• 24/06/2016 02:03

Función histórica de Panamá y el Canal

Los franceses intentaron unir los océanos por esta ruta sin lograrlo

La privilegiada posición geográfica del istmo de Panamá, ha sido factor primordial en la determinación de nuestra función histórica, que es el ‘transitismo '.

A mediados del siglo XIX, durante la ‘fiebre del oro ' en el oeste de EE.UU., se construye a través del istmo el primer ferrocarril interoceánico del mundo.

Los franceses intentaron unir los océanos por esta ruta sin lograrlo. Ya para 1889, la malaria transmitida por el mosquito Anopheles y la mala gestión de los recursos, dieron cuenta del proyecto y también de la reputación del ingeniero Ferdinand De Lesseps.

No obstante, tras un largo proceso político y una cruenta guerra civil, Panamá alcanza la separación de Colombia el 3 de Noviembre de 1903, y un año más tarde, EE.UU. inician la construcción de la vía interoceánica, descartando la ruta por Nicaragua y haciendo confluir al istmo miles de trabajadores de las Antillas y de todas partes del mundo, con cuya fuerza laboral, sumada al esfuerzo de los trabajadores panameños, culminan en agosto de 1914, el Canal de Panamá, potenciando de esta manera, en conjunto con el ferrocarril transístmico, el usufructo de nuestra privilegiada ubicación en el orbe.

Este logro inmenso del ingenio humano, trajo sus propias contradicciones e injusticias, reflejadas en la existencia de un ‘enclave colonial ' en el corazón del territorio panameño, que se denominó ‘Canal Zone ', el cual impidió el ejercicio pleno de la soberanía nacional y el aprovechamiento por la Nación que abrió sus entrañas para tan monumental obra, del principal recurso natural del istmo: su posición geográfica.

Años de lucha, concienciación y dignidad expresadas de diversas maneras por distintas generaciones de panameños, reivindicaron la justicia de la causa de la soberanía. La gesta heroica del 9 de Enero de 1964 sienta un hito en el devenir nacional. Este ‘alpinismo generacional ' alcanzó la cima cuando, el 7 de septiembre de 1977, se firma el Tratado Torrijos-Carter que establece los términos para la desaparición del enclave colonial y la reversión a Panamá del Canal, el ferrocarril, los puertos, las tierras y el espacio aéreo, conculcados hasta ese entonces por EE.UU.

Se estructura así una nueva relación entre Estados como resultado de una negociación inteligente, plasmada en un acuerdo civilizado y se produce una transformación de la vieja economía en Panamá, en la que la actividad de tránsito se desarrollaba al margen de la realidad nacional, ya que operaba al interior de un ‘enclave ' que formaba parte de un sistema administrado en función de los intereses exclusivos de EE.UU. y su Departamento de Defensa. Esto da paso paulatinamente, a partir de 1979, a lo que algunos llamamos la nueva economía panameña , en la que el tránsito y los instrumentos que potencian nuestra posición geográfica como principal recurso natural, forman parte, ahora sí, de la economía interna y se diversifica en su contenido como en sus rutas.

En octubre de 2006, bajo la presidencia de la República de Martín Torrijos, los panameños damos otro gran paso en la correcta dirección histórica y mediante un referéndum nacional, se aprueba la ampliación del Canal a través de un tercer juego de esclusas, cuyas obras iniciaron en el año 2007, para ser inaugurado el tránsito de las naves neopanamax este 26 junio de 2016, produciendo un impacto positivo, tanto en las finanzas nacionales como en la economía del transporte marítimo mundial.

Es la función histórica de Panamá: el ‘transitismo ', del que sería ilógico divorciarnos, el que debemos aprovechar en esta coyuntura propiciatoria, en el mejor interés nacional, para fortalecer la plataforma de servicios globales, cada vez más complejos, pero que encuentran en el istmo el concurso de la creatividad, la capacidad de adaptación, la innovación y ajuste de quienes aquí habitan.

En fin, no perdamos de vista que tenemos un canal de esperanzas que se abre para transitar hacia una economía articulada a la complejidad global, que requiere una educación para una sociedad distinta a la que teníamos hasta 1999. Una sociedad que debe evolucionar y descifrar fortalezas, opciones y amenazas, en un proceso de transición que precisa encontrarnos preparados para transformar la realidad y mejorar la calidad y condiciones de vida del conjunto de la sociedad, con polos de desarrollo que se articulan geográficamente en el territorio, para la creación de oportunidades y de bienestar.

ECONOMISTA Y EX MINISTRO DE ESTADO.

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