• 06/07/2022 00:00

Empresariado anticapitalista o cuando la irracionalidad se impone

Durante la última semana, los productores comerciales agropecuarios —nada que ver con los campesinos que son el 80% de los productores del campo en Panamá— se dieron a la tarea de realizar una serie de protestas dirigidas al gobierno, particularmente por el tema de los altos costos de producción y distribución de sus productos, como también, por barreras en el mercado interno para colocarlos.

Durante la última semana, los productores comerciales agropecuarios —nada que ver con los campesinos que son el 80% de los productores del campo en Panamá— se dieron a la tarea de realizar una serie de protestas dirigidas al gobierno, particularmente por el tema de los altos costos de producción y distribución de sus productos, como también, por barreras en el mercado interno para colocarlos. Aquí, esto está vinculado con el problema de la especulación de grandes productores que además son mercaderes de alimentos, sin escrúpulo alguno para inundar a nuestro mercado interno con importaciones.

Estos grupos de productores del agro solamente están viendo que sus costos de producción se le han elevado concomitantemente con el alza del precio del combustible fósil que emplean para movilizar sus productos y que es base de los insumos que utilizan. Desde el punto de vista del desarrollo sostenible no hay la más mínima mirada a la cuestión ambiental ni social de parte de estos productores quejosos, salvo la de su interés de grupo, habida cuenta de que, reitero, no representan ni el 20% de los productores del campo del país. Así, mientras diversas organizaciones campesinas promueven las prácticas de agricultura orgánica y otras de protección ambiental, que se concretan en una reducción de la dependencia de los derivados de combustibles fósiles; los grandes y medianos agricultores comerciales —los de las protestas de la semana recién culminada— paradójicamente piden más acceso barato a combustibles fósiles, no salir de estos, a pesar que representan la mayor parte del problema del encarecimiento de los productos del campo, en tanto insumo de esos mismo productores comerciales que aplican tecnologías dependientes de energías fósiles y sus derivados.

Ahora bien, digamos que el proceso de incorporación de tecnologías orgánicas o ecológicas que prescinden de combustibles fósiles tenga un horizonte de tiempo de mediano plazo para poder implantarlas debidamente. Esto hace que la opción para reducir precios pase por revisar las fuentes de donde se obtiene el combustible que empleamos en Panamá. Al hacerlo, nos topamos con el hecho de que el gobierno de Mireya Moscoso, entre otras entregas de nuestros bienes que ella hizo a la voracidad del imperio corporativo, dio paso a la clausura de la refinería de petróleo que existía en Panamá (Bahía Las minas) y se sometió al país a una fuente de abastecimiento que no tiene reparos en fijarnos precios altísimos para nuestra economía, no se necesita demostrarlo, lo sufrimos. Esa fuente está localizada en Texas.

En tal sentido, lo que cabría es que los productores superando la mera protesta propusiesen y presionaran al Estado para que opte por comprar petróleo en fuentes de más bajos precios; que los hay en la propia Latinoamérica. Esto sería actuar con una racionalidad capitalista en tanto que busca maximizar ganancias, ¿O creen que los propios EUA no está haciendo lo mismo, en su atemperamiento de sanciones contra Venezuela? Este sector de productores parece querer solucionar el problema, sin tocar la fuente del problema.

A menos que el Estado actúe con la racionalidad capitalista buscando fuentes de combustible en sitios más baratos que los de los texanos, ya sea en México, Venezuela u otros, las reivindicaciones de los productores comerciales-que dicen defender el orden capitalista de producción rabiosamente-seguirán siendo parte de una trama en la que se acuden a medidas que no son coherentes ni con el propio sistema capitalista y menos con la deuda social de la sociedad panameña. Actuar a contravía de la maximización de ganancias, es insistir en mantener de fuente del combustible a quienes tienen los precios más altos de este bien; lo cual, termina siendo una medida irracional, por ser contraria a la expansión de las fuerzas productivas que en este caso, aunque no exclusivamente, fomenta el capitalismo.

Si el Estado y quienes demandan soluciones en las calles contra el alto costo de la canasta básica familiar no demandan impulsar opciones como la agricultura orgánica y a corto plazo, romper con las fuentes de combustibles fósiles de altos precios, no se está siguiendo una práctica económica social de maximización de ganancias y por tanto, capitalista, sino de sometimiento a una lógica de subdesarrollo que beneficia a los que si buscan maximizar sus ganancias a costa de nuestra nación.

Sociólogo y docente investigador de la Universidad de Panamá
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