Una coreografía puede entenderse como el arte de crear secuencias de movimientos, pero al agregarle el adjetivo social, nos referimos a un concepto coloquial para describir las dinámicas y patrones de la vida diaria. Es útil pensar en cómo los movimientos, interacciones y convenciones crean el “escenario” de nuestra existencia, de manera similar a cómo se estructura la coreografía de un baile.

Y así como la coreografía simple tiene múltiples aplicaciones, como la danza, el teatro, gimnasia, bandas de música e incluso la lucha libre, la coreografía social puede ser multidiversa también. Hagamos un ejercicio mental sobre algunas coreografías que bailamos en el contexto social a diario, por ejemplo: cada mañana enfrentarnos al tráfico y a evitar una colisión, cuestionando a quien rompe la línea y se tira por el tercer carril, escuchando las noticias con pocas acciones positivas, llegar al trabajo e interactuar con x cantidad de compañeros cada uno con una coreografía ya diferente.

Esta coreografía parece repetirse a diario, ¿no creen? Y es que actuamos o respondemos ante la secuencia de manera automática o habitual; parece incluso una inercia o un sesgo del status quo que lleva a seguir el mismo curso de acción más sencillo. Entender la coreografía social en sus dinámicas implica analizar cómo actuamos “por defecto” y en respuesta a las normas sociales, observando el contexto, el propósito de nuestras acciones y la forma en que nos relacionamos con los demás. La clave está en ver estas interacciones no como fijas, sino como un movimiento constante que puede ser cuestionado y modificado.

El coreógrafo en analogía es el Estado que dicta las normas sociales, aunque siempre hay desadaptados que afectan la “coreografía social” al romper patrones de comportamiento aceptados, lo que puede desafiar o modificar las normas de interacción y movimiento de un grupo. Si bien la danza en comunidad refuerza la conexión social, la desadaptación implica una divergencia en los patrones esperados, que a su vez puede reestructurar la forma en que el grupo interactúa y se mueve en un espacio social compartido, esto haciendo referencia a cómo actuamos frente a los delitos. Pero veámoslo así, aunque los desadaptados rompen la armonía y crean tensión en la coreografía social, esto puede convertirse en un catalizador del cambio, impulsando la participación ciudadana para fortalecer la seguridad ciudadana.

Con la clasificación al mundial vimos una gran diversidad de coreografías, la gente en el estadio, las caravanas en las calles, la felicidad colectiva, otros dentro de esta misma escena pelearon a golpes, otros robaron celulares, autos y casas, causando una disrupción que puede verse como si perdieron los pasos dañando la coreografía de celebración. Cada uno a su propio ritmo y sazón con su interés definido o improvisado, una coreografía social imperfecta.

La “coreografía social” es una metáfora para entender cómo las dinámicas sociales se estructuran y cómo nosotros, como participantes, jugamos un papel en esa “danza” cotidiana. Aplicando este concepto, podemos analizar críticamente nuestras propias acciones y las de los demás para comprender mejor el mundo que nos rodea y, potencialmente, modificarlo hacia formas más auténticas de convivencia.

De hecho, debemos considerarlo como una responsabilidad con ámbitos de aplicación comunitaria o laboral para poder impulsar pequeños cambios en la deteriorada estructura que nos ha tocado bailar con temas como los conflictos políticos, económicos o las drogas. En el argot popular escuchamos decir como todos estamos en este difícil baile de la vida; pero cuando somos empáticos, comunicativos y adaptables podemos bailar cualquier dificultad como podemos bailar típico o salsa con un desconocido: con facilidad. Así podemos compartir experiencias auténticas.

Con una coreografía social sinérgica vamos a ganar cohesión social y salud psicosocial, los mapas colectivos de problemas serán más fáciles de entender cuando todos bailamos al mismo ritmo. Bailemos entonces, pero con una metodología, con herramientas sociales que nos permitan obtener una mejor puntuación en el baile de la vida.

*El autor es especialista en seguridad y derechos humanos
Lo Nuevo