• 21/03/2011 01:00

Jerarquización e incompetencia, ‘zonas erróneas’ del cambio

En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender a su nivel de incompetencia. Así describió el famoso psicólogo Lawrence J. Peter un pr...

En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender a su nivel de incompetencia. Así describió el famoso psicólogo Lawrence J. Peter un principio que puede ser aplicado universalmente a empresas y gobiernos. Interrelacionado con este, otro psicólogo, Wayne W. Dyer, denominó ‘zonas erróneas’, a aquellas conductas autodestructivas que nos ‘inmovilizan’, impidiéndonos desempeñar nuestra vida y labores con competencia.

Ahora, ¿cuáles son las ‘zonas erróneas’ del ‘cambio’... que ha provocado una caída de porcentual de nuestro gobernante y de la apreciación positiva de su gestión?..

Primero, la primacía del liderazgo, conocida como posicional basado en el rango. Una serie de empresarios, exitosos en sus negocios, ocupó las posiciones topes de la administración pública, área donde la mayoría no tenía experiencia. Utilizó las mismas estrategias de sus empresas, órdenes directas e incuestionables del director, colocación de amigos y aliados en posiciones, de las que tampoco tenían la experiencia técnica necesaria. El personal competente se vio limitado por la necesidad de padrinazgo, viéndose forzados a ‘adaptarse’ dentro de las reglas de juego establecidas.

La euforia de la victoria electoral, aunada a la sumisión de los contrapesos vitales para una buena gobernanza, se combinó para incurrir en graves ‘zonas erróneas’ administrativas que, poco a poco, corroen la eficiencia de la administración estatal.

Prepotencia, indiferencia, división social y política, ira, revanchismo, rencor, intolerancia al disenso y la falta de conocimientos en métodos alternos de resolución de conflictos, aunado a la permanente percepción de un ‘ellos contra nosotros’, donde ‘ellos’ lo conformaban las organizaciones civiles, partidos políticos opositores, sindicatos, grupos originarios y campesinos son vistos como oponentes a los que no se les puede ceder un mínimo espacio, porque sería perder o mostrar debilidad evidencian un estado de confrontación permanente en retrospectiva absolutamente innecesario.

A lo interno, la ‘línea dura’ se impuso sobre los ‘moderados’ en la gestión ejecutiva.

Se ignoran las promesas de campaña de independencia de poderes, consulta a la sociedad civil y meritocracia. Bajo el afán de ‘No cogobernar con nadie’, obvian recomendaciones en temas sociales importantes, como la justicia de paz, independencia judicial, resocialización de menores, profesionalización de los agentes encargados de hacer cumplir la Ley y servidores públicos.

Asuntos de Estado, como el medioambiente, acceso al agua, seguridad ciudadana, soberanía alimentaria, endeudamiento, pobreza y salud, no son consensuados fuera de la esfera gubernamental, afectando la necesaria crítica que de forma positiva permite al que gobierna, contar con las luces rojas necesarias para corregir conflictos antes de entrar en confrontación.

Cuando la confrontación ocurre, se activan mecanismos de control sociopolítico como la trivialización, el descrédito, la cortina de silencio y la ridiculización. En la trivialización, no se da importancia al asunto en particular. Con el descrédito, se realizan afirmaciones falsas o verdaderas, de debilidades del oponente para restarle reputación social. La ‘cortina de silencio’, acalla el tema, utilizando la fuerza coercitiva del Estado sobre individuos y medios. Finalmente, la ridiculización expone al individuo o grupo a la burla o al menosprecio de los demás.

Si esto no funciona, se llama al ‘diálogo y la mediación’ donde ‘los duros’ nuevamente imponen su estilo, pues, en la mediación ‘real’ existe la buena fe y el deseo genuino de llegar a un acuerdo permanente, satisfactorio para todas las partes y no ‘salir’ de un determinado problema, lo que se conoce como ‘ganar — ganar’, método que permite cimentar relaciones duraderas entre las contrapartes, evitando de esta forma desmovilizar el Estado.

La mayoría de las ‘mediaciones’, han quedado transformadas en negociaciones competitivas o ‘ganar—perder’. El conflicto es una lucha constante, en la que se gana o se pierde. La mesa, un tablero de ajedrez, donde bandos en pugna tratan de reducir las expectativas de la otra parte. Las posiciones iniciales son extremas, con demandas intransigentes u ofertas ridículas, que afectan el nivel de expectativa de la otra parte. Se reclaman concesiones, como algo justificado, eludiendo las propias o concediéndolas como algo excepcional. Tratan de imponer las ‘reglas del juego’ a su favor, y reclaman la intervención de un tercero (árbitro o facilitador), como demostración de la seguridad de lo ‘justo’ de su posición.

En resumen, el ‘Cambio’ tiene un dilema. Retomar el sendero de la competencia y la participación ciudadana o empantanarse en ‘zonas erróneas’ estériles. Los ciudadanos debemos, de manera cauta, tomar como ciertas y esperanzadoras las palabras del Ejecutivo. ‘Un presidente como yo, siempre escuchará lo que dice el pueblo y si me tengo que echar para atrás y quedar en seco, lo haré por el bien de este país...’. Lo que no podemos es estar ‘empantanados’ en la falta de confianza... solo el tiempo y los hechos nos demostrarán cuan ciertas pueden ser.

*MÉDICO—POSTGRADO EN LIDERAZGO Y MÉTODOS ALTERNOS DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS.

Lo Nuevo