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- 18/12/2020 00:00
Curiosidades
Ante tanta noticia causada por la Covid-19 con su secuela de pena, dolor y muerte, he decidido, aunque sea por una semana, escribir sobre otro tema.
Me parece que son interesantes las experiencias que tuve, siendo muy joven, cuando mi padre era embajador en Washington. Fue el último en presentarle sus credenciales al presidente Franklin D. Roosevelt, poco antes de que este muriera. Sostuvieron una larga conversación sobre los distintos problemas de nuestras relaciones entre Panamá y EE. UU. En medio de la conversación Franklin D. Roosevelt dijo: “¿Cómo está el Dr. Arias”? Mi padre le preguntó: “¿Cuál de los Arias?”, el mandatario norteamericano le contestó: “Harmodio, del otro no quiero saber”.
Lo primero que me llamó la atención fue lo hermosa que es la embajada panameña en los EE. UU. Ella está situada en la calle 29 Northwest. Es un lugar muy privilegiado y hoy muy costoso, porque está ubicada en el “Embassy Road”, donde están muchas embajadas de diferentes países. La compró, a muy buen precio, en 1942, el entonces embajador Ernesto Jaén Guardia, siendo presidente de Panamá don Ricardo Adolfo de la Guardia.
Mi padre nos informó, a Gabriel mi hermano y a mí, que le impresionó mucho el estado frágil en que encontró al presidente Roosevelt. En esa época, la esposa del embajador era recibida por la esposa del presidente. La señora Eleanor Roosevelt le confirmó a mi madre, lo preocupada que estaba por la salud de su esposo; tenía poco apetito y casi no comía, pues había perdido el paladar.
El contralor de esa época era don Ricardo Marciacq, buen amigo de mi padre y hombre muy correcto. No aprobó la partida especial para arreglar la calefacción de la embajada que no servía, por lo que nos obligó a dormir a todos con los abrigos puestos, para protegernos del frío invernal en la capital norteamericana.
En nuestras conversaciones informarles, tanto mi madre como mi padre, compartían con nosotros lo preocupante de saber que la salud del presidente de los EE. UU. estaba tan deteriorada. Mi padre consideró que era muy importante informarle al presidente de Panamá sus impresiones respecto a la salud del presidente Roosevelt. Esa noche nos pidió a mi hermano Gabriel y a mí que utilizáramos la clave secreta que había hecho el Dr. Ricardo J. Alfaro, para decirle sus impresiones del estado de salud del presidente Roosevelt. En ese tiempo, la clave era muy importante en las comunicaciones privadas, pero hoy ella resulta obsoleta. Los EE. UU. ya habían descifrado la “clave Púrpura” de Japón que era un secreto muy bien guardado. Al lector que le interesa conocer la clave del jurista y prestigioso intelectual panameño, ella reposa en el museo que sus familiares han hecho.
A los pocos días de la presentación de credenciales de mi padre, el presidente Roosevelt se trasladó a Warm Springs, Georgia, donde murió el cuatro veces mandatario de EE. UU. Rápidamente fue trasladado su cadáver en un tren, hasta la capital norteamericana, recibiendo en el trayecto el saludo lleno de dolor de miles de personas que se acercaban a ver pasar el tren con los restos del ilustre mandatario. El entierro fue apoteósico. Yo tuve el privilegio de verlo en la avenida Pennsylvania y me impactó la pena que sentía el pueblo por la muerte del presidente. Su cadáver fue enterrado en Hyde Park, donde posteriormente fueron colocados los restos de su esposa Eleanor.
Franklin D. Roosevelt estuvo en Panamá cuando era presidente el Dr. Harmodio Arias, con quien hizo buena amistad.
Fue el autor de la política “del Buen Vecino entre EE. UU. y Latinoamérica”. Siempre fue un gran amigo de los habitantes al sur del río Grande.