• 04/10/2016 02:00

Ceguera intelectual, enfermedad de los tiranos

Nosotros los panameños, sufrimos los embates de tales personajes a partir de 1968 y hasta diciembre de 1989.

No se trata de un impedimento físico que desafortunadamente muchas personas padecen por genética, por efectos de un accidente u otras razones que no las hace menos imprescindibles en nuestras vidas, ya que su capacidad intelectual es tan buena o mejor que la de aquellos que no tienen ese impedimento. Aquí tratamos de la falta de visión política y democrática de elementos que por una razón u otra han llegado a los puestos gubernamentales de mayor jerarquía en las naciones donde habitan. Nosotros los panameños, sufrimos los embates de tales personajes a partir de 1968 y hasta diciembre de 1989.

No entraremos en esa parte de la historia por todos ampliamente conocida y de sus efectos devastadores en el ámbito nacional. Lo que sucedió para su eliminación fue de gran costo para nuestro país, pero el resultado final ha sido de mucho beneficio para nuestra nación. Hay uno que otro culpable encerrado, aunque la mayoría transita por nuestras calles y ciudades totalmente impune, disfrutando de las mieles y tesoros adquiridos mediante la opresión de un pueblo desarmado, pero con una gran visión de lucha civilista. Que solo armado de pañuelos blancos y cacerolas y dentro de los parámetros democráticos establecidos en nuestra Constitución intentó deshacerse de un régimen dictatorial y corrupto. No obtuvimos éxito a las buenas y a las malas ya se sabe qué ocurrió. Por esa falta de visión intelectual no se dieron cuenta de que su tiempo ya había terminado... y así fue.

No voy a hablar de mi país, eso ya es historia y como tal, no debe repetirse ni aquí ni en otros lares. La ceguera intelectual ahora se presenta en un país, entre otros, donde la abundancia material otorgada por el Creador del universo es tal que debería estar entre los suplidores de bienes y riquezas a nivel mundial. Quizá en su pasado político hubo fallas que condujeron a errores de manejo en la vida del mismo y esto trajo cambios extremos, no para bien sino para peor.

Todos los que en estos instantes me honran con la lectura de este corto mensaje saben de que nación estoy hablando, un país donde sus gobernantes sufren de la misma enfermedad que tantos otros, como los nuestros en el pasado no muy lejano la sufrieron, de ceguera intelectual. Donde el culto a la personalidad predomina, donde se practican teorías ideológicas desfasadas y fracasadas, un país sin respeto a la Constitución que ellos mismos hicieron a su medida, donde la falta de alimentos, de medicinas y de libertad y justicia son el pan de cada día.

Pero donde ciudadanos, al igual que muchos de nosotros hicimos en el pasado, han luchado hasta el presente por la vía democrática y pacífica. Sin embargo, todo se presenta como un túnel sin salida y sin iluminación, un hueco oscuro en el infinito político, un callejón totalmente obstruido. Sus ‘gobernantes' carecen de la autoridad moral y ciudadana, se olvidan de que los opuestos políticamente a sus intereses son solo parte de la población, y no toman en cuenta a aquellos silenciosos y obligados obviamente por la supervivencia que se suman al desprecio nacional.

¿Los esposos y esposas, hijos, padres, parientes, amistades de las fuerzas públicas de ese país no están sufriendo igualmente el embate del oscurantismo prevalente? ¿La falta de alimentos y medicamentos en sus hogares no se siente en estos momentos? ¿Qué queda entonces en el futuro inmediato de esa nación, un golpe militar o una guerra civil?

Espero que no se llegue a la lucha fratricida; y que la ausencia de visión de los que ostentan el poder hoy en día, no les impida darse cuenta, de una vez por todas, de que se puede ser ciego en el sentido de la vista, pero nunca ciego en el intelecto y de que si no es hoy... mañana será su fin.

DEMÓCRATA

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