• 12/03/2021 00:00

Álvaro Menéndez Franco: un autor que debemos recuperar

“Ojalá que Álvaro Menéndez Franco ordene y recoja lo mejor de sus poemas, cuentos y ensayos, ahora dispersos, en un tomo definitivo […]”

Álvaro Menéndez Franco (Ciudad de Panamá, 1932) es poeta, cuentista, ensayista, periodista y fogoso orador, además de un impresionante historiador en buena medida empírico, privilegiado por una mente fotográfica y una asombrosa capacidad de interpretación. También ha ejercido la docencia, ha sido dinámico pensador marxista y ejercido cargos diplomáticos dentro del largo entramado político del tiempo de los militares. Sin duda, son múltiples las distinciones que coronan su trayectoria. Entre otras, el haberle sido otorgada la Condecoración “Rogelio Sinán” 2012, por la excelencia en la obra literaria de toda una vida.

Hombre justo, así como amigo afable, es un escritor sobresaliente bastante olvidado. Más conocido como poeta, el género en el que, a mi juicio, Menéndez Franco descuella de manera singular es el cuento. En este sentido, son tres las colecciones de cuentos que ha producido: La marcha de los descalzos (1956), Cuentos y anticuentos (1973) y Los perros sedientos de Punta Lamas (1997); a mi juicio cada una mejor que la anterior, todas literaria y humanamente destacadas.

Si lo vemos con objetividad, cuantitativamente la obra de Menéndez Franco es poca y muy selecta en comparación con la de otros colegas, y tomando en cuenta los años de vida transcurridos. En total, sus tres libros contienen sólo 28 cuentos; en eso se parece a la cuentística de Rogelio Sinán, que contiene similar número de ficciones breves. Pero su mérito, como el de aquél, no está en la cantidad sino en la sobresaliente calidad que ha sabido imprimir a los contenidos y a la forma de cada uno de sus textos narrativos. Así, en Los perros sedientos de Punta Lamas, de entre sus once cuentos hay, a mi juicio, seis dignos de figurar en la antología hispanoamericana más exigente. El titulado “Justicia de Aeda”, por ejemplo, es un modelo de realismo poético, síntesis narrativa, trama perfectamente arquitecturada y desenlace inesperado pero perfecto.

Menéndez Franco es un autor entrañablemente comprometido con su circunstancia, con su país. No vamos a hablar de su larga trayectoria política, con la que ideológicamente se puede o no estar de acuerdo, sino sobre los méritos sobresalientes del escritor. Su visión de mundo es el de un entomólogo que escudriña la minucia del latido vital de la colectividad y, por extensión, necesariamente el quehacer del individuo sometido a los rigores y presiones, a menudo injustos, de su entorno. Como cuentista sabe captar el instante, el detalle significativo, rescatándolo de su posible anonimato para resaltar sus características, para verlo ser y estar en el caldo amargo de sus problemas personales y sociales, para hacer de él un testigo, un portavoz o una víctima de las circunstancias, no pocas de las cuales, desde el punto de vista del escritor, son el producto de una sociedad enajenada, corrupta, explotadora y, por ende, irremediablemente violenta.

Pero violenta por partida doble: debido a las causales de la descarada o encubierta explotación hacia quienes están en desventaja social y económica, pero también por el efecto reivindicativo que necesariamente resulta de lo anterior. Como quien dice: causa y efecto desplegándose bajo el microscopio, o en algunos casos escenificándose mediante tramas que se dan en la ciudad o el campo; en la cosecha de la tierra o en el trabajo diario en las fábricas o en las empresas, protagonizadas por víctimas y victimarios.

Los cuentos de Menéndez Franco combinan sus orígenes realistas e incluso naturalistas como forma de capturar la realidad, con una inevitable prosapia lírica construida mediante una honda sensibilidad a flor de piel que produce asociaciones de ideas y yuxtaposiciones semánticas que necesariamente resultan en imágenes que, a su vez, hacen innegable la condición de fino poeta del autor. Y es que este escritor, asombrosamente polifacético, es un maestro de la palabra; sabe domeñarla, combinarla con otras para producir efectos inesperados, para que lo que expresan sea más efectivo, y a ratos inolvidable.

Ojalá que Álvaro Menéndez Franco ordene y recoja lo mejor de sus poemas, cuentos y ensayos, ahora dispersos, en un tomo definitivo que podamos leer como una sola secuencia organizada por la propia voz del poeta, una obra unitaria que haga trizas al tiempo que su vida política le escamoteó a la literatura, y ponga de relieve sus grandes dotes de Escritor. Y por supuesto, que la vida sedentaria que ahora lleva le permita producir nuevos poemas y nuevos cuentos de alta jerarquía literaria, para regocijo de tirios y troyanos.

Cuentista, poeta, ensayista, promotor cultural.
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