• 06/01/2022 00:00

Decir y hacer lo que nos plazca y consecuencias

“La libertad implica respeto, y el ejercicio de este derecho conlleva asumir las responsabilidades de los actos que realizamos con consecuencias morales, sociales, políticas o jurídicas”

“Somos libres de hacer lo que nos plazca”, grita a los cuatro vientos, el que se niega a vacunarse, el profesor que no entrega las calificaciones a tiempo, o el estudiante que no lo hace con sus trabajos, el que coimea, el que “roba el parking” en el “mall”, fuma marihuana, asesina, y, en general, el que realiza cualquier acto que afecta a los demás sin remordimiento, con la intención de beneficiarse, sentirse mejor, y, por ende, justifica y legitima su actuación.

Ciertamente, podemos hacer y decir los que nos plazca, o simplemente, “lo que me da la gana”; pero: ¿tenemos una libertad absoluta? ¿Estamos listos para asumir las responsabilidades de esos actos realizados que afectan a terceros?

Según Kant, “la libertad es la capacidad de elección moral precisamente siendo capaz de imponer una norma por encima de las propias afecciones, inclinaciones o deseos”. Es una facultad que nos permite actuar libremente dentro de la sociedad, dentro del marco de la Ley. Es un derecho humano reconocido a todas las personas sin distinción que tiene diversas manifestaciones, en lo religioso, en lo político, en el derecho a expresar nuestras ideas, opiniones, pensamientos, a reunirnos y asociarnos, a trasladarnos de un lugar a otro.

En consecuencia, gracias al derecho a la libertad podemos realizarnos como persona, aunque hay que tener presente que no es un derecho absoluto, porque todos los que vivimos en sociedad debemos recordar que la libertad, también tiene límites.

La libertad implica respeto, y el ejercicio de este derecho conlleva asumir las responsabilidades de los actos que realizamos con consecuencias morales, sociales, políticas o jurídicas.

Somos responsables de lo que decimos y hacemos. Nada impide que tuiteemos toda clase de barbaridades o que hablemos mal de otras personas en redes sociales; sin embargo, cuando ofendemos el honor, podemos ser responsable de delito de calumnia e injuria en nuestro país, pues hay que hacer uso correcto de esa libertad de expresión.

Cuando alguien conduciendo se pasa una doble raya amarilla o lo hace en estado de ebriedad, o evade el pago de sus impuestos al fisco, estamos ante una persona que no es íntegra, consecuentemente puede ser multada por tales actuaciones, pues al igual que el corrupto que actúa en beneficio personal, son irresponsables, egoístas, y justifican sus actuaciones.

Cada acción genera una reacción, y en esa misma línea, algunas personas, como los cantantes, empleadores, directores de escuela, padres de familia, o políticos, entre otros, pueden ser objeto de un reproche o desaprobación social o moral por su comportamiento, por el incumplimiento de normas morales, al cantar canciones con contenido vulgar, al discriminar al estudiante porque tiene afro, al no pagar las prestaciones laborales convenidas, o que lo tachen de mentiroso por su familia o por los votantes, provocando desconfianza.

Decía Pablo Neruda: “uno es libre para hacer elecciones, pero es prisionero de las consecuencias”. Efectivamente, entonces, tenemos que medir las consecuencias de nuestros actos, no hay que dejarse caer en la corrupción moral, y es necesario que vivamos comprometidos con nuestros valores (ej.: la honestidad, el respeto, la integridad y la responsabilidad), anteponiendo los intereses personales y manejando responsablemente nuestros actos.

Catedrática de Derecho Penal, UP.
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