• 26/02/2015 01:00

Dolor e injusticia

¿Cómo es posible que a más de tres años de conocidos los sucesos estos padres aún clamen justicia?

En los últimos días escucho los clamores de justicia de algunos de familiares de los jóvenes secuestrados y asesinados en La Chorrera y me pregunto: ‘¿Cómo es posible que a más de tres años de conocidos los sucesos estos padres aún clamen justicia? Me miro en el espejo y veo jóvenes como yo, todos universitarios. Algunos estarían terminando en breve su carrera, construyendo sueños. Planeando el mañana, pensando en tener familia.

Conversaba con un amigo chorrerano que conoció a uno de los muchachos y este me cuenta que Sammy Zeng y Georgina Lee estaban enamorados, ambos pasaban mucho tiempo juntos, tenían más de un año de compartir horas en el negocio que tenía el primogénito del sr. Toño Zeng. Es más, el día de los trágicos sucesos estaban juntos, porque era su rutina diaria, madrugar para viajar desde La Chorrera a la universidad en la ciudad capital. Pasado el mediodía regresaban, y en este viaje también participaba el mejor amigo de Sammy, Joel Liu. Joel y Sammy eran amigos desde la infancia, estudiaron juntos en el Colegio La Salle. Su amistad era tan fuerte que hasta la muerte compartieron trágicamente. Solo tenían 18 y 19 años... Las víctimas eran jóvenes panameños comunes, estudiaban de día y regresaban a casa para hacer sus tareas universitarias y después ayudar en el negocio familiar.

Cuando uno mira sus fotos ve la pasión de la juventud, risas, graduaciones, el esfuerzo por superarse. Ahora sus padres ven estas fotos y tienen que conformarse con aceptar que el tiempo se detuvo. Sammy, Georgina, Felipe, Jessenia y Ken no tendrán fotos nuevas con nuevos momentos. Ken no tendrá la foto de su hija que no vio nacer, porque el día que desapareció su esposa esperaba el segundo de sus hijos.

A estos muchachos les arrebataron todo de manera vil y cobarde. No puedo imaginarme cómo puede ser el día a día de mi madre si yo muriera así. No puedo imaginarme cómo continúan la vida los padres y familiares de estos muchachos, luego de saber que tres de ellos fueron enterrados vivos y dos murieron por disparos. Así, sin más, sin posibilidad de defenderse, con la falsa esperanza de que si pagaban un rescate los entregarían vivos.

A cada familia que pierde un hijo, un hermano, un amigo en estas circunstancias, se le marca el alma para siempre. Un sabor amargo, un dolor recalcitrante penetra hasta el más profundo de los sentidos. Lo más doloroso ahora es la lucha que libran quienes los sobreviven, porque se castigue a los dominicanos Alcibíades Méndez, Gilberto Ventura Ceballos y los más de 10 cómplices que participaron de una manera u otra en este crimen.

Como joven que soy, siento mucha tristeza, porque a medida que pasa el tiempo estas muertes dejan de impactarnos, por eso hoy pido justicia y digo que no los olvidemos. Pienso en mi madre y mi padre y pienso en los padres de estos muchachos. Pienso en los padres que ven a sus hijos todos los días y pueden abrazarlos. Pienso cómo tanta maldad encuentra aún posibilidad para que los responsables no sean castigados y se sepa toda la verdad.

Por todos los jóvenes que continuamos la vida, pido que repitan: Yo soy Sammy, Yo soy Gina, Yo soy Joel...

PERIODISTA

Lo Nuevo