• 23/05/2022 00:00

Conflicto colonense urbano, una gentrificación en proceso

Cuando los dirigentes de la Coalición por la unidad de Colón (CUCO)-que nada tienen que ver con el diputado “Bolota” y sus seguidores-manifestaban desde los primeros meses del año 2021 las reivindicaciones que tenían planteadas, estas se veían al observador común tan fáciles de alcanzar por cualquier Estado, que parecía que este movimiento le hacía un gran favor al gobierno, por cuanto eran demandas que unas ya estaban en proceso de aprobación para su realización, otras ya habían comenzado pero se habían detenido.

Cuando los dirigentes de la Coalición por la unidad de Colón (CUCO)-que nada tienen que ver con el diputado “Bolota” y sus seguidores-manifestaban desde los primeros meses del año 2021 las reivindicaciones que tenían planteadas, estas se veían al observador común tan fáciles de alcanzar por cualquier Estado, que parecía que este movimiento le hacía un gran favor al gobierno, por cuanto eran demandas que unas ya estaban en proceso de aprobación para su realización, otras ya habían comenzado pero se habían detenido.

En efecto, solicitudes como el “reinicio” de la construcción del nuevo hospital Amador Guerrero (CSS); la petición de que se acelere la marcha de las obras de ampliación de la Planta Potabilizadora Antonio Yepez de León; la construcción de una nueva terminal de buses; la culminación de las conexiones del sistema de agua potable, servidas y pluviales en la Ciudad, incluyendo las conexiones a las diversas edificaciones para que no fluyan aguas servidas, en las aceras, calles, callejones, etc., la reconstrucción del estadio Roberto Mariano Bula; convertir en Centro de Cultura las antiguas infraestructuras heredadas del Colegio Abel Bravo; la ampliación del aeropuerto Enrique Jiménez, ya tenían avanzado desde administraciones anteriores los diseños y en algunos casos, hasta presupuesto para cada una de las obras.

Así, el pueblo colonense a través de su vanguardia actual simplemente le tomó la palabra al Estado; lo estaba ayudando a quedar bien...pero sus personeros actuales, parece que no tienen interés en quedar bien ni con lo que el propio Estado se comprometió. Eso es lo que se colige de los sucesos que han detonado en violencia en días recientes en el Colón urbano.

Ciertamente, esto es la causa eficiente, inmediata, de tales acontecimientos de protesta; más no la causa final. Esta no recae en lo que han hecho o dejado de hacer los hombres y mujeres de esa ciudad, de forma tal que se deduzca ingenuamente que “la solución de esos viejos y viciados asuntos que han carcomido a la provincia de Colón comienza con los colonenses” (Toro, Danilo, 12/05/2022). ¿Ha dependido de los colonenses de a pie la utilización de su territorio como plataforma de servicios portuarios transnacionales, del comercio internacional o de la expoliación minera de la que son objeto en el occidente de su provincia, con lo cual aportan más del 15% de las riquezas que genera nuestra economía nacional, pero reciben menos de la mitad de lo que realmente aportan? Reconociendo su carácter estructural, es poco o nada realista ubicar la causa final -y reitero, la final, no las intermedias, intervinientes u otras de menor peso explicativo- y por tanto responsabilizar a sus habitantes de la causa fundamental de la realidad económica social colonense.

De acuerdo con lo dicho por Guillermo Castro, la cuestión está enraizada en una lógica en la que “aunque el Estado quisiera, no puede” y no porque no cuente con recursos para cumplir con, al menos, lo demandado por el CUCO sino porque las condiciones y los fines para los que está organizado el Estado panameño no pasa por satisfacer esos intereses de masas.

De tal suerte pues, que lo que se veía como un jamoncito fácil de lograr con “mesas de diálogo” se ha develado en lo que realmente ha sido desde antes de agosto del año pasado: en un cuasi diálogo más, a lo que el pueblo ha respondido con acciones de fuerza para tratar de hacerse respetar.

Así, “la ausencia de inversión de los propietarios de inmuebles, aunado al vacío de estímulos estatales y al deterioro de los soportes urbanos de los servicios públicos”-que operan con independencia de expresiones de “racismo” como lo sugieren mis colegas Francisco Herrera y Enoch Adames- responden en el fondo a un proceso cuyo nombre es Gentrificación. Esto es, dejar derrumbar la calidad de vida de familias de clases trabajadoras en su territorio urbano de forma tal que esta población-no importa de cuál etnia sea-o emigra o se le hace emigrar de allí, para que se desarrolle a sus anchas la lógica de las inversiones del gran capital privado nacional e internacional. Realizar obras para satisfacer necesidades sociales viene a entrar en contradicción con esa lógica de gentrificación. Las demás explicaciones son meras arandelas que opacan la confrontación de las principales clases de la modernidad en el conflicto colonense.

Sociólogo y docente de la UP
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