Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 05/04/2022 00:00
Cómo es que la corrupción mata a Panamá
Mis luchas contra la corrupción están en mi ADN político desde hace más de 50 años. En 1965, junto con otros 25 demócratacristianos, fui encarcelado en la temible Cárcel Modelo por denunciar la corrupción en el Gobierno liberal de Marco Robles. Al final de la dictadura de Manuel Noriega, 27 de noviembre de 1989, fui secuestrado en el Aeropuerto de Tocumen por el G-2, al regresar de reuniones en la OEA en Washington, junto al dirigente panameñista Francisco Artola (q. e. p. d.). El mayor Nino Vaprio, quien dirigió la operación, me confesó posteriormente que le ordenaron desaparecerme. Al no hacerlo, Noriega lo reprimió. A pesar de la persecución, nunca he claudicado ante mi determinación de denunciar lo que huele mal.
Fue así cuando el 9 de febrero, enterado del problema de contratistas del Estado para cobrar sus cuentas por trabajos terminados, tuiteé lo siguiente: “¿Será cierto que en mayoría de contratos públicos hay que pagar coimas? ¿Será eso posible? Alguien comentaba que, con la clase de Contraloría que tenemos, todo es posible ... y mucho más”. Copié en ese tuit al presidente Cortizo.
Horas después de enviado, recibí una llamada, cortés, por cierto, del contralor Gerardo Solís. Me invitaba a almorzar a la Contraloría para explicarme cómo estaba modernizando esa institución, como una forma de conversar conmigo sobre lo denunciado en Twitter. Tras analizar la conveniencia de asistir a esa cita, el 15 de febrero escribí al contralor Solís lo siguiente:
“Agradezco invitación a almorzar en su despacho el próximo jueves, la cual por este medio declino. He meditado en que no adelanto ningún posible resultado de esa reunión, ya que por sus actuaciones públicas tenemos concepciones diferentes de cómo debe ser el futuro del país y el manejo de la Contraloría. Tal como lo he sostenido públicamente, considero que por su trayectoria política le es muy difícil llevar a cabo una labor independiente y autónoma, como señala la Constitución Nacional, en la fiscalización de los recursos del Estado. He sido crítico consistente sobre la gestión de las últimas tres administraciones de la Contraloría, entre otros temas, por el escaso control que existe sobre las abultadas e injustificables planillas de los diputados, sumado ahora también al poco visible control de los ingresos relacionados con la descentralización de los municipios y juntas comunales, convertidos en otro escándalo de despilfarro de fondos públicos”. Lo más grave estuvo al final de mi mensaje: “Me preocupa que cada vez son más frecuentes los comentarios de que existen personas cercanas a la entidad que usted dirige, que gestionan pagos de proveedores del Estado. Como comprenderá, eso afecta seriamente, la imagen de toda institución de la actual administración pública. Seguiré mi histórica lucha por tener un país libre de corrupción”.
Horas después, recibí una nueva llamada del contralor Solís invitándome a almorzar a un sitio neutral. Un restaurante con reservado. Accedí y hablamos por hora y media. Mencionó que tenía conocimiento de esos rumores atribuidos falsamente a su hijo, abogado de igual nombre, a quien por transparencia le había prohibido pisar la Contraloría. Sin mencionar nombres me habló de asuntos chuecos que había parado en la Contraloría, haciéndome imposible verificar sus aseveraciones. Si me preguntan, les confieso que no quedé muy convencido. Así se lo informé al presidente Cortizo.
El 7 de marzo, día de la inauguración de las clases en las escuelas públicas me enteré de que, en importante plantel remodelado, no se le había pagado al constructor, al negase a dar un centavo para mover la cuenta en Contraloría. Le comuniqué al presidente Cortizo el nombre de la escuela.
Pero, ¿dónde se denuncian esos posibles asaltos a mano armada de ciertos funcionarios? Al contralor habría que denunciarlo ante la Asamblea Nacional, quien lo designó al cargo. Para colmo, me entero de que en ese proceso de agilización de pagos hay metidos como “ayudantes” cuatro diputados. ¿Imagínense el resultado que tendría una denuncia contra el contralor en la Asamblea Nacional?
Cada día me convenzo de que estamos mucho más mal de lo que pensamos. Por eso no salimos de listas negras y grises. De allí que permanentemente escalemos puestos dentro de los países más corruptos del mundo y que la transparencia se convierta en la enemiga principal de los gobernantes. Si bien esto no es nuevo, hay que hacer algo. Y ¡ya!