El objetivo principal de este equipo interinstitucional, según el Ejecutivo, será gestionar la crisis social y laboral que enfrenta la provincia

Los antiguos griegos del período clásico consideraron a la retórica como una técnica para la construcción del discurso. Era, a su juicio, un arte y, por lo tanto, un conjunto de reglas para orientar la actividad creativa en ese campo, no solo para persuadir, sino para organizar los componentes y medios más adecuados para alcanzar un firme argumento. Por esa razón y como la política trascendió los siglos, tal recurso se hizo su principal instrumento.
Si bien el uso de la retórica enfrenta criterios, puntos de vista, visiones de la realidad, tal como lo hicieron los tribunos y senadores, es digno de destacar que tiene su importancia en la capacidad de elaboración de un discurso “que, a través de la gracia de las palabras y la representación e interrelación de los términos, consiga en el ámbito de la comunicación del mismo fascinar y seducir al oyente”, como opinara Alejandro Gómez Quirce.
La retórica es también una forma de concebir o alcanzar claridad, profundidad en determinados escenarios que posibilitan consolidar nuevos ámbitos de organización de la sociedad, tal como sucediera en el siglo XIX cuando las grandes doctrinas filosóficas procuraban construir el concepto de la nacionalidad panameña. Los enfrentamientos de las figuras egregias definían el camino por donde deberían transitar los istmeños.
En amplios periodos de confusión y polarización, los grupos humanos exponen sus propuestas para salir de la oscuridad y así logran las respuestas más concisas y esclarecedoras. De allí que se requiere tomar en cuenta al ‘ethos’ del orador (credibilidad), el ‘pathos’ del oyente (emociones) y el propio discurso (‘inventio’, ‘expositio’ y ‘discutio’); ingredientes para alcanzar la persuasión.
Si bien se requieren actualmente en el país ideas propositivas que enriquezcan la discusión y el logro de un clima de diálogo para la búsqueda de las mejores vías, lo que se percibe es la participación a través de formas públicas de intercambio de los mensajes para denostar, insultar, disminuir y no tomar en cuenta los argumentos, sino aspectos personales, alusiones secundarias fuera del orden de los planteamientos y búsqueda de concisión de las opiniones.
En ciertos casos, hay figuras políticas que, en lugar de estar permanentemente en el análisis de la vida pública a escala nacional, solo aparecen en momentos muy específicos para sentenciar diferentes circunstancias, sin un mayor enfoque de antecedentes o verdaderos análisis. Estos factores hacen que el discurso de estos personajes se haga vacuo y que contradiga lo que resaltaba Aristóteles como básico: ser convincente en el razonamiento.
Lo que empeora el clima de debate o de intercambio de argumentos en función de exponer hechos o de aspectos del ambiente problemático, es el desempeño de los diferentes medios de comunicación que juegan a divulgar lo peor o más sórdido de los acontecimientos. Es decir, algunos se convierten en vehículos que enrarecen en lugar de aclarar los planteamientos.
Surge aquí el escenario del alcance ético de una nueva dimensión propia en la actuación de medios tanto tradicionales, como las llamadas redes sociales, estas últimas que hacen casi inmediato el proceso de intercambio de puntos de vista. Muchas veces, después del efecto devastador de una información o aparente hecho que se sustenta en inexactitudes, aparece el letrero de “fake” o hecho falso, pero el efecto negativo, ya se ha logrado.
Viene a continuación una confusión por parte de la audiencia sobre el verdadero alcance o esencia de la discusión y, por tanto, del esfuerzo para llegar a una construcción social de las vías de salida. Por esa razón, es necesario que exista una concepción de superar el intrincado momento y para tal efecto se requiere el más amplio sentido de aplicación de la retórica en términos muy esclarecidos.
No caben las voces agoreras, el artilugio del enredo, las falsas posiciones. Se debe, pues, alcanzar un raciocinio claro que permita consolidar una participación efectiva de la población para someter a discusión el futuro de esta sociedad que nos acoge a los panameños.