• 30/05/2014 02:00

Sobre el actuar en sociedad

Inicio este artículo asumiendo que usted, amigo lector, está al corriente que en nuestro país —que goza de un PIB del 8%

Inicio este artículo asumiendo que usted, amigo lector, está al corriente que en nuestro país —que goza de un Producto Interno Bruto (PIB) del 8% — más de un millón de habitantes viven bajo pobreza, a pesar de que en el mismo somos apenas un estimado de 3.7 millones de habitantes y que para abundar, convivimos con ochocientos mil mal nutridos. Asimismo, supongo que está en conocimiento de que cuatro de nuestras provincias tienen tasas de analfabetismo por debajo del promedio y para colmo, el 50% de nuestros jóvenes, que deben estar insertos en la educación media, en realidad están fuera o al margen del sistema y que de ellos, el 36% se encuentra desocupado. Sí, sí, y no tiene por qué alarmarse, si debe usted estar al tanto que en esta nación, con una de las tasas de crecimiento más altas de América Latina, más de cincuenta mil niños trabajan, mientras la mayor parte de la población que se dedica a la producción agrícola cuenta con más de 65 años e importamos el 22% de los productos que consumimos, en situación de que 71 mil hectáreas que se destinaban a la actividad agrícola han sido abatidas. Y hago este pequeño preámbulo, pues en tiempos de esperanza y exigencia de cambios, cabe ante todo conocer nuestro entorno para saber qué queremos, hacia dónde ambicionamos dirigirnos y cómo esperamos que los gobernantes nos brinden una patria sin exclusión, solidaria, permeable, llena de oportunidades y rica en mecanismos que permitan a los menos favorecidos adquirir los conocimientos para luchar en un mundo exigente y competitivo, dentro claro está, de una democracia participativa.

En este orden de ideas, es bueno comentar que en 1932, un hombre de negocios llamado Herbert J. Taylor al que tocó enfrentar la grave crisis económica que atravesaba su país, se preguntó que normas de convivencia podían posibilitar la satisfacción de todos los asociados, y así estableció lo que constituye un código de ética conocido como La Prueba Cuádruple, que busca normar lo que se piensa, se dice o se hace: 1- ¿Es la verdad? (que las relaciones, servicios y productos respondan a la realidad) . 2- ¿Es Equitativo para todos los interesados? (verbigracia: que la retribución al trabajador, el precio al consumidor y la utilidad sean adecuadas). 3- ¿Creará buena voluntad y mejores amistades? (que nuestras actuaciones no solo nos permitan obtener una satisfacción personal, sino además generar el bien común procurando una cultura de paz). 4- ¿Será beneficioso para todos los interesados? (que los actos que ejecutamos propendan a crear el mayor beneficio posible a quienes intervienen en cualquier clase o naturaleza de relación interpersonal y que se procure en todo momento una competencia leal que no perjudique a los competidores ni la comunidad en general), y es que estas normas que tienden al bien común, aplican no solo a los miembros de los Clubes Rotarios, ya que son una sana brújula de conducta en sociedad, y si en la actualidad se entiende por democracia un sistema en el cual el poder no debe radicar en una sola persona, sino que debe distribuirse entre todos los ciudadanos a través de un conjunto de reglas que determinan una convivencia ordenada política y socialmente, se puede afirmar que se trata de un sistema que busca salvaguardar el respeto a la dignidad humana, a la libertad y a los derechos de todos sus miembros, precisamente, lo que persigue la forma de conducta que manda La Prueba Cuádruple. ¿Debemos procurar vivir dentro de estos principios?, juzguen ustedes estimados lectores, ya que son dueños de su propio destino.

ABOGADO ROTARIO

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