás por Guillermo Andreve, plasmado en el periódico el Heraldo del Istmo: “nuestra poca vocación por el desarrollo del intelecto, considerándolo él, que, cultivándolo, podríamos salir de la frustración en que se encontraba el Istmo antes de 1903 y posteriormente”, nos permitiría a los panameños enrumbar al país a un mejor sendero, donde impere el Estado de derecho.

Somos herencia de la cultura indígena, de esos pueblos originarios, que ya habitaban estas tierras previa a la llegada de los españoles; y de la cultura hispana que tomó posesión hace 520 años, desde Rodrigo Galván de Bastidas; desde ahí no solo se construye una nueva Nación, sino también el destino de ser la ruta entre dos mares, como lo indica Ricardo Lesser en su libro La América española: “la lógica del dispositivo montado sobre el Atlántico se basaba en la idea del Istmo de Panamá, como válvula reguladora del Pacífico. El Istmo era una pieza vital del sistema, al punto que Carlos V mandó que se hicieran estudios topográficos para construir un canal que uniera ambos océanos”.

Lesser apunta “que no es cierto que la historia de nuestros países hispanoamericanos empiece con los movimientos independentistas de principios del siglo XIX. El mundo que se les aparecía ante los ojos había sido forjado con códigos éticos y políticos que venían de Europa. Algunas de las instituciones peninsulares más repudiadas, como la esclavitud, continuaron un tiempo después de las revoluciones separatistas. Las provincias de las jóvenes naciones se trazaron sobre las mismas fronteras de las intendencias hispanas. La concentración de nuestras ciudades no es más que la proyección loca (en el sentido del exceso) de aquellas trazas hechas a cruz y espada”.

La difusión de las ideas de libertad, de igualdad, de respeto a los derechos de cada persona, como indica Segundo Viegas, “para la cultura occidental principia con la reproducción de textos, con la aparición del papel y la imprenta, con ello se dinamizó el sistema capitalista, pero además fueron vitales como agente de cambio en la vida social e intelectual de los ciudadanos en la edad media”.

La imprenta fue la revolución más importante en contra de los poderes absolutos, extendió el conocimiento, algo restringido durante la Edad Media; recordemos que había restricciones, ya que existía un control de la monarquía en censurar y marcar la agenda “setting”, sostiene el ya mencionado autor.

Para Antonio Fernandes, “la segunda mitad del siglo XVII y siglo XVIII fueron, en el ámbito político, una época de mutaciones particularmente profundas. Tienen un número considerable de obras de carácter apologético o polémico, algunas en defensa del despotismo ilustrado y del Gobierno absoluto, otras promoviendo los principios liberales y defendiendo las nacientes instituciones democráticas, tal como las conocemos hoy”. “La construcción de los ideales de libertad tiene su base en la época de la ilustración, el llamado Siglo de las Luces, donde la ciencia, la razón, la dialéctica, entran a cuestionar el “statu quo”, fraguando transformaciones en las bases sociales, como igualdad legal, tolerancia religiosa, libertad económica, y que todas las personas tienen derechos inherentes e inalienables, la búsqueda de la felicidad entre otros valores”.

El proceso de emancipación en Hispanoamérica se inspira en los valores consagrados en la Independencia de EUA y la Revolución francesa de 1789. Otros antecedentes que influenciaron en nuestras luchas de independencia son: la traducción de la Declaración de los Derechos del Hombre, hecha por Antonio Nariño en 1793; la Constitución de Bayona de 1808; la autoproclamación de la Junta de Gobierno de Socorro en 1810; la invasión de Napoleón a España; la Constitución de Bayona de 1808; la Constitución del Estado Libre del Socorro de 1810, la Constitución de Cádiz de 1812.

La situación en el Istmo de Panamá, para consumar sumarse a las gestas de emancipación, era muy distinta; en la obra sobre la Vida del general Tomás Herrera, el Dr. Ricardo J Alfaro dice que la “Independencia del Istmo, por la cual suspiraban los patriotas panameños desde antes de la creación de Colombia, se imposibilitaba por varias causas: la primera el aislamiento en que se hallaban los núcleos revolucionarios donde había ejércitos; la vecindad de Cuba y Perú, baluartes poderosas de las armas realistas, y el consiguiente desamparo en que estaba el Istmo, a causa de su posición entre ellos; y, por fin, el gran número de tropas que constantemente guarnecían las plazas fuertes de Panamá y Portobelo, porque el Gobierno español reconcentró, por decirlo así, en Panamá, la dirección gubernativa del Virreinato de Santa Fe.

En la obra Las raíces de la independencia, de Ernesto J. Castillero, relata también los antecedentes que llevaron a los panameños a consumar la independencia de España, entre esos elementos están los atropellos, las persecuciones que ocurrían, en especial en los pueblos de interior, como en La Villa de Los Santos, Las Tablas, Santiago, Penonomé, Nata, Ocú y Pesé, entre otras poblaciones, por parte de los soldados españoles, con tal de sufragar los gastos de guerra para la expedición que trataría recuperar el Ecuador.

La gesta de independencia de 28 de Noviembre de 1821 se consumó con un gran debate, de ser totalmente independientes, adherirnos al Perú o a Colombia, prevaleciendo esta última, tal como aparece consignado en el Acta de Independencia, declaraba en su artículo 2° que el Istmo formaba parte de la República de Colombia. El sueño de una Libertad, de que fueran los propios istmeños que se dieran sus propias leyes, nos llevó, voluntariamente a adherirnos a la Gran Colombia, inspirados por el Libertador Simón Bolívar; ¿cuál de las colonias españolas independizadas no cegó ante los brillantes rayos del sol de Colombia?, el Istmo sufrió esa fascinación, y se unió al destino de la hija de Bolívar, expresó Carlos A. Mendoza.

La otra posición sobre el destino del Istmo está consignada en el artículo 9°, reclamaba explícitamente la autonomía económica. Incluso, con anterioridad, el Cabildo de la Ciudad había manifestado que el Reino de Tierra Firme no formaba parte, políticamente, del Virreinato de la Nueva Granada, ya que la adhesión era más buscando protección y el apoyo militar, el propio Eusebio A. Morales expresa: “nuestra incorporación a Colombia se realizó confiando, sin duda, en que mejoraría su condición y estaría en capacidad de labrar su prosperidad, al amparo de aquella nación que se alzaba como una de las más poderosas del continente”.

Las gestas del Bicentenario del Grito de Independencia de La Villa de Los Santos, de 10 de Noviembre, y la Independencia de España, el 28 de Noviembre de 1821, son dos fechas que representan la firmeza de los panameños en labrar su destino bajo los sentimientos de Libertad, en el camino a la construcción de la República; hoy tenemos el reto de estudiar con profundidad los hechos que nos llevaron a consumar las gestas patriotas que forman parte del calendario de nuestra nacionalidad. Hoy, más que nunca, tenemos el deber sagrado como panameños de rescatar y dignificar nuestras gestas patrióticas, unificar a la Patria y brindarle a todos los que residen en este Istmo un nuevo camino para vivir en un Panamá mejor.

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