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- 28/05/2025 00:00
El misterio, el tiempo libre y el arte de mirar: regalos esenciales para la infancia

Vivimos tiempos donde a los niños se les llena de estímulos, se les programa cada hora, se les entretiene sin pausa. Y sin darnos cuenta, les estamos robando tres tesoros invisibles: el tiempo libre, el misterio y la capacidad de observar.
Los tres son fundamentales para que crezcan con creatividad, pensamiento propio y un alma enraizada en sí misma.
El tiempo libre —ese que no tiene horario ni propósito definido— es el espacio donde nace la imaginación, el juego simbólico, la introspección y el asombro. Cuando un niño dice “me aburro”, no está lanzando una queja: está abriendo una puerta. Si resistimos la tentación de llenar ese vacío con pantallas, veremos cómo el alma infantil empieza a construir su mundo interior.
Allí brotan ideas, historias, pensamientos propios. Allí el niño se encuentra consigo mismo y con su entorno.
Porque el tiempo libre también es el tiempo para mirar. Para salir al jardín y observar cómo trabajan las hormigas. Para preguntarse adónde va el viento. Para quedarse en silencio mirando el cielo y descubrir que también el silencio enseña.
Un niño que observa desarrolla no solo creatividad, sino también curiosidad, paciencia, sensibilidad y conciencia.
El misterio, por su parte, es aquello que no se explica, pero se intuye. Es ese espacio de silencio, de no saber inmediato, de observar con respeto. Los niños necesitan misterio: no todo debe ser lógico o rápido. Necesitan cuentos sin moralejas, símbolos sin descifrar, silencios llenos de sentido.
Pero en la era de lo inmediato, el misterio incomoda. Y el aburrimiento se vuelve enemigo.
Queremos llenar a los niños de datos, respuestas, videos. Pero el alma no se forma con exceso de información: se forma en la pausa, en la soledad fértil, en el asombro libre.
Darle a un niño tiempo para aburrirse y espacio para imaginar no es abandono: es confianza.
Es decirle: “puedes estar contigo mismo, puedes mirar el mundo, puedes hacer preguntas”.
¿Y qué pueden hacer los adultos? Acompañar sin invadir. Estar presentes sin controlar.
Y sobre todo: hacer preguntas que abran puertas, no que las cierren. Aquí algunas preguntas que los padres, madres o educadores pueden hacer para acompañar esos momentos de tiempo libre:
¿Qué fue lo más raro o curioso que viste hoy? Si pudieras entrar en la vida de una hormiga, ¿qué harías? ¿A qué huele el viento esta tarde? ¿Qué crees que sueña tu perrito cuando duerme? ¿Cómo sería una casa construida por un árbol? ¿Qué pasaría si la luna bajara una noche a conversar contigo? ¿Qué harías si fueras invisible por un día? ¿Qué harías tú si fueras el sol durante una hora?
Estas preguntas no son para obtener respuestas correctas, sino para estimular la imaginación, la conexión con la naturaleza y la libertad de pensamiento. Son un regalo de atención amorosa, un modo de decir: “me importa lo que tú piensas, me importa lo que tú ves”.
Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar esa conciencia.
Para que los niños no pierdan lo más valioso: el arte de estar con ellos mismos y de mirar el mundo con ojos nuevos.
Misterio, tiempo libre y observación: tres regalos que forman parte del alma humana... y que nacen en la infancia.