Ser enfermera: ciencia y vocación para una atención humanizada

El Consejo Internacional de Enfermería (CIE), promueve cada 12 mayo a nivel mundial la celebración del Día Internacional de la Enfermera, en conmemoración del aniversario del nacimiento de Florence Nightingale, pionera y fundadora de la enfermería. Este año 2016, el CIE plantea como lema a reflexionar para este importante día: ‘Las enfermeras: una fuerza para el cambio — mejorando la capacidad de recuperación de los sistemas de salud ', donde destaca el rol protagónico de las enfermeras en el desarrollo de un sistema de salud con equidad.

La esencia de ser enfermera aboca a una fuerza inspiradora llamada vocación, a ese deseo ferviente de trabajar y luchar por el bienestar de los otros, es plasmar tus anhelos e intereses en el cuidado de la vida del ser humano. El desarrollo de la vocación de ser enfermera, es una construcción que emerge con fuerza de tu interior y se concentra en el desarrollo de tus habilidades y competencias para promover la salud, prevenir la enfermedad, cuidar del enfermo, su familia y comunidad. Cuando la vocación de ser enfermera es parte de tu vida, brindar una atención con calidad humana, no es una exigencia del sistema de salud, es una necesidad apremiante que germina de tu ser humano.

En este mundo globalizado, donde el desarrollo de la ciencia y la tecnología es abrumador y vertiginoso, como sociedad y como enfermeras, nos enfrentamos a grandes retos y desafíos que obligan a poner en perspectiva la gran importancia de un desarrollo científico y formación profesional por competencias científico-tecnológicas, sin dejar de lado las competencias humanísticas y la vocación de la enfermera.

Ser enfermeras: una fuerza para el cambio en nuestro sistema de salud, pone a la vista la gran responsabilidad que tenemos las enfermeras desde diferentes puntos: gremio, docencia y servicio para contribuir y fortalecer un sistema de salud más equitativo, no solo en palabras, sino en hechos tangibles que evidencien una real mejora en las condiciones de vida y salud de la población panameña.

Formar enfermeras con vocación es un reto para las instituciones de educación superior, es ir más allá de los libros y el conocimiento; es descubrir y hacer visible para cada estudiante la trascendencia e importancia de su rol en su vida y en la de otros seres humanos. En muchas diversas pláticas indago a mis estudiantes sobre su ser más querido, para lo cual he escuchado respuestas como: mi madre, padre, abuelos, hermanos y otros. En ese momento tengo la gran oportunidad de plantear un hecho de gran significancia: es como si atendieras a esa persona como debes cuidar del paciente. Cuidar de los demás como cuidaríamos a nuestro ser más querido, es brindar a nuestro paciente o usuario la certeza del cuidado más humanizado posible.

Una gran teorista de la enfermería, Jean Watson (1985), plantea que el cuidado humano debe basarse en el deseo de dar una calidad única y auténtica de los cuidados enfermeros. Desde este punto de vista, el cuidado humanizado exige una formación que no solo sea científica, académica y clínica, sino también con un fuerte componente humanitario y moral.

Como institución de educación superior, responsable de la formación de enfermeras, tenemos el deber de velar por una formación integral de los futuros profesionales, asegurando en cada proceso los más altos estándares científicos, tecnológicos de calidad, a través de diversos mecanismos de evaluación continua, que nos permitan mejorar y contribuir a la sociedad con profesionales de la enfermería competitivos, científicos que brinden cuidados humanizados y den especial relevancia a la vocación como la esencia del ser enfermera.

‘Ser enfermeras: una fuerza para el cambio en nuestro sistema de salud, pone a la vista la gran responsabilidad que tenemos las enfermeras desde diferentes puntos: gremio, docencia...'