• 08/08/2024 23:00

El presidente Mulino y el legado anfictiónico

La historia nos obliga a dejar a un lado la diplomacia de palabras bonitas, pero vacías. Nuestra cancillería tiene un mandato presidencial muy claro de tomar acciones certeras, con hechos relevantes, para ayudar a retomar la libertad y la democracia de la cuna del libertador

Nuestro presidente acaba de proponer reunir a diecisiete jefes de Estado de la región, a una cumbre de mandatarios a celebrarse en Ciudad de Panamá, para abordar la crisis de Venezuela, tras las recientes elecciones presidenciales de ese país hermano. Crisis que ha producido el movimiento migratorio más gigantesco de la historia del continente y que ha afectado a todos los países, desde el gélido norte de Alaska, hasta las Pampas al extremo sur en la Patagonia. Esta cita será una iniciativa muy importante para reafirmar aún más el destino común de los pueblos americanos.

Los elementos que forjan la identidad de los pueblos y su nacionalidad distintiva, son a veces muy difíciles de reconocer. Eso es especialmente cierto en los casos de las naciones del nuevo mundo. Hay muchas nacionalidades en todos estos jóvenes pueblos iberoamericanos. Todos ellos han surgido de la misma madre patria, con el mismo idioma, religión y costumbres. Todos comparten y disfrutan una misma riqueza cultural, musical y gastronómica que nos hermana en lo más profundo de nuestro ser. Cada uno ha tratado durante más de cinco siglos de identificar sus características distintivas. Y todos, unos más y otros menos, en algún momento de su historia han estado desgarrados interiormente por las mezquinas apetencias de los caudillos de turno.

Fue el incomprendido libertador Simón Bolívar, el llamado Genio de América, el Héroe de América, quien se adelantó a su tiempo, en dos o más siglos. Él fue el visionario que quiso unir a la América toda en una sola nación. En 1826 convocó a su histórico Congreso Anfictiónico de Panamá, precisamente aquí, la capital del mundo de su ensueño. Para lograr la independencia como en todo parto, hubo que derramar mucha sangre hasta lograr cortar ese cordón umbilical. Bolívar fue quien tomó para sí esa dura decisión, pero también la tomó por todos los hijos del nuevo mundo. Luego de logrado su objetivo, quiso de inmediato reunirlos a todos, para fortalecer de nuevo esas poblaciones mermadas en un importante porcentaje. En la unión está la fuerza.

Ya desde entonces Bolívar tenía claro los intereses que lamentablemente se oponían a esa deseable unión panamericana. Los temores de unos Estados Unidos de América apenas naciente en proceso de consolidarse, que entonces resentía, recelaba o temía, el coraje y la fortaleza del liderazgo del gran militar, estadista y visionario que era el libertador. Ese absurdo temor de un país joven, pero que estaba en pleno proceso de convertirse en un gigante entre las naciones, hizo que Bolívar no quisiera invitarlos a la cita en el istmo. Tampoco al Brasil, aunque Santander sí los invitó, pero limitándoles a simples observadores. Sin embargo, curiosamente, acababa de recibir del general Lafayette, por encargo del hijastro de George Washington, el Medallón con la miniatura de la efigie del gran héroe de la independencia norteamericana, que Bolívar lució siempre con orgullo en todo evento protocolar, hasta el día de su muerte. Amor y temor, admiración y recelos, todo junto desde hace tantos años.

Doscientos años más tarde es quizás el mejor momento para revisar ese sueño o utopía inconclusa. Influye en repensar ahora esas ideas verdaderamente bolivarianas, las muy reales amenazas provenientes de un régimen ilegítimo en Venezuela que ha conseguido coludir con naciones del otro lado del mundo, sin lazos históricos, culturales, religiosos, ni de ningún otro tipo, con aquellos que en cambio unen todavía a nuestras jóvenes naciones de América. Los tremendos problemas migratorios tienen una importancia mayor cada día en la política de todos nuestros vecinos, que no pueden ser simplemente ignorados. Algo hay que hacer.

La creciente desigualdad ya no es sólo un problema a nivel interno de la población de los países. Ahora esa desigualdad lo será también entre los países del tercer mundo y los que están en vías de desarrollo, frente a los países del primer mundo desarrollados. La tecnología está en pleno proceso de aceleración en esta era repotenciada por la cada día más poderosa inteligencia artificial. Eso conllevará unas consecuencias aún no muy fáciles de prever. Pero sin dudas, traerá una mayor concentración de las riquezas en manos de los grandes conglomerados corporativos y en las multinacionales. Panamá tiene que emprender nuevos retos y desafíos para diversificar su economía, hacia el inicio de la producción de bienes, en el campo de esos nuevos desarrollos tecnológicos. Crisis, oportunidad.

Después de tanta historia secular de recelos, temores y desencuentros, entre los americanos del norte, del centro y del sur, los tiempos y las amenazas comunes extra continentales contra nuestras coincidencias, se están finalmente dando las condiciones para que fluyan unas nuevas políticas de alianzas, cooperación y unión fortalecedora. Atrás tienen que quedar los temores y recelos, ahora son a otros a quienes hay que temer. Ya el gobierno de los Estados Unidos, posiblemente hasta por razones de su propia defensa territorial futura, ha dado claras señales de estar dispuesto a apoyar una oportunidad de transferencias de capitales y tecnologías, para que algunos de nuestros países de centro y sur América y en especial Panamá, tengan acceso a ese campo de la producción de nuevas tecnologías y de la economía del futuro.

Celebro entusiastamente la convocatoria a esta nueva cita con la historia panamericana y que sea precisamente Panamá, quien liderice este esfuerzo. La historia nos obliga a dejar a un lado la diplomacia de palabras bonitas, pero vacías. Nuestra cancillería tiene un mandato presidencial muy claro de tomar acciones certeras, con hechos relevantes, para ayudar a retomar la libertad y la democracia de la cuna del libertador. Auguro un buen gobierno a quien ha tenido la valentía y generosidad de ser coherente con la historia.

El autor es abogado
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