• 02/11/2020 00:00

Dr. Alfredo Hidrovo Chávez: 'in memoriam'

"[...] el Dr. Hidrovo fue un Maestro, en la máxima acepción del concepto, exaltado por su integridad, lucidez y pasión al servicio de sus semejantes; que supo proyectar, con singular sencillez [...]"

El pasado 30 de octubre del 2020, trascendió el Dr. Alfredo Hidrovo Chávez, destacado médico internista, que tuvo el mérito de impulsar el carácter de excelencia y la probidad en el ejercicio de la profesión. De gran sencillez, pero de recia personalidad, afable y respetuoso, siempre presto a contribuir con sus conocimientos y destrezas al manejo de cualquier problema relacionado con los servicios de salud. Mi madre, que fue una de sus pacientes, estando internada en el Hospital Santo Tomás, le dijo que su hijo menor, estudiaba Medicina en México y que vendría por vacaciones de fin de curso, habiéndole respondido: “pues dígale que venga, para conocerlo”. Entre tantas de sus virtudes, el Dr. Hidrovo tenía el don de la comunicación, por lo que la mayoría absoluta de sus pacientes, lo querían; les bastaba verlo, para sentir alivio; en solo minutos establecía una relación de profunda confianza… Así tuve el privilegio de conocer al ilustre Dr. Hidrovo.

En ese primer encuentro, tuve el honor de acompañarle a terminar la visita. En una de las camas estaba una paciente, adulta joven, de tez morena, con una palidez cérea y ligero tinte amarillento, el interno presentó una síntesis de la historia clínica y luego el residente de tercer año, con arrogancia dijo: “sobre la base de los antecedentes, los hallazgos del examen físico y los exámenes de laboratorio, excepto demostración en contrario, se trata de un proceso neoplásico consuntivo”. El Maestro, con toda serenidad, comenzó diciendo: “en Medicina, nunca nada es siempre; los únicos signos patognomónicos, que conozco, son la ausencia de ruidos cardiacos y movimientos respiratorios”… Pidió una bandeja de punción, se dobló las mangas de la camisa y acto seguido extrajo, casi un litro, de un líquido chocolate oscuro, ligeramente pastoso; se trataba de un absceso hepático amebiano. Luego, con mucha delicadeza, repuso: “jóvenes, la peor actitud para aprender es el exceso de seguridad, el asumir que la verdad y la razón son parte del patrimonio personal. La aceptación de la ignorancia y la humildad, son indispensables para abrir los canales de la receptividad y el entendimiento. Algunos, creyendo poseer toda la información, terminan sobre valorándose y subestimando a los demás, sobre todo a los médicos más viejos, que consideran desfasados y al margen de los últimos avances de la ciencia; todos podemos aprender, siempre y de todos”.

Fue una gran lección, porque el Dr. Hidrovo fue un Maestro, en la máxima acepción del concepto, exaltado por su integridad, lucidez y pasión al servicio de sus semejantes; que supo proyectar, con singular sencillez, su dominio de la disciplina, al punto de haberse convertido, en vida, en un referente ético y profesional. Como pocos, fue capaz de curar muchas veces, de aliviar a menudo, y de consolar siempre. Fue un médico de vocación, que ennobleció su misión entre nosotros.

Jóvenes colegas… el Dr. Hidrovo es un ejemplo a seguir.

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