• 13/07/2022 00:00

La decepción como estrategia

La insatisfacción anida en las mentes de quienes se involucran como neófitos y en la de otros, cuya experiencia les hace saber que “…hay algo podrido en el estado de Dinamarca”, diría Hamlet, lo cual se aplica al panorama local

Los anuncios de renuncias, de saltos de trinchera y desplazamientos hacia candidaturas independientes, a pesar de la pertenencia a un determinado colectivo, son el clima de moda en el espectro político nacional en estos días. La insatisfacción anida en las mentes de quienes se involucran como neófitos y en la de otros, cuya experiencia les hace saber que “…hay algo podrido en el estado de Dinamarca”, diría Hamlet, lo cual se aplica al panorama local.

Una visión de conjunto nos brinda tal panorama. Esto quiere decir que no es un aspecto, detalle o elemento puntual. Por lo que no se puede decir que las causas están en un determinado gobierno, gestión o administración. Si así fuera, no habría los saltos de ratas por la borda de los grupos que precisamente pudieran dar respuestas a un desacertado programa o iniciativas de gobernanza.

Hace algún tiempo, Jilma Noriega de Jurado en su libro que analizaba la vida electorera del país, utilizaba el concepto de “miseria de los partidos políticos”. Se refería a la incapacidad de esas agrupaciones para brindar respuestas a la conducción del Estado y a un normal y racional desempeño de sus órganos; aquello que algunos llamarían institucionalización de la democracia; o sea, una representatividad que aglutinaría su función.

¿Cómo lograr ideas para diseñar programas que sean herramienta de trabajo para alcanzar estos fines? Quizás es uno de los principios que se han dejado a un lado en aquellas fuerzas que se ocupaban de los valores ideológicos para dar cabida a facilitar los emprendimientos y perspectivas del tipo de administración gubernamental que llegara al poder. Alguien inventó, que el mecanismo eficaz, era el clientelismo y lo asumió como norma.

Decía Sócrates que “Ni los reyes ni los gobernantes llevan el cetro sino los que saben mandar”. Muchas personas consideran que aquellas franquicias que les han acogido durante algún tiempo, ya no los representan; aunque digan que no llenan sus expectativas y se olvidan de otra frase del filósofo griego que planteaba: “Dejad que quien vaya a mover el mundo, primero se mueva él mismo.”

Quienes se entusiasman con 'correr por fuera' empiezan a armar un discurso para convencer a los posibles votantes: su caudal. Para iniciar, se basan en todos los aspectos que no calzan en el programa del sector gubernamental: la insatisfacción generalizada, la situación económica y la canasta básica, la pobreza, los huecos en las calles, la desigualdad social y con todo eso, se levanta un repertorio con puntos elevados como la corrupción.

El plan trabaja con un conjunto de consignas, más que aludir a iniciativas coherentes, probablemente sin darse cuenta de que “las mentiras son los mayores asesinos, pues matan la verdad.” Pocas de las propuestas descansan sobre análisis técnicos y resultados de peso, aptos para convertirse en juicios y en parte de una lógica creíble que constituya un proceso para transformar una realidad desagradable en satisfactoria concreción.

La arena política se convierte en escenario de un carnaval de ofertas, las que tradicionalmente tienden a basarse en un mercado de regalías que las masas demandan y empieza así una espiral de bienes, financiamientos y promesas de puestos en la planilla. Si por casualidad, el aspirante alcanza una posición, tiene el compromiso de ubicar gente que surge como polillas y sin formación o destrezas.

Todas estas prácticas crean un sentimiento de desconfianza en la población. Tanta decepción le obliga a recurrir a un ficticio entusiasmo por lograr ganancias y beneficios para llegar al consabido “¿Qué hay pa' mí?” De allí se alcanza el escogimiento de falsos líderes en diferentes niveles y esto propicia una gestión poco comprometida con la solución eficaz.

Dirigir una sociedad no es un concurso de belleza; la política es más compleja; supone un compromiso vigoroso que impulse la satisfacción y convocatoria de los ciudadanos.

Periodista
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