• 14/08/2025 14:46

¿Es Panamá uno de los países más inseguros del mundo? Una inseguridad que va más allá del crimen

La inseguridad en Panamá, entonces, no se limita al crimen callejero. Es una inseguridad estructural, institucional.

Recientemente, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, calificó a Panamá como uno de los países más inseguros del mundo. Una afirmación como esta no puede tomarse a la ligera, y aunque muchos reaccionan con indignación ante lo que consideran una exageración o un desconocimiento, lo cierto es que sus palabras invitan a una reflexión más profunda: ¿a qué tipo de inseguridad nos estamos enfrentando?

Cuando se habla de inseguridad, la mente suele ir automáticamente hacia los índices de criminalidad, robos, violencia o narcotráfico. Pero existe una inseguridad aún más corrosiva y silenciosa: la que proviene del deterioro institucional, la corrupción sistémica y la pérdida de confianza en quienes administran lo público. Esa es, posiblemente, la inseguridad a la que Trump se refería, consciente o no.

En Panamá, la política se ha degradado progresivamente. Lejos de ser vista como un instrumento para servir al país, se ha convertido, para muchos, en una vía rápida hacia el enriquecimiento personal. Los partidos políticos, ampliamente subsidiados con fondos públicos, no han logrado traducir ese apoyo en beneficios tangibles para la ciudadanía. Al contrario, abundan las denuncias de corrupción, clientelismo y uso indebido de recursos. Muchos dirigentes solo aparecen en escena durante las campañas electorales, como si su rol se limitara a prometer durante unos meses y desaparecer otros cinco años.

A esto se suma la actitud de la administración de justicia, que debería ser el pilar fundamental de todo sistema democrático. Sin embargo, en lugar de actuar como contrapeso ante los abusos del poder, parece haberse contagiado de las mismas prácticas. El reciente aumento de sueldos y privilegios para altos funcionarios judiciales, en un país donde la desigualdad crece y la impunidad campea, es una señal preocupante. ¿Cómo confiar en una justicia que se beneficia de los mismos vicios que debería sancionar?

La inseguridad en Panamá, entonces, no se limita al crimen callejero. Es una inseguridad estructural, institucional. Una inseguridad que nace de la desconfianza ciudadana, del hartazgo con una clase política desconectada de las verdaderas necesidades del pueblo, y de una justicia que parece más interesada en proteger a los poderosos que en garantizar la equidad.

Si queremos contradecir afirmaciones como la de Trump, no basta con indignarnos. Debemos mirar hacia adentro, reconocer nuestras fallas y exigir cambios reales. Panamá merece más que el estigma de la inseguridad; merece instituciones fuertes, líderes honestos y ciudadanos comprometidos. Solo entonces podremos decir, con autoridad y orgullo, que esas declaraciones no nos definen.

El autor es abogado

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