• 29/11/2021 00:00

Derechos de nuestros niños y Pacto Bicentenario

“Será necesario, por un lado, el genuino compromiso político del Ejecutivo, […] y, por otro lado, los ciudadanos deberemos vencer la apatía, tomar distancia de la crítica fácil e improductiva, y sumarnos en este esfuerzo, […]”

El presidente de la República recibirá mañana los acuerdos alcanzados, luego de más de un año de arduo trabajo en el Pacto Bicentenario Cerrando Brechas. Estos acuerdos nos brindan una oportunidad para desarrollar y fortalecer estrategias, planes y programas para garantizar que nuestros niños disfruten del más alto nivel posible de salud y se reafirmen en esa generación de relevo que necesita este país para promover la estabilidad y el progreso que nos permita avanzar en la consolidación de la república que venimos construyendo desde hace 200 años.

En ese sentido, vale recordar que, hace 32 años, el Gobierno panameño de turno suscribió en nuestro nombre la Convención sobre los Derechos del Niño en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 20 de noviembre de 1989. Lamentablemente, a pesar de ser esta Convención, la primera ley internacional sobre los derechos de los niños, y por ende de carácter obligatorio para los Estados firmantes, no ha sido el caso pleno en nuestro país. Para comprobarlo basta con echar una mirada a las diferencias abismales en las condiciones de salud y bienestar que disfruta nuestra niñez en nuestras diferentes provincias y comarcas.

Dicho esto, es evidente la pertinencia de retomar el mandato de la Convención y aprovechar la oportunidad que nos ofrece este Pacto Bicentenario para cerrar la brecha que existe en la situación de salud de los niños panameños, dependiendo del Panamá donde les tocó nacer.

En aquella “primera ley internacional” reconocimos el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud y nos comprometimos a adoptar las medidas apropiadas para: reducir la mortalidad infantil y en la niñez; asegurar la prestación de la asistencia médica y la atención sanitaria que sean necesarias a todos los niños, haciendo hincapié en el desarrollo de la atención primaria de salud; combatir las enfermedades y la malnutrición en el marco de la atención primaria de la salud mediante, entre otras cosas, la aplicación de la tecnología disponible y el suministro de alimentos nutritivos adecuados y agua potable salubre, teniendo en cuenta los peligros y riesgos de contaminación del medio ambiente; asegurar atención sanitaria prenatal y posnatal apropiada a las madres; asegurar que todos los sectores de la sociedad, y en particular los padres y los niños, conozcan los principios básicos de la salud y la nutrición de los niños, las ventajas de la lactancia materna, la higiene y el saneamiento ambiental y las medidas de prevención de accidentes, tengan acceso a la educación pertinente y reciban apoyo en la aplicación de esos conocimientos y, desarrollar la atención sanitaria preventiva, la orientación a los padres y la educación y servicios en materia de planificación de la familia.

Es evidente que no hemos cumplido, como lo demuestran las diferencias claras entre los indicadores de morbilidad y mortalidad infantil y de nuestra niñez, así como la mortalidad materna y acceso a servicios de salud en el territorio nacional. Esta mortalidad infantil, es dos o tres veces mayor en las comarcas que en las provincias más ricas; y la mortalidad materna es cuatro veces mayor en las comarcas que en las provincias con menor pobreza multidimensional. Pero estas diferencias no son solo entre comarcas y provincias, pues las provincias de Bocas del Toro y Darién, así como las barriadas pobres de todas nuestras provincias, presentan similares condiciones de salud infantil y materna.

Pero esta situación no puede ser abordada de forma exclusiva construyendo y equipando centros de salud y hospitales. Claro que, en la mayoría de los casos son necesarios, pues, o no existen, o están en muy mal estado, o no tienen los recursos humanos los equipos y las medicinas. Pero la raíz de los problemas de salud de nuestra población que padece pobreza multidimensional no está en los establecimientos de salud; está en los determinantes sociales que condicionan la aparición de enfermedades e impiden el goce del derecho a la salud de nuestra niñez.

En este sentido, la propuesta que surja de los Acuerdos del Pacto Bicentenario deberá prestar atención prioritaria al abordaje integral de estos determinantes, en especial: el nivel socioeconómico, la educación, el empleo, el medio ambiente, la vivienda, la alimentación y el acceso al agua potable y el saneamiento básico, y la exposición a agentes físicos y ambientales. Estos factores interactúan entre sí, creando un círculo vicioso del cual es imposible salir solo con intervenciones desde el sector salud.

Como he señalado previamente en esta columna, no bastará con entregarle un documento al presidente de la República. Será necesario, por un lado, el genuino compromiso político del Ejecutivo, que lidere y garantice el abordaje multisectorial, inclusivo, altamente participativo, de la producción de salud para nuestra niñez y, por otro lado, los ciudadanos deberemos vencer la apatía, tomar distancia de la crítica fácil e improductiva, y sumarnos en este esfuerzo, ejerciendo el control social de la gestión pública, antes de que sea demasiado tarde para nuestros niños.

Médico, exrepresentante de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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