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- 09/05/2022 00:00
El nuevo lumpenato: una amenaza descuidada
De acuerdo con el diccionario de la Universidad de Oxford, “lumpen” lo define como “Grupo social urbano formado por los individuos socialmente marginados, como indigentes, mendigos, etc”. El término en el siglo XIX hace referencia no solamente a trabajadores bajo las peores condiciones de vida, sino a su papel en la sociedad y su conciencia: no contaban ni con identidad ni con posiciones de clase trabajadora; lo cual, lo hacían harto manipulables por sus propios verdugos en contra de su propia clase social.
De aquí han salido los llamados “esquiroles” “rompe huelgas” y demás, con los que la clase empresarial, ha fomentado enfrentamientos con trabajadores cuando demandan ciertos derechos legítimamente adquiridos. En Panamá, ya los hemos visto en acción en pugnas dentro de la actividad de la construcción, las bananeras, ingenios azucareros, entre otras y más recientemente en la actividad mega minera metálica. En lo personal me tocó enfrentarlos en las luchas dentro del sector público en la década de 1980, de la que alguna vez fue gloriosa y combativa, la Federación de asociaciones de empleados públicos (Fenasep).
Pero no es a este lumpen (o lumpenato) al que me quiero referir, que es lo que podríamos decir es el lumpen tradicional, sino a las formas que han adquirido los integrantes de este grupo humano, en la fase superior del desarrollo capitalista. Estos, siendo originarios de las clases trabajadoras conspiran de manera organizada contra estas, sin duda con la complicidad directa o indirecta de sectores con poder económico o con ánimo de serlo desde puestos de decisión política de los órganos del Estado.
El lumpenato al que me refiero, tiene de común con el lumpenato tradicional del siglo XIX, su carácter antirrevolucionario; su carácter anarquista, de fácil incursión a conductas ilícitas y socialmente ilegítimas y que provienen de las amplias filas de desempleados que la estructura productiva económica ha sido incapaz de emplear de manera permanente. Tiene de diferente, que no necesariamente proviene de las capas más bajas y pauperizadas de la sociedad. Pueden provenir de capas medias del campo y la ciudad, cualificadas y no cualificadas. Pero, sobre todo, que se organizan para la extorsión de otros trabajadores. En sus nuevas versiones, han aprendido a cubrirse con el manto del discurso religioso aprovechándose de las estructuras y funcionamiento de las agrupaciones de corte evangélico pentecostales.
En otros países se han arropado con la retórica de los movimientos de izquierda, mostrando un mimetismo con unos y otros para lograr sus propósitos que ni las agrupaciones de izquierda, ni siquiera las iglesias evangélicas han sabido controlar y menos depurar de sus filas.
Las nuevas modalidades, se distinguen de los tradicionales sindicalistas extorsionadores, del llamado “sindicalismo charro” muy conocido en México. O de verdaderas mafias que operaban desde el sindicalismo en actividades económicas sensitivas como las del transporte en EUA y petrolera en Venezuela.
En ciertos proyectos de construcción de envergadura millonaria promovidas por el Estado, intervienen con un concebido plan de ribetes extorsionadores. Desde los años posteriores a la invasión norteamericana a Panamá, por ejemplo, plantean la extorsión argumentando la “necesidad de seguridad” de los potenciales trabajadores de las obras que operan en áreas de cierta peligrosidad.
Pero lo novedoso de este lumpenato de nuevo tipo, es su capacidad organizativa, no existente en el siglo XIX, madurada en el siglo XX y perfeccionándose en las últimas décadas. Cada vez claman más por tener una inusitada influencia en la toma de las decisiones de contratación del personal de los proyectos del interés público que realizan obras que cubren importantes zonas, incluso de beneficio para las comunidades donde tienen influencia estas obras. Es decir, lo que originalmente eran razonables demandas para la contratación de mano de obra local por parte de desempleados de las áreas de intervención de los proyectos, se están convirtiendo de manera creciente, en demandas aprovechadas por este nuevo lumpen, para la extorsión de los propios trabajadores-que al ser contratados deben pagarles una suma importante a estos líderes del nuevo lumpenato-y de los promotores de los proyectos. Obviamente, desplazando del liderazgo natural de los movimientos comunitarios de demandas de puestos de trabajo para asumirlos ellos.
El prestigio de las organizaciones naturales de la clase trabajadora y la potencialidad de transformaciones sociales progresistas están seriamente amenazados con el fortalecimiento de este nuevo lumpen. Es hora de ponerle un alto contundente a su avance.