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- 23/08/2015 02:00
Los caricaturistas
‘Un país o una persona, son civilizados, según el humor que aguantan'.
En la vida hay que ser consecuente con lo que dices, con lo que piensas, con lo que te enseñan; por ello tengo la obligación moral de solidarizarme con los caricaturistas de nuestro país, porque desde muy joven mostré interés y admiración por los buenos dibujantes gráficos, de los periódicos y de las revistas populares de la época. Aquellos que dibujaban, pintaban e ilustraban personas y acontecimientos de nuestra vida cotidiana, con chispeante intención, impregnadas de malicias, sarcasmo e ironía, acompañadas, a veces, con frases y palabras ambivalentes. De las revistas que coleccioné recuerdo a ‘MAD' y ‘The New Yorker', ordenadas en un lugar destacado de la casa.
Ya adulto, me incliné por los retratos caricaturescos de muchos otros dibujantes eminentes, aquellos cuya chispa los inmortalizó, en especial los dibujos del maestro rumano Steinberg y los cartones de Oski; de los argentinos añorados Fontanarrosa y Quino; de los insuperables franceses Efel y Chaval; de los fenomenales españoles como Chumy y Mingote; como los ingentes trabajos de los mexicanos Magú y Helio Flores; del genial dibujante gringo VIP y de las expresiones de Schulz.
De los caricaturistas queremos hablar hoy. De la variedad y la gracia con que estriban las caricaturas, esas que expresan burlas, pullas, críticas y sátiras. De la exageración de los rasgos que se le imprime o la simplificación de los mismos, para causar comicidad. Esos que retratan los momentos históricos con humor y dinamismo, de modo que la historia cobre vida. Esos tremendos dibujantes que retratan el devenir del país, con caricaturas inolvidables, de un humor inconfundible, con enorme capacidad para divertir. Con esa difícil labor diaria, la obligación de una buena caricatura que refleje el momento, la noticia, una válvula de escape eficaz, que ofrece un desahogo; del ingeniarse diariamente la caricatura del día.
El primer mérito que se merecen los caricaturistas es tener el valor y contar con la frialdad de atreverse, mediante el humor expresado gráficamente a ilustrar cotidianamente, ya sea mediante un elogio o improperio, al gobernante de turno, a los partidos y sistemas políticos, a los actos de grupos o clases sociales. La denuncia y satirización del poder. Me refiero a esas entrañables ilustraciones alusivas a temas y dirigidas a personajes controvertidos de la vida pública; donde se les ridiculiza para resaltar sus errores; ese humor mordaz, que con ironía y sarcasmo, suele cuestionar la autoridad y los problemas actuales de nuestra sociedad.
La lucha diaria para que las cosas mejoren, para que no queden relegadas en el archivo del olvido; como la corrupción generalizada, el fracaso del sistema educativo, el problema del transporte, del agua y la inseguridad; el desastre del campo y el abuso del policía; el cinismo de la clase política y la deforestación de nuestra geografía; el hambre y la desnutrición; la entrega de nuestras riquezas mineras y los problemas indigenistas; el abandono de nuestros ríos y la guerra fallida contra el narco; la violencia contra las mujeres y los embarazos prematuros. En fin, dibujar al país del hueco en que se haya metido.
Alzamos la voz ante esos decretos que persiguen restringir las voces de protesta, los recientes intentos en países como México, Ecuador de restringir la libertad de prensa; me uno al sentimiento generalizado de apoyo a la libertad de caricaturear, ya que sería un retroceso histórico intentar restringir esta libertad bajo cualquier pretexto.
De igual forma, en vez de estar pensando en introducir proyectos de ley del periodismo en el seno de la Asamblea que pudieran coartar la libertad de expresión, deberíamos aprovechar la coyuntura dignificando esta profesión; por ejemplo, con la creación de un centro nacional del periodismo dedicado al estudio, archivo y documentación de editoriales, caricaturas y columnas publicadas en el país, tal como existen en países como EE.UU. e Inglaterra.
Hoy cobra vigencia el graffiti que perdura en la memoria de la historia después de años, con motivo de la revolución de los estudiantes en Paris en mayo/68: ‘¡PROHIBIDO PROHIBIR!'.
A todos los caricaturistas más reconocidos del país, a esos fiscales solitarios que nos siguen de cerca, les rendimos tributos y les damos las gracias por el humor que nos han proporcionado, por su talento e independencia, valor y compromiso con la verdad.
ABOGADO