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- 18/04/2023 00:00
De derechas, izquierdas y algo más
En política, es frecuente calificar a los actores políticos, (partidos, Gobiernos, líderes políticos, etc.), encasillándolos dentro de posiciones de “derecha” e “izquierda” y extremos de estas. En general, a las primeras se les considera así, en tanto favorezcan el mantenimiento del orden prevaleciente de la sociedad, cuyo lugar común es el ordenamiento liberal capitalista, que en tiempos de auge económico se presentan como rabiosos apologistas de la democracia. En momentos de crisis del sistema, se olvidan de los principios democráticos.
Por tanto, no hay ninguna bronca contra la “libertad”, en tanto esta sea aquella aplicada a sus empresas, en la que ni el Estado ni actor social alguno debe intervenir en su dinámica de generación de ganancias. La bronca es contra principios de solidaridad o fraternidad que igualarían a “los de abajo” a las élites del poder, reduciendo oportunidades de ganancias económicas.
Por lo contrario, se califica de “izquierda”, a los actores sociales que se oponen a las prácticas, relatos, éticas, políticas, en fin, a lo que caracteriza a los movimientos de los anteriores, en muchas ocasiones sin marcar el camino que lo supera, que no es lo mismo que indicar el final del camino, que es lo que suele plantearse en muchos de estos actores sociales.
Desde mi punto de vista -y creo que del de muchos más- el uso cotidiano dado a esta terminología adolece de carestía del necesario rigor científico de la conceptualización empleada, por cuanto conllevan un carácter maniqueísta en la construcción conceptual de su utilización cotidiana y por cuanto vacían de carácter histórico a tales usos de términos. Veamos.
“Para la izquierda política, el Estado debe ser el dueño y administrador de los medios de producción. En cambio, la derecha aboga por la no intervención del Estado en el sistema económico”. (https://www.diferenciador.com/izquierda-y-derecha/). La cuestión es que las conductas observadas muchas veces se corresponden con lo opuesto de lo que la conceptualización “derecha-izquierda” establece. Una vez más, la realidad rebasa la teoría carente de rigor científico.
Por ejemplo, hoy esa conceptualización encuentra problemas para catalogar al Gobierno actual de Colombia. El presidente Petro, no está impulsando que el Estado sea el dueño y administrador de los medios de producción económica, como se dice es rasgo de “izquierdistas”. La entrega a productores agrarios y no al Estado, de las primeras 100 mil hectáreas de terrenos confiscadas a los narcotraficantes, lo catalogaría como un actor político de “derecha” no de “izquierda”. Lo contrario habrá que decir de las élites empresariales del poder mundial que han acudido una y otra vez a los Estados para que intervengan en el sistema económico, a través de los “rescates bancarios multimillonarios”, buscando evitar las quiebras de los bancos del sistema financiero internacional.Las extremas de derecha o izquierda, en esta conceptualización, vienen a representar a los actores que se plantean como “alternativas” de las políticas fracasadas de unos y otros. Para la “extrema derecha”, porque los actores estatales de “derecha” no supieron llevar a su extremo, a su radicalidad, los principios liberales -en lo económico- conservadores (en lo ético-político). Por lo común, califican a estos actores que no tienen nadad que ver con la izquierda, de “comunistas”. Así, los de extrema derecha acusan a los de derecha, de que ceden poder a “los de abajo”, permitiendo espacios de diálogos sociales, poniendo en amenaza la libertad de la autocrática gestión de la gran empresa monopólica. Basta recordar las denuncias fundamentadas que salieron a la luz pública respecto de los oligopolios de los bienes de la canasta alimentaria y los medicamentos, en los debates del diálogo único de Penonomé el año pasado.
Las extremas izquierdas, increpan en sentido contrario a la “izquierda” por no llevar a cabo el cumplimiento cabal de los principios antisistémicos, olvidándose de las condiciones que permiten allanar ese camino o bien, que ignora que existen formas distintas para alcanzar los logros anhelados socialmente. Habla de “refundación”, pero manteniendo las lógicas éticas del “statu quo”, impidiendo así que los verdaderos actores “refundadores” impulsen los cambios históricos necesarios a la sociedad. Las polémicas dadas en la cuestión de la Seguridad social, dentro de sectores de “izquierda” ponen al descubierto esta realidad de incomprensión, lo que coloca a los de “extrema” en un comportamiento de derecha, por abonar más a la sostenibilidad del orden establecido que a la transformación del sistema.