• 29/03/2024 00:00

Elecciones, corrupción y educación

Los candidatos presidenciales en sus propuestas reconocieron el grave problema de la corrupción y por ende presentaron diversas propuestas para combatirla tales como, reformas constitucionales [...]

Los debates presidenciales celebrados son pintorescos, con risas, murmullos y comentarios, o frases graciosas, pero también ha habido insultos y descalificaciones, entre los candidatos como sucedió en el primer debate al abordar el tema de la inseguridad ciudadana, pues en los procesos electorales, hay “campañas negativas” entre los candidatos, inclusive se acusan de corruptos, lo cual desacredita ante la opinión pública, aunque se dice que “los electores no penalizan a los políticos corruptos en las urnas” (Clots Figueroa, 2015), y los ciudadanos votan nuevamente por personas que han sido condenadas por corrupción, “a veces por desconocimiento, a veces por indiferencia y a veces porque les importan más otros factores, ya sean ideológicos o clientelares” (Isaza Espinoza, 2020).

Por otro lado, en el segundo debate, hubo cuestionamientos sobre la corrupción y los corruptos, “un problema presente siempre en los políticos poderosos, en los empresarios que les pagan mal a sus trabajadores y en la ama de casa que explota a sus mucamas”, según expresa el Papa Francisco, y que “no tienen un sitio en el Paraíso”, como dice la canción de José Luis Perales.

Los candidatos presidenciales en sus propuestas reconocieron el grave problema de la corrupción y por ende presentaron diversas propuestas para combatirla, tales como, reformas constitucionales, la creación de una agencia nacional de investigación de casos de corrupción, la Ley de Extinción de Dominio, eliminación de botellas de la Asamblea, descentralización paralela, promoviendo denuncias, fortalecimiento de la justicia, columna vertebral de la democracia, y por supuesto, con la revisión de la normativa en materia de corrupción, fijando la imprescriptibilidad de la pena y del delito, evitando la impunidad, entre otros.

Sin embargo, la ausente en el debate, fue la educación, como factor clave para enfrentar este flagelo. ¿Y por qué la educación? ¿Somos todos corruptos? Sin educación no hay progreso contra la corrupción, esta se constituye como el “antídoto” contra la corrupción y hay que recordar que la formación contra la corrupción empieza en la casa, con el ejemplo de honestidad. También hay que decir que la corrupción se incuba en casa cuando se emplea la mentira para no pagarle al cobrador, decimos que somos responsables y que cumplimos con nuestros compromisos, sin embargo, no pagamos la renta del apartamento, o cuando jugamos hacemos trampa o permitimos que nuestros hijos lo hagan y no le llamamos la atención (C.F.2020), o damos de comer con dinero ganado de la corrupción, que es “pan sucio”, según el Papa Francisco.

Pero las escuelas, también en la lucha contra la corrupción, tiene un papel protagónico porque forman a los jóvenes y niños en valores éticos y morales, en honestidad, justicia, responsabilidad, compromiso y solidaridad y a la vez promueven una conciencia ciudadana el respeto de los derechos y reconocimiento de deberes. Esto es necesario porque también hay conductas corruptas en el ámbito educativo que pasan desapercibidas, así tenemos, algunos estudiantes: que se copian en el examen, dicen mentiras al profesor que estaban enfermos para no hacer la prueba, toman el trabajo de otro, mientras que la corrupción puede también alcanzar a algunos educadores que manipulan la calificación a cambio de un regalo.

Los grandes cambios contra la corrupción pueden realizarse con una educación desde tempranas edades en el hogar y la escuela y deben continuar en los centros universitarios, y para que sea totalmente efectiva, debe “educarse para toda la vida”, concientizando mediante campañas públicas sobre lo negativo de la corrupción y promoviendo los valores morales y éticos, en la que padres de familia, pareja, amigos, compañeros de trabajo, y las instituciones del Estado y sus funcionarios tienen que involucrarse.

Tengamos claro, que las “manzanas podridas” de la corrupción, pueden eliminarse, pero es un compromiso de todos y hay que dejar la indiferencia, la complicidad y ese discurso de que los “corruptos son los otros”. Hay cierta hipocresía, en ello, pero no hay autocrítica, ni examen de conciencia. “Siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno”. Termino diciendo: “Educa al niño y no castigarás al hombre”.

La autora es catedrática de derecho penal
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